Portada » Personajes » al-Qadir, rey de las taifas de Toledo y Valencia

al-Qadir, rey de las taifas de Toledo y Valencia

por Javier Iglesia Aparicio
0 comentario 1,2K visitas 18 min. de lectura
A+A-
Reset
Azulejo. Entrega de Toledo a Alfonso VI por al-Qadir

[¿? – Valencia, 28 octubre 1092] En árabe القادر بن ذي النون. Último rey de la taifa de Toledo (1075-1080) y (1081-1085). Rey de la taifa de Valencia (1086-1092)

Yaḥyà ben Ismāʿīl ben Yaḥyà al-Qadir pertenecía la familia de los Banu Di-l-Nun.

Tras fallecer su padre Ismāʿīl, su abuelo Yaḥyà al-Ma’mún, soberano de Toledo, le nombró sucesor al trono.

Se sabe que una de las ocasiones más rememoradas por los autores árabes por su opulencia fue la celebración del rito de circuncisión de al-Qadir que hizo su abuelo al-Ma’mún.

Poetas de toda al-Ándalus se dirigieron a Toledo para participar en ella, si bien el soberano solo permitió la intervención de tres de ellos. Estas celebraciones alcanzaron tal renombre que, a partir de entonces, la expresión “circuncisión du-l-nuní” se convirtió en sinónimo de festejo extraordinario y magnífico.

Rey de la taifa de Toledo (1075 -1080) y (1081-1085)

En el año 1075 murió envenenado Yaḥyà al-Ma’mún. Yaḥyà ben Ismāʿīl accede al gobierno de la taifa de Toledo y toma el título de al-Qadir.

Las fuentes árabes describen a al-Qadir en términos bastante peyorativos, seguramente culpándolo de la posterior pérdida de Toledo a manos de Alfonso VI. Un claro ejemplo es Ibn al-Kardabus:

[…] tomó el poder su nieto Yaḥyà que recibió el sobrenombre de al-Qadir. Era débil y de poco saber, fue criado en los regazos de las mujeres y de las nodrizas, creció entre eunucos y bellas mujeres. Los esclavos se hicieron con el asunto y cada nacido y cada eunuco lo gobernó, todos dispusieron de su poder a su voluntad y tuvieron la exclusividad del visirato. Los príncipes ambicionaron sus dominios y compañeros y extraños le vilipendiaron

Historia del al-Ándalus, Ibn al-Kardabus, trad. Felipe Maíllo Salgado, pág. 100

Más allá de sus supuestas escasas dotes de gobierno, los reinos vecinos ambicionaban hacerse con el dominio de Toledo. El primero que actuó fue al-Mu’tamid de Sevilla que logró conquistar Córdoba (en manos del reino de Toledo) en el 1078 asesinando a su gobernador Ibn ‘Ukasha. Atacó también otros distritos toledanos como Talavera de la Reina y Gafiq (Benalcazar).

Por otro lado, Aḥmad ben Sulaymān, al-Muqtadir, de Zaragoza, coaligado con Sancho Ramírez de Aragón, conquistó las fortalezas de Santabariya (Santaver) y Molina de Aragón. Luego se dirigieron a asediar Cuenca hasta que finalmente sus habitantes pagaron una gran suma de dinero para que levantaran el asedio.

Además, Abū Bakr ben ʿAbd al-ʿAzīz se sublevó en Valencia (también en poder de Toledo) y se gobernó de manera independiente.

La situación en Toledo tampoco era favorable. El visir Ibn al-Hadidi, principal colaborador de su abuelo, fue asesinado por instigación de al-Qadir, lo cual acarreó inestabilidad interna. Este hecho es narrado por detalle por ʿAbd Allāh, rey de Granada, en sus Memorias:

El nieto de Ibn Di-l-Nun, durante su brevísimo reinado en Toledo, no había tenido mayor preocupación que hacer perecer a al-Hadidi, visir de su abuelo, movido por el empeño de sus enemigos, que lo denigraban. Su alma perversa le sugirió, además, que la muerte de al-Hadidi había de ser precisamente a manos de las mismas gentes que su abuelo había mandado encarcelar por sugestión del visir, a los que puso en libertad para que se apoderaran de al-Hadidi, como lo lograron, haciéndole sufrir los peores ultrajes una vez que cayó en sus manos, porque solo querían vengarse. Estos individuos que tuvieron la mayor culpa en la caída del reino de su soberano, eran los Banu-l-Lawaranki, los Banu Mugīṯ y las gentes que se les habían adherido. El príncipe hubiera podido matar al visir sin contar con ellos; pero su apatía y su poco seso le volvían siempre ciego para adoptar la conducta más razonable.

