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La leyenda de los Jueces de Castilla

por Javier Iglesia Aparicio
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Los Jueces de Castilla en un pintura del interior del Arco de Santa María (Burgos)

La leyenda de los Jueces de Castilla es una de las narraciones míticas fundamentales de los orígenes de Castilla pues además de explicar las razones de la independencia de Castilla con respecto del reino de León, es una auténtica columna vertebral que une a las otras historias legendarias castellanas, sobre todo gracias a la creación de una genealogía ficticia que partiendo de sendos jueces –Nuño Rasura y Laín Calvo– entronca con el conde Fernán González y Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid.

En este artículo vamos a ver la génesis de la leyenda y su evolución a lo largo de tiempo, pero primero comenzamos narrándola.

¿Qué cuenta la leyenda de los Jueces de Castilla?

Cuentan las tradiciones que en época del rey Fruela II, aunque otros dicen que al morir Alfonso II el Casto, los castellanos se vieron desamparados y no se sentían bien gobernados por los reyes de León. Estaban descontentos porque tenían por obligación ir a León para hacer negocios y para acudir a la justicia. El viaje era largo, arduo y difícil y, además, cuando iban a la corte regia, recibían agravios, eran menospreciados y se les trataba con desdén y desprecio. Veían además los castellanos que los leoneses trataban de acrecentar sus tierras a su costa en la frontera del río Pisuerga. Por eso, reuniéndose en junta, acordaron rebelarse directamente y liberarse del dominio leonés. Eligieron a dos Jueces que serían su caudillos, quienes los gobernarían en la paz y los dirigirían en la guerra.

Para evitar que los reyes de León fueran contra ellos, no eligieron a los jueces de entre la más alta nobleza castellana sino de entre sus caballeros y, dentro de ellos, a los más prudentes y esforzados. Su nombres eran Nuño Rasura y Laín Calvo. Nuño Rasura era un hombre de gran juicio, diligente, recatado y trabajador, amigo de llegar a acuerdos en los juicios en los que participaba. Laín Calvo, yerno de Nuño Rasura, era feroz e impaciente, por eso era el encargado de los asuntos militares y no participaba en los juicios.

De este modo, los jueces de Castilla gobernaron mientras los reyes de León ponían orden en sus asuntos. Dictaban sentencias, las fazañas, que se convertirían en la base del derecho castellano de forma que el Fuero Juzgo dejó de utilizarse en Castilla.

Nuño Rasura destacó por su capacidad de generar consenso y logró que todos los nobles de Castilla dejaran a un hijo suyo a su cargo para que fueran educados todos juntos. De entre ellos sobresalió su hijo, Gonzalo Núñez, de tal modo que cuando falleció Nuño Rasura, sus compañeros, y los padres de los mismos, no dudaron en nombrar conde de Castilla a Gonzalo Núñez. Años más tarde sería el padre del conde Fernán González, quien logró separar definitivamente Castilla del reino de León.

La historicidad de la leyenda de los Jueces de Castilla

Durante siglos se aceptó la historicidad de la leyenda de los Jueces de Castilla con un único punto de discrepancia: el momento cronológico. Unas versiones situaban el hecho a la muerte de Alfonso II sin descendencia (842); otras durante el corto reinado de Fruela II en León (924-925).

En la época de Alfonso II no consta que hubiera ninguna rebelión de los castellanos. Si es cierto que a su muerte hubo un enfrentamiento entre Nepociano (con base en Asturias y que quizás dominó también la primitiva Castilla) y Ramiro I por controlar el trono pero en esa época ni siquiera consta que en Castilla hubiera dirigentes propios.

Y en cuanto a la época de Fruela II, algunas versiones relacionan los hechos con el apresamiento de varios condes castellanos en el reinado de su hermano y predecesor: Ordoño II. Ordoño, en torno al 920, mandó apresar a varios magnates castellanos (Nuño Fernández, Fernando Ansúrez, Abolmondar Albo y su hijo Diego) tras un derrota en Valdejunquera. El resquemor que este hecho causó en la nobleza castellana es la razón que algunas versiones de la historia apuntan para que ésta se rebelara contra su sucesor Fruela II. Pero en esta época ya tenemos una serie de documentos firmados por condes de distintas demarcaciones castellanas y ninguno de ellos tienen los nombres asignados a los Jueces de Castilla.

