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El mundo suevo en Castilla y León: La sede asturicense – Libro

por Javier Iglesia Aparicio
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El mundo suevo en Castilla y León: La sede asturicense
El mundo suevo en Castilla y León: La sede asturicense Book Cover El mundo suevo en Castilla y León: La sede asturicense
Tomás Mañanes Pérez
Historia medieval
Epraxis
2012
104

“Y así, con las cuatro plagas, la de la espada, la del hambre, la de la peste y la de las fieras, que asolan el orbe entero, se cumplen los presagios anunciados por el Señor a través de sus profecías”.

Así nos describe el cronista Hidacio, nacido en Aquae Flaviae (Chaves) aquellos tiempos revueltos en los que el imperio agonizaba y aún no habían surgido los reinos medievales. Era la época de las invasiones germánicas. En el noroeste de la Hispania romana, a caballo entre las ciudades de Brácara y Lucus, el pueblo suevo, venido desde las orillas del río Oder, se instaló en el territorio de los conventos jurídicos del Bajo Imperio: Brácara, Lucus y Astúrica.

Este proceso producido entre los años 409 (entrada de los bárbaros en Hispania) y 585 (asimilación de los suevos por Leovigildo), duró apenas dos siglos. Durante este tiempo los suevos, se asentaron en el noroeste de la península ibérica. Desde el Finisterre galaico realizaron numerosos ataques contra los hispanorromanos y visigodos, quienes primero desde Toulouse y luego desde Toledo fueron arrinconándoles hasta que Leovigildo disolvió al pueblo suevo dentro del reino visigodo.

Es en ese precario escenario, pueblo nómada que no acaba de asentarse en el lugar más atlántico de Hispania, en el que Tomás Mañanes realiza su investigación que casi mejor deberíamos calificar de ‘adivinanza’, puesto que las fuentes históricas del período son muy escasas, lejanas y contradictorias. A partir de las últimas fuentes romanas y las primeras visigodas, tanto escritas como arqueológicas, el autor reconstruye un mundo provisional que se disolvió en el visigodo como un azucarillo en el café: ‘el mundo suevo’.

Es por esta razón que Mañanes se agarra a las fuentes históricas y arqueológicas, así como al análisis topográfico y toponímico. La fuente escrita analizada es el Parroquial Suevo, lista de las diócesis suevas con sus iglesias y parroquias, tal y como se consignaron en el Concilio de Lugo del año 569 y que se ha transmitido en las recopilaciones de distintos historiadores. En dicha lista aparece Brácara como sede metropolitana de la que dependían Coimbra, Porto, Lamego, Viseu, Idaña y Dumio; y por otra parte, como una vicaría de Bracara, Lucus de la que dependían Iria-Flavia, Orense, Tuy, Mondoñedo y Astúrica.

El estudio se centra en los territorios de las diócesis de Astorga, Orense, Viseu y Lugo. Con mayor detalle se trabaja la diócesis asturicense, fijando y analizando los asentamientos seguros así como estableciendo hipótesis sobre los problemáticos: Asturica (Astorga), Legio (León), Bérgido (Cacabelos), Petra Speranti (San Pedro de Montes o Pedredo) , Comanca (Coyanza), Ventosa (Benavente), Maurelos (Moreruela), Senimure, (Teso de San Martín) Fraucelos (Villalcampo), y Pesicos (Castro de los Frenos). Una lista que se extiende de norte a sur siguiendo las aguas del Órbigo y Esla.

El esfuerzo que hace Mañanes nos muestra, como dijera Modesto Lafuente en su historia de España allá por el siglo XIX, que el suevo fue un “pueblo misterioso que parece haberse complacido en ocultarnos su historia”.

El librito de Tomás Mañanes es una importante contribución que saca brillo a lo poco que sabemos de los suevos en ese arco que une las dos capitales visigóticas de occidente: Toulouse y Toledo.

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