Memorias de ʿAbd Allāh, pp. 180-182

Ante esta situación, al-Qadir optó por pedir ayuda al rey Alfonso VI de Castilla y León.

Una noche estalló en Toledo una sedición, grita y barahúnda del odioso populacho en la que mataron al alfaquí Abū Bakr ben al-Hadidi y a un grupo de sus iguales, y pillaron las casas de los notables. Al-Qadir, entonces, escribió a Alfonso haciéndole saber lo que ocurría y rogando le enviases un ejército. [Aquél] le respondió: “Envíame dinero si deseas la defensa de tus territorios o si no he de entregarte a tus enemigos”. Mientras secretamente algo regocijaba a Alfonso: La discordia que tenía lugar entre los gobernantes de los musulmanes. Él ayudaba a éste contra éste y a aquél contra aquél, atrayéndose así sus riquezas con el vehemente deseo de que se debilitasen, entonces él obtendría la posesión de toda la Península.

Op. cit. pág. 102

Pero conseguir el dinero pedido por Alfonso VI y la propia actitud de sumisión de al-Qadir provocó el descontento entre gran parte de los notables toledanos que estalló en 1079. Los rebeldes, con el caíd Abu Saya ben Lubbun a la cabeza, acordaron dar el poder a al-Mutawakkil de Badajoz.

Dominio de Badajoz (1080-1081)

La situación de descontento entre la población toledana posibilitó la intervención de al-Mutawakkil de Badajoz, que entró en Toledo en junio de 1080.

Previamente, al-Qadir había decidido a huir, dirigiéndose a Huete, donde el gobernador local se negó a acogerlo, de forma que al-Qadir volvió a pedir la ayuda de Alfonso VI de Castilla y León, quien tiempo atrás había sido acogido en Toledo por su abuelo al-Ma’mún cuando atravesaba por dificultades.

Él [Alfonso VI] vino en persona en brevísimo espacio de tiempo. Al-Qadir fue a su encuentro y ambos acordaron asediar Toledo hasta que saliese de ella Ibn al-Aftas. Él se la entregaría (la ciudad) a condición de que pusiese todos sus tesoros en sus manos.
Alfonso le dijo: “Como garantía dame la fortaleza de Suriya (Zorita) y la fortaleza de Quriya (Cantoria o Cantuarias)”. Entonces él se las dio y el Maldito, al momento, metió en ellas a personas de su confianza y las fortificó con las más fuertes defensas. Luego sometió Toledo al más duro de los asedios

Op. cit. 103

al-Qadir recuperó de este modo Toledo en abril del 1081. A cambió, tal y como había acordado, entregó a Alfonso VI las fortalezas de Zorita y de Cantoria o Cantuarias. También todos los tesoros que había heredado de su familia pero, aún así, no bastaba para pagar la ayuda de Alfonso. Así que, además, le cedió la fortaleza de Qanalis (Canales, en la actual provincia de Guadalajara).

Fracción de dinar de al-Qadir de Toledo. Museo Arqueológico Nacional.
Fracción de dinar de al-Qadir. Museo Arqueológico Nacional.

Toledo es conquistada por Alfonso VI (1085)

Nada más volver a ser repuesto en el trono, al-Qadir recibió en embajada a Ibn ‘Ammar. Éste, en teoría, buscaba el apoyo de los toledanos y de Alfonso VI a su causa contra Ibn Rashiq y los sevillanos. Y aunque manifestó ir en apoyo del recién restaurado gobernante, en realidad lo que quería era su muerte, y así había instigado a varios jefes de fortalezas toledanas para que se independizaran de Toledo.

al-Qadir se enteró de la conspiración y venció la revuelta. Ibn ‘Ammar logró escapar a Zaragoza.

Los últimos años de al-Qadir en Toledo fueron de manifiesta decadencia. Su sumisión al rey de Castilla y León hizo que muchos notables toledanos dejaran de respetar a al-Qadir y huyeran hacia los dominios de la taifa de Zaragoza proporcionando además apoyo a al-Muqtadir para seguir atacando los dominios toledanos.

al-Qadir, viendo la situación y su incapacidad para detener los ataques hudíes propuso un trato a Alfonso VI: le cedía Toledo y todos sus distritos si a cambio le ayudaba a tomar Valencia y sus dependencias.

Alfonso VI aceptó el acuerdo el 10 de muharran del 478H / 6 de mayo de 1085. El 25 de mayo del 1085 la antigua capital visigoda volvía a manos cristianas. El acuerdo que Alfonso VI firmó con al-Qadir impuso:

[…] como condición que