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Leyenda del Vado de Cascajar

por Javier Iglesia Aparicio
1 comentario 1,7K visitas 9 min. de lectura
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Nuestra Señora del Rivero en San Esteban de Gormaz

Hechos históricos

Sin que pudiera evitarlo García Fernández, último hijo y sucesor de Fernán González, en junio del año 975 Galib, jefe militar de Medinaceli, atacó y taló los campos de San Esteban de Gormaz, rechazando a los cristianos hasta cerca de Langa y volviendo cargado el botín. El 14 de julio de 975 se dio noticia de esta victoria en las dos aljamas de Córdoba y de Medina Azahara.

A partir del año 977 Castilla, al igual que el resto de los reinos cristianos, sufrirá las acometidas de Almanzor, el hombre fuerte de Córdoba. En el 981, en el transcurso de la 13ª campaña de Almanzor, el conde García Fernández, el rey Sancho II de Pamplona y Galib se enfrentaron a Almanzor en la batalla de Torrevicente y fueron derrotados.

Entre los años 980 y 989, Almanzor hizo campañas contra la zona de San Esteban. En el 993 logró tomar los arrabales de San Esteban y definitivamente conquistó la fortaleza en el 994.

¿Qué cuenta la leyenda?

Cuentan que el caballero Fernán Antolínez, yendo en la mañana de Pascua a incorporarse en las huestes del conde de Castilla García Fernández, oyó tocar a misa en el templo de Nuestra Señora del Rivero y, entrando a oír el rezo, dejó el caballo amarrado a la puerta del atrio. Salió después de haber oído tres misas y al tomar el caballo y las armas para dirigirse al campamento, le anunciaron que se había realizado la batalla quedando victoriosas nuestras tropas.

Pensando que atribuirían a la cobardía su tardanza quedó indeciso de presentarse al conde… pero se resolvió a hacerlo, recibiendo la agradable sorpresa que el conde le dio, al saludarle, con estas palabras: «¡Por ti hemos tenido feliz día Pascual! ¡Vivas muchos años!». Desde entonces cambió su nombre haciéndose llamar ¡Pascual Vivas!, en memoria de este fausto acontecimiento.

Según la Crónica General y el Romancero, mientras Fernán Antolínez permaneció en el templo del Rivero, asistiendo a la misa y pidiendo a Nuestra Señora su protección, un mensajero divino, un ángel del cielo tomó la forma del piadoso caballero y esgrimiendo sus brillantes armas derribó al jefe de los infieles en el paso del Vado de Cascajar. El hecho sucedió, no en el Convento de Santa Olalla, según afirman algunos, porque desde él no se podía ver la pelea, como dice la Historia General, sino en el de Nuestra Señora del Rivero, que está encima del Vado.

Cuando murió Antolínez dejó encargado que lo enterrasen en el Templo de Nuestra Señora del Rivero. El epitafio del sepulcro dice así. “Aquí yace ¡Vivas Pascual! cuyas armas lidiaban oyendo misa…”.

La leyenda en las Cantigas de Alfonso X

Recogida por primera vez por Alfonso X el Sabio en la Cantiga LXIII (1277), titulada Cómo Santa María sacou de uergonna a un caualeiro que ouuer´a seer en a lide en Sant´Esteuan de Gromaz, de que non pod´y seer polas suas tres missas que oyú, más tarde pasó a formar parte de la Primera Crónica General que el propio Rey Sabio mandó componer. A continuación reproducimos el texto, en castellano actual, de la cantiga LXIII:

Quien bien sirve a la Madre del que quiso morir por nosotros nunca puede caer en vergüenza.

De esto quiero contaros un milagro
que hizo Santa María, si Dios me ayuda,
por un caballero al que quiso guardar
de una gran vergüenza en que creyó caer.

Este caballero, por lo que aprendí,
era liberal y valiente, que,
ni allí donde él moraba ni en todo su alrededor,
otro tal no podía hallarse que tuviera tal saber.

y era de buenas costumbres
y nunca quiso tener paz con los moros;
por ende entró en lid en San Esteban de Gormaz,
cuando Almanzor quiso tomarlo,

luchando, al lado del conde don García,
que en aquel tiempo tenía el lugar,
que era buen hombre y de tal corazón
que de los moros se hacía temer.