Por otro lado, en todo momento se confunde el nombre de un personaje real: el padre del conde Fernán González. En todas las versiones se le llama Gonzalo Núñez para hacerle descendiente de uno de los jueces. Sin embargo realmente se llamaba Gonzalo Fernández.

El último historiador que trató de justificar la leyenda y que consideraba que tenía base real fue Justo Pérez de Urbel en su obra El condado de Castilla, vol.I (1969). Desde entonces es ya unánime la opinión de que Nuño Rasura y Laín Calvo son dos personajes inventados varios siglos después de los hechos que narra la leyenda. Veremos enseguida, trazando una cronología de la génesis del mito, que no hay noticias anteriores fidedignas y sí continuas invenciones, añadidos y recreaciones a partir del siglo XII.

A pesar de ello, la tradición ha sido duradera y podemos encontrar en muchos lugares restos materiales y tradiciones de la actividad de estos jueces de Castilla.

Génesis y evolución de la leyenda de los Jueces de Castilla

Los Jueces de Castilla aparecen de forma progresiva en la obras medievales. El primero en hacerlo es Laín Calvo en la Historia Roderici, una obra biográfica del Cid Campeador compuesta en el nordeste de España entre los años 1188 y 1190. Laín Calvo sería un antepasado de Rodrigo Díaz pero al que no asocia ningún rango o función. Así lo narra:

«Su genealogía es la siguiente: Laín Calvo engendró muchos hijos; entre ellos se contaron Fernando Laínez y Bermudo Laínez. Fernando Laínez engendró a Laín Fernández. Bermudo Laínez engendró a Rodrigo Bermúdez. Laín Fernández engendró a Nuño Laínez, Rodrigo Bermúdez engendró a Pedro Fernández, y a una hija, de nombre Eylo. Nuño Laínez recibió a esta Eylo como esposa y engendró de ella a Laín Núñez. Laín Núñez engendró a Diego Laínez. Diego Laínez engendró a Rodrigo Díez el Campeador de la hija de Rodrigo Álvarez, hermano de Nuño Álvarez, que tuvo el castillo de Amaya y otras muchas regiones.[…]».

Nuño Rasura, por su parte, aparece por primera vez en la Crónica Najerense, de en torno al año 1190, en el libro III, 1:

«[…] Igualmente se ha de saber que Nuño Belchédiz engendró a Nuño Rasura. Nuño Rasura engendró a Gonzalo Núñez. Gonzalo Nuñez engendró al conde Fernán González. […]».

Vemos que en esta ocasión es parte del árbol genealógico del conde Fernán González. De momento, a fines del siglo XII, aún no existe la leyenda de los jueces de Castilla pero ya han hecho aparición sus protagonistas. La elaboración de la leyenda ocurre en los momentos finales del siglo XII y los inicios del siglo XIII en una serie de crónicas de la zonas navarra y riojana. La primera vez en que ambos son nombrados como Jueces de Castilla es en El Linage de Rodric Díaz, un texto en lengua romance de en torno al 1195 con una breve biografía de El Cid Campeador.

«Este es el linage de Roy Diaz, el que dixieron mio Cid el Campeador, como vino derechamient del linage de Lain Calvo, que fue compañero de Nuño Rasuera, et fueron ambos Judices de Castiella. Del linage de Nuño Rasuera vino el Emperador; del linage de Lain Calvo vino mio Cid el Campiador. Lain Calvo ovo dos fillos, Ferran Lainez, et Bremund Lainez; Ferrand Lainez ovo fillo a Lain Fernandez. Bremund Lainez ovo fillo a Roy Bremundez. Lain Fernandez ovo a Lain Nuñez. Roy Bremundez ovo a Ferrand Rodriguez. Ferrand Rodriguez ovo fillo a Pedro Fernandez, é una filla que ovo nombre Donelo. Nuño Lainez tomó por muger a Donelo, et ovo fillo della a Lain Nuñez. Lain Nuñez ovo fillo a Diago Lainez, padre de Roy Diaz el Campiador […]»

Pocos años después aparece la primera ambientación histórica de la leyenda de los Jueces de Castilla. Aparece en una crónica que no pertenece a Castilla sino al reino de Aragón. Se trata del Liber Regum o Libro de las generaciones y linajes de los reyes, escrita en romance navarro-aragonés entre los años 1194 y 1209. Al poco tiempo, en torno al 1220, fue traducida al castellano y ha dicha traducción se le da el nombre de Cronicón Villariense. Vamos a seguir esta versión para escribir la primer aversión conocida de nuestra leyenda:

