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El obispado de Amaya

por Javier Iglesia Aparicio
1 comentario 1,1K visitas 7 min. de lectura
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Peña del Castillo en Peña Amaya

Amaya era una de las plazas fuertes del condado original de Castilla desde su toma por el conde Rodrigo en el año 860 y, previamente, fue una de las poblaciones más importantes del ducado visigodo de Cantabria.

A pesar de su importancia para la historia del condado de Castilla, no es demasiado bien conocido su discurrir histórico. Y uno de los enigmas que se plantea es si, en algún momento, fue la sede de un obispado.

¿Existió un obispado en Amaya en época visigoda?

No existe una completa seguridad sobre si Amaya ya tuvo sede episcopal en época visigoda. Las actas de los concilios toledanos celebrados hasta el año 693 no la mencionan.

Sin embargo, Amaya aparece (dentro de la provincia Tarraconense) en la versión ovetense (Códice Ovetense de la Biblioteca de El Escorial, códice R-II-18, fo. 65) de las Nominae sedium episcopalium, un documento datado en el siglo VIII1, aunque no se cita en versiones más tardías del mismo. Claudio Sánchez-Albornoz abogó por su existencia con anterioridad a las campañas de Leovigildo2, mientras que L. Serrano3, A. Barbero y M. Vigil4 ha defendido la inexistencia de este obispado.

Llegados a este punto, se antoja difícil llegar a alguna conclusión. Pero, dado que se considera que el documento más antiguo de las Nominae posee un alto grado de fiabilidad, es posible que de haber existido, la sede de Amaya apareciera después del 693.

Quizás la sede se creó después de la invasión musulmana y representara la diócesis de los restos del ducado de Cantabria que no fueron invadidos por los musulmanes. Por desgracia, de momento, es una hipótesis que no se puede demostrar.

El obispado de Amaya en los siglos IX y X

El panorama de las sedes episcopales en el condado de Castilla entre los siglos IX y XI es sumamente confuso. Existen varias diócesis, algunas de nueva creación como Valpuesta; otros de corto recorrido como Muñó, y Sasamón; otras de larga tradición como Oca, y una serie de obispos sin una sede conocida a los que se ha denominado obispos errantes.

Sobre Amaya solo conocemos dos menciones y también muy inseguras. La primera es un documento, muy sospechoso de haber sido interpolado, que cita a un Natalis Amatensis seis episcopus. Procede de la catedral de León y podría ser del 27 de agosto del 916.5

La segunda es un documento del 5 de noviembre del 927, en época de Alfonso IV, también de la catedral de León6 y dice así:

Regnante glorioso principe nostro domno Adefonso, cum coniuge sua Onnega regina, anno regni sui secundo, in ciuitate Legione… Na(ta)lis, episcopus Amatense sedis.

El obispo Nalis o Natalis sería el obispo de la sede Amatense o Amaiensis, que se ha identificado con Amaya. Para el editor del documento, Amatense sería una mala lectura de Aucense y dice que sería el mismo Natalis Aucense sedis episcopus de un diploma de Ordoño II el 24 de abril del 918. Para Gonzalo Martínez Diez este Amatense debería leerse como Amaiense.

Este mismo autor supone que un obispo llamado Gustremido, que aparece en un documento del 23 de mayo de 932 (Gustremidus episcopus rb.) del cartulario de San pedro de Cardeña, sería el titular de la sede de Amaya, pero sin aportar ninguna otra prueba.7

Se puede plantear que, una vez que Amaya es incorporada de forma efectiva al reino de León dentro del condado castellano se convierte en un núcleo de poder territorial y que el nombramiento de un obispo ayudaría en cierto modo a organizar los territorios cercanos.

Se ha supuesto también que el obispado de Amaya se desplazaría luego a la fortaleza de Muñó, ya sobre el río Arlanzón. Su primer obispo conocido es Basilio en el 932.


Bibliografía

Organización episcopal y poder entre la Antigüedad tardía y el Medievo (siglosV-XI) : las sedes de Calahorra, Oca y Osma | Martín Viso | Iberia. Revista de la Antigüedad (unirioja.es)

La Tarraconense occidental, de la reforma de Diocleciano a la reforma gregoriana (openedition.org)


  1. Sánchez-Albornoz, Claudio: Fuentes para el estudio de las divisiones eclesiásticas visigodas, en Investigaciones y documentos sobre las instituciones hispanas, Santiago de Chile, 1970, pp. 66-107.
  2. Sánchez-Albornoz, Claudio: Sobre las Nominae Sedium Episcopalium visigodas, en Investigaciones y documentos, pp. 108-113
  3. Serrano, L.: El obispado de Burgos y Castilla Primitiva, vol. I, Madrid, 1935, Instituto de Valencia de Don Juan, pp. 31-32.
  4. Barbero, A.; Vigil, M.: Sobre los orígenes de la Reconquista, Ariel, 1984, pp. 78-79
  5. Sáez, E.: Colección documental del Archivo de la Catedral de León (775-1230) Vol I (775-952), Centro de Estudios e Inv. San Isidoro, 1987, doc. 62, pp. 103-105.
  6. Sáez, E.: Colección documental del Archivo de la Catedral de León (775-1230) Vol I (775-952), Centro de Estudios e Inv. San Isidoro, 1987, doc. 75, pp. 124-129.
  7. Martínez Diez, G: Colección documental del Monasterio de San Pedro de Cardeña, Caja de Ahorros y Monte de Piedad del Círculo Católico de Obreros de Burgos, 1998, doc. 23.

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1 comentario

Esteban Viniegras 28/03/2022 - 10:13

Hasta dónde alcanzó el sarraceno?
Llegó a mojarse el pie en Laredo?
Puso en el Cantábrico su credo?
o no alcanzó esa Mar, el agareno?

Hay vestigios que hubiera cruzado.
en primavera o en el seco estío,
montañas que en invierno helado
habitan páramos yermos y baldíos?

Muy difícil que su voluntad alcanzara
el esfuerzo que requiere la aventura
de ocupar esas tierras sin almazara

y mantenerlas en generación futura.
Aunque fueran expertos en algaras,
sin barcas que en la Mar piden bravura.

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