Este conde fue señor de Castilla
y tuvo gran guerra con el rey Almanzor,
que vino a cercar, todo en derredor,
a San Esteban, creyendo poder tomarlo.

Pero el conde se defendía muy bien,
porque era valeroso y de buen juicio;
por ello no cedía un palmo de lo suyo
sino que iba a acometerlos muy reciamente.

Pues el caballero de que os hablaba,
tanto hizo en armas, a lo que sé,
que no hubo lid ni muy buen torneo
en que no se hiciese tener por bueno.

y le sucedió un día que quiso salir con el conde
la hueste para ir a enfrentarse con los moros;
quiso antes, sin embargo, oír misa,
como cada día solía hacerlo.

Después de que estuvo en la iglesia,
se arrepintió mucho de sus pecados
y oyó la misa de Santa María,
sin que nada faltas, y otras dos que luego se dijeron,
que eran, también, de la Reina espiritual.
Pero un escudero suyo lo trajo a mal traer, diciéndole:
“Quien en tal lid como ésta deja de sal
nunca debe volver a aparecer”.

Por cosas que le dijese aquel escudero suyo,
él no les dio atención, pero dijo a Santa María:
“Tuyo soy, sácame de esta vergüenza,
pues tienes poder para hacerlo”.
Las misas oídas, luego cabalgó
y en el cantino encontró al conde,
que le echó al cuello el brazo derecho diciendo:
“En buena hora os he conocido.

Que, si no fuese por vos, juro por Dios,
que fuéramos vencidos yo y los míos;
pero tantos matasteis vos de sus moros
que el rey Almanzor hubo de darse por vencido.
y tanto hicisteis por ganar honor,
que jamás caballero alguno hizo otro tanto
ni sufrió de igual modo en armas
como en esta ocasión vos para vencer a los moros.

Pero os ruego, porque lo habéis menester,
que cuidéis de vuestras llagas, señor,
que yo tengo un ungüento de Montpellier
que puede pronto curaros de ellas”.

Dijo esto el conde, y luego más de tres
le dijeron estas mismas razones,
y él de todos tomó tal vergüenza,
que, con ella, se creyó perdido.

Pero después que vio sus armas
y reconoció que estaban melladas,
luego reconoció que había sido milagro,
porque bien entendió que de otro modo no podría ser
Y, después que lo hubo comprendido,
estuvo bien seguro de que Santa María
no quiso dejarlo caer en vergüenza,
y fue a entregarle maravedís y otras ofrendas.

Cantiga 63 de Alfonso X el Sabio
Cantiga 63 de Alfonso X el Sabio

Se puede consultar el texto original de la cantiga en este enlace.

Desde entonces, la leyenda ha sido recogida por numerosos autores hasta nuestros días, con notables variantes y adiciones que han ido añadiéndose a la original. Por ejemplo, Don Lorenzo de Sepúlveda inmortalizó este milagro, que hizo la Virgen del Rivero para librar de la afrenta al caballero Antolínez, componiendo un canto de gesta publicado en el Romancero.

Curiosidades

El Auto Sacramental de Calderón de la Barca, que trata sobre esta leyenda, se ha representado en San Esteban de Gormaz en tres ocasiones en la escalinata del Rivero, siempre por actores aficionados del pueblo, pero con montajes espectaculares: la primera, el 5-IX-1969, la segunda el 2- IX-1978, la tercera, con motivo del tricentenario de Calderón, el 29-VIII-1981 y la cuarta el 30-VIII-1997. Es intención de sus habitantes el que perdure esta tradición.

Por otra parte, en el siglo XVI se incorpora a la galería de la iglesia de Nuestra Señora del Rivero un arco sepulcral cobijado por un arco plateresco donde un arcaico epitafio alude al fervoroso caballero célebre del milagro del Vado del Cascajar, al caballero que se conocería con el nombre de Vidas Pascual. En dicho sepulcro están escritas las palabras “Aquí yace Vidas Pascual que el oyendo la aquí misa lidian sus armas”.

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1 comentario

Rocío de Rivero 31/08/2015 - 00:20

Muy linda la leyenda.

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