Los manuscritos visigóticos: estudio paleográfico y codicológico. 2 vols. Cultura medieval
Fundación San Millán de la Cogolla
2002
229
El libro viene a rellenar un hueco en los estudios dedicados a los códices visigóticos. Su datación, como nos indica el coordinador, ha sido un problema desde antiguo, oscilando hasta tres siglos en diferentes casos, sin olvidar los desacuerdos que ha habido con respecto a la fecha de las Glosas Emilianenses.
Al parecer, la carencia de un soporte metodológico fiable aconseja la colaboración de distintos especialistas, paleógrafos, expertos en codicología, investigadores de la historia social y política, lingüistas e historiadores del Arte o de la Literatura, ya que la interdisciplinariedad enriquece cualquier análisis que se emprenda al poder estudiarlo desde variadas perspectivas, cosechando datos complementarios que aportan luz para desentrañar los interrogantes que se plantean.
El objetivo que se propuso una serie de expertos fue terminar con el vacío que había respecto a la datación de los códices visigóticos. Para ello, reunidos en San Millán, acordaron limitarse en esa ocasión a códices con data y, únicamente, procedentes de La Rioja ante la imposibilidad de abarcar el estudio de todos cuantos se conservan de esa etapa. Por ello, y siguiendo un criterio cronológico Claudio y Javier García Turza se ocupan del Glosario latino del códice emilianense 24 de la Real Academia de la Historia y del Códice emilianense 46 de la Real Academia de la Historia, Manuel C. Díaz y Díaz analiza El códice latino 2855 de la Bibliothéque Nationale de France en París, José Antonto Fernández Flórez y Marta Herrero de la Fuente estudian El códice albeldense (o vigiliano) de la Biblioteca del Real Monasterio de El Escorial, Ms. D.I.2., José Manuel Ruiz Asencio examina el Libellus a regula Sancti Benedicti subtractus, Bibl. Academia de la Historia, Emilianensis 62 y, por último, Miguel C. Vivancos investiga sobre el Liber Ordinum de San Prudencio de Monte Laturce (AMS 4).
Como complemento del valioso contenido, en el libro se incluyen numerosas láminas que lo ilustran y nos permiten acceder a fragmentos de los originales.
Todos los investigadores siguen un esquema de trabajo previamente acordado para elaborar una ficha técnica y un estudio codicológico, y tratar de las letras, mayúsculas o minúsculas, los nexos, las abreviaturas, cuyo desarrollo es crucial para estudios de fonética o fonología diacrónicas, y otros aspectos de interés, entre los que destaca la puntuación y la tradición textual que tan importantes son también para filólogos. Acerca de la primera, la puntuación, hemos de decir que salvo honrosas excepciones (Blecua, Roudil, etc.) no se le ha prestado la debida atención por parte de los filólogos y su estudio sistemático podría arrojar luz sobre determinados problemas aún sin resolver. Concluye cada estudio con una “interpretación personal del manuscrito” y un comentario crítico sobre la bibliografía más
relevante acerca del tema analizado.
1 comentario
Parece increíble que estudiosos especializados no utilicen el término «visigodo», empleando en su lugar «visigótico», término que ni existe, derivado de «Gótico», estilo artístico muy posterior, que así se denominó en el siglo XXI por entender que rompía con la tradición grecolatina mantenida por el Románico al ser propia de todos. En fin, la especialización sin cultura, cosa floja.