En lo alto de la villa segoviana de Fuentidueña, donde aún se conservan imponentes restos de su recinto fortificado, se encuentran también las ruinas de la iglesia de San Martín. El templo es de claro origen prerrománico, seguramente de mediados del siglo X cuando la zona fue incorporada a los dominios del reino de León. No es posible determinar con exactitud si fue por obra del conde castellano Fernán González, quien había tomado Sepúlveda en el 940; o por la acción de Assur Fernández, conde de Monzón, que tenía como base las fortalezas de Peñafiel y Sacramenia.
Tras las campañas de Almanzor a fines del siglo X, de las cuales una se dirigió contra la cercana Sacramenia (983), la zona fue abandonada o tomada por las tropas cordobesas hasta que, seguramente ya en tiempos de Fernando I, fue de nuevo incorporada al reino leonés.
El templo que actualmente se conserva tiene dos fases constructivas. La primera de mediados del siglo X, en estilo prerrománico, a la que pertenecen la nave del edificio y la torre. En una segunda fase, en el siglo XII, se construyó un ábside en estilo románico. Desde mediados del siglo XIII la iglesia se fue abandonando. El barrio alto de Fuentidueña se abandonó trasladándose la población más hacia la orilla del río Duratón. En el año 1612 ya se encontraba en ruinas.
A su alrededor se ha excavado una necrópolis altomedieval con más de un centenar de tumbas excavadas en la roca.En 1931 se declaró Monumento Nacional. Pero esto no fue obstáculo para que sufriera un expolio posterior.
El expolio del ábside de San Martín de Fuentidueña: de Castilla a Nueva York (1957)
A pesar de que la Iglesia de San Martín estaba protegida como Monumento Nacional desde 1931, su ábside se cedió en 1957 de forma ‘temporal indefinida’ al gobierno de Estados Unidos de América a cambio de seis pinturas de San Baudelio de Berlanga (Soria). Un caso más de vergonzoso desinterés por nuestro patrimonio.
El desmontaje del ábside empezó a finales de 1957. Enumerando piedra por piedra, varios operarios desmontaron durante cerca de seis meses el ábside y guardaron las 284 toneladas de piedras en cientos de cajas que fueron trasladadas en un barco desde el puerto de Bilbao hasta Nueva York, en concreto hasta el Museo de los Claustros de Nueva York, donde se reconstruyó añadiendo al interior pinturas y adornos que nunca tuvo. La reconstrucción terminó en 1961.