«Est rei don Alfonso (Alfonso II) non lexo fillo ninguno, ni non remaso omne de so lignage qui mantouiesse el reismo, et estido la tierra assi luengos tiempos. E pues acordoronse et eslieron dos iudices porques cabdellassen destos dos iudices: el uno ouo nomne Nunno Rasuera et el otro ouo nomne Lain Calbo. De el lignage de Nunno Rasuera uino l’ emperador de Castiella. E del lignage de Lain Calbo uino mio Cith el campiador. Nunno Belchidez ouo fillo a Nunno Rasuera. Nunno Rasuera ouo fillo a Gonçalbo Nunnez. Gonçalbo Nunnez ouo fillo al comte Fernand Gonçalbez[…]»

Tenemos pues ya situados a nuestros jueces: Aparecen a la muerte de Alfonso II, el Casto, en el 842, en un contexto de enfrentamiento entre Nepociano y Ramiro I por el control del reino de Asturias y son elegidos para liderar a los castellanos ante la existencia de un interregno.

Hemos visto que el mito se origina fuera de las fronteras de Castilla, en las crónicas navarras y aragonesas de fines del siglo XII. A las pocas décadas la historia de los Jueces comienza a aparecer también en la historiografía de León y Castilla. El primero en recoger el testigo el obispo Lucas de Tuy en su Chronicum Mundi, escrita en 1236. Lucas sitúa el suceso en el breve reinado de Fruela II, el Leproso sobre León, entre los años 924 y 925. Esta es su versión, en el capítulo XXIX:

«De los juezes que en vida de Floilano rey fueron elegidos sobre los de su reyno.

En vida del rey Floilano, los nobles de Castilla contra él recibieronlo por tirano non lo queriendo tener por rey. Mas escogieron para sí dos juezes, nobles caualleros, conviene a saber, Nuño Rasura de Catalueña y Layn el Caluo de Burgos, el qual non quiso (de) resçibir el juzgado. Mas Nuño Rasura, como era varón sabio, demandó a todos los condes de Castilla que le diesen sus fijos para criar. Y él tenia un fijo que llamauan Gonçalo, el qual crió con los otros fijos de los nobles. Houose sabiamente Nuño Rasura en su juzgado, y toda Castilla juzgó hasta el río de Pisuerga mientras que biuio. Estonces se angostó el reyno de León y fizo parada en el dicho rio. Los caualleros castellanos leuantaron para sy juez aqueste simple cauallero, porque si de sus nobles feziesen juez, los querria enseñorear por rey; mas despues de la muerte de Nuño Rasura, los nobles sus criados fezieron juez para sí a su fijo Gonçalo Nuñez, y aún llamáronlo conde, y dieronle por muger la muy noble Ximena, fija de Nuño Fernandez, de la qual ouo fijo por nonbre Fernando. Mas el sobredicho Gonçalo Nuñez fue juesto en sentencia, noble en armas, [e] muchas batallas traxo al reyno de los leoneses. […]»

Siete años después la historia es incorporada, con variantes, a De Rebus Hispaniae del obispo Rodrigo Jiménez de Rada. En el libro V, capítulo I cuenta así su historia:

«Cap. I – Sobre el rey Fruela y los jueces de Castilla

A la muerte de Ordoño le sucedió en el trono su hermano Fruela en la era 932, y reinó durante un año y dos meses. […] Por esta época los nobles de Bardulia, que ahora se llama Castilla, considerando que Nuño Fernández. Almondar Albo y su hijo Diego, nobles de aquellas tierras, habían sido muertos alevosamente por el rey Ordoño cuando éste los había citado para una entrevista, y que Fruela se comportaba con la misma crueldad, y otras muchas afrentas que sufrían en León por parte de los reyes y gente de la corte cuando allí acudían a pedir justicia, y dándose cuenta también de que las fronteras de su tierra estaban amenazadas por todas partes y de que en vez de justicia conseguían desprecios y atropellos, miraron por ellos mismos y por sus descendientes y eligieron a dos caballeros, no de los más poderosos sino de los más ecuánimes, y los hicieron jueces para que apaciguasen con sus decisiones los desacuerdos y los motivos de querella en su patria.

Uno de ellos fue Nuño Núñez, llamado Rasura, hijo de Nuño Bellídez; el otro se llamaba Laín Calvo; éste, sin embargo, atendía nada o muy poco a los juicios, antes bien andaba continuamente pensando guerras y batallas, pues se enfurecía fácilmente y no soportaba con tranquilidad las vistas de los pleitos, cosa que no conviene a quien juzga. De su familia nacieron muchos y destacados nobles de Castilla. Laín Calvo tuvo dos hijos, Fernando Laínez y Vermudo Laínez; Fernando engendró a Laín Fernández; Laín, a Nuño Laínez; Nuño casó con Egilón, de la que tuvo un hijo, Laín Núñez; Laín Núñez engendró a Diego Laínez; Diego Laínez casó con la hija de Rodrigo Álvarez de las Asturias, hombre noble e influyente, y de ella tuvo a Rodrigo Díaz, que fue llamado el Campeador. El otro hijo de Laín Calvo se llamaba Vermudo Laínez; Vermudo engendró a Rodrigo Vermúdez; Rodrigo, a Fernando Ruiz; Fernando, a Pedro Fernández, no el que fue llamado el Castellano.

Cap. II – Sobre Nuño Rasura y sus hijos

Nuño Núñez, conocido como Rasura, fue un hombre sensato y discreto, hábil y juicioso, trabajador, serio, y por esta razón era querido por todos, hasta el punto de que apenas hubo quien estuviera en desacuerdo con sus fallos o recurriera sus decisiones, que sin embargo tomaba muy de tarde en tarde, pues ponía fin a casi todo con una amigable reconciliación; y así todos lo apreciaban, de forma que no quedaba resquicio alguno a la malediciencia o la envidia.

Este tuvo un hijo llamado Gonzalo Núñez, que ya desde su adolescencia destacaba sobre los de su edad por su buena disposición, y con estos buenos augurios agradaba a todos. Su padre Nuño les pidió a casi todos los caballeros de Castilla sus hijos pequeños para criarlos, y los educó con tal cariño, cuidado y buenas maneras que los padres de los jóvenes, a la vista del progreso de sus hijos, se reconocían obligados a tal ayo; y los mismos jóvenes apreciaban tanto a Gonzalo Núñez, que casi lo tenían por señor y no consentían en alejarse de su presencia ni por un momento.

Cuando con el tiempo llegó a ser caballero, luchaba valientemente y aportaba a su patria las delicias de la paz, de modo que, a la muerte de su padre, fue elegido por unanimidad en su lugar, y además le encomendaron la jefatura del ejército a petición de los que se habían criado con él. Y casó con una mujer de lo más noble, Jimena, hija de Nuño Fernández, de la que tuvo un hijo llamado Fernán. Fue (Gonzalo Núñez) tan apreciado como su padre, sincero al hablar, justo en sus fallos, glorioso en el combate; pues ensanchó las fronteras de su patria guerreando valerosamente contra los árabes. […]»

El texto es bastante más extenso que las versiones anteriores y nos informa de que la causa de la rebelión castellana es el ajusticiamiento de unos nobles castellanos por Ordoño II, el hermano de Fruela II. Este hecho unido a los ya conocidos agravios hacen que los castellanos se rebelen y nombren a sus jueces. Unos jueces de los que traza unos perfiles personales muy detallados aunque conservando a un Nuño Rasura justo y a un Laín Calvo animoso y preparado para la guerra.

De aquí la historia pasa al Poema de Fernán González, concretamente entre los versos 157 a 165. En este caso retrotrae la historia de nuevo hasta la muerte de Alfonso II. De nuevo los castellanos se sienten desamparados al no haber un sucesor claro en el reino, deciden nombrar dos jueces que los gobiernen, de uno de los cuales, como cuentan las anteriores versiones, procede el conde Fernán González.

Y, como no podía ser menos, si el monasterio de San Pedro de Arlanza, que tanto quería vincularse a Fernán González, hablaba del linaje de dicho conde y de los jueces, el monasterio de San Pedro de Cardeña, hizo lo propio con el linaje de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, en su Leyenda de Cardeña, un conjunto de obras en prosa de mediados del siglo XIII.

Todas estas fuentes citadas serán incorporadas a la Primera Crónica General mandada compilar por el rey Alfonso X, el Sabio. Esta será su versión cuasi definitiva, copiada y recopiada a lo largo de los siglos en las siguientes historias de España de forma que hasta el siglo XX no fue posible separar la historia de la leyenda, la verdad positiva del mito.

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