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Viñas y vino en la documentación altomedieval de San Pedro de Cardeña

por Javier Iglesia Aparicio
1 comentario 747 visitas 6 min. de lectura
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La vendimia representada en el Beato de Lorvão (1189)

No cabe duda de que las viñas, las uvas y, sobre todo, el vino son uno de los productos más apreciados en la Edad Media. Hoy en día lo podemos adquirir casi en cualquier tienda o, aún más cómodo, comprar vino online. Pero en la Alta Edad Media, debido a la dificultad de transporte, cualquier monasterio o abadía disponía de sus propios viñedos de cuyas uvas elaboraba el vino que luego consumían los monjes.

Ese es el caso del monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos). Rastreando en su documentación entre los siglos IX y XI existen multitud de referencias a la compra venta de viñas, y a medidas del propio vino. Repasemos algunas de ellas.

Bodegas de San Pedro de Cardeña
Bodegas de San Pedro de Cardeña

Primera referencias a viñas en la documentación

El 1 de mayo del 921 un tal Omahia dona diversas propiedades en la zona de Pedernales al monasterio. Al delimitar éstas, cita una que llega justo hasta una uinea de fratres, es decir, junto a una viña de los monjes. Luego, ya pocos años después de su fundación, los monjes de Cardeña disponían de viñedos propios.

La compra venta de viñedos es habitual ya en la época. Por ejemplo, Gómez y su mujer María venden, el 1 de octubre del 929, a Zaid una viña localizada entre Cardeñadijo y Escobilla por 40 sueldos de plata. Y en el 937 Munio vende la mitad de una viña que posee con su hermano Donnu a Anderquina a cambio de que, a la hora de su muerte, le pague la mortaja y las misas.

El propio monasterio de Cardeña va expandiendo su posesión de viñedos por diversos medios.

El primero mediante la compra de nuevos viñedos. El primer caso es del 1 de mayo de 939 cuando el monasterio compra a Félix y su familia una viña situada en Quintana junto al río Cabia.

Pero otro método muy habitual era el de la donación por diversos motivos. Puede ser para rezar por el alma de algún difunto, como es el caso de Rahema, que por el alma de su hijo, el presbítero Bibiano, da una viña situada en Revenga el 4 de mayo del 939.

O porque algún nuevo miembro ingresa en el monasterio y hace una donación. Esto es lo que hizo el presbítero Braulio en el 942 aportando entre otras posesiones viñas en el entorno de Villayerno. O, incluso, para congraciarse con el monasterio como hicieron los habitantes de Villabáscones a mediados del siglo X.

La tercera forma de obtener viñas era la permuta, como cuando el 23 de diciembre del 941 Juan y su familia cambian una serie de posesiones por una viña en Revenga.

Son numerosísimas la menciones a las viñas en esta documentación. Pero, ¿y las referencias al propio vino?

Primeras menciones del vino en la documentación

El vino, al igual que los cereales, la vestimenta, las joyas o los animales, eran también intercambiados para obtener otros bienes. Las referencias al vino como artículo de intercambio son mucho menos frecuentes pero nos sirven para conocer cómo se medía la cantidad de vino en la época altomedieval en Castilla.

El 1 de enero del 949 Álvaro y su familia venden una serie de tierras junto al río Esgueva y reciben, entre otras cosas, dos pozales de vino. Y el 1 de febrero de ese año, una tal Monita recibe por otra venta varios bienes como seis pozales de vino.

En un acuerdo realizado el 30 de junio del 963 entre la ex-abadesa Menosa de San Julián y Osicia, la nueva abadesa, le da una serie de bienes entre los que se encuentra siete aranzadas de vino.

El 6 de febrero Juan Melquiz y su familia reciben de San Pedro de Cardeña cuatro galletos de vino. El 23 de enero de 1025 Ectavita y su familia reciben del mismo cenobio dos kannatillas o cañadillas de vino.

Y el 6 de enero de 1048 una serie de propietarios, al vender sus tierras a una tal doña Elvira, reciben como pago copelas de vino y soldata de vino.

Es casi imposible determinar a qué capacidad se refería exactamente cada medida. El pozal era el recipiente donde caía el mosto tras pisar la uva pero desconocemos la capacidad del mismo. Una aranzada era el vino equivalente a un arienzo, es decir a 8 o 12 sueldos o sólidos de plata. Un galleto parece algún recipiente de vino pero desconocemos su tamaño; algo similar pasa con la cañadilla. Una copela suponemos que sería una copa de vino que equivaldría a unos 0,126 l. Por último, una soldata suponemos que sería el equivalente a un sólido de plata.

Hoy en día el monasterio aún conserva las bodegas, las más antiguas de época románica, del siglo XI. Y con sus propios viñedos los monjes elaboran diversos caldos que comercializan bajo la marca Valdevegón.


Bibliografía

Martínez Díez, Gonzalo: Colección documental del Monasterio de San Pedro de Cardeña, Caja de Ahorros y Monte de Piedad del Círculo Católico de Obreros de Burgos, Burgos, 1998

1 comentario

Juan del Pisuerga 27/06/2019 - 09:02

Vaya, vaya con los monjes
cómo le daban al vino
Hacían como el Calonge
antes de atender al lino
se preparaba el ponche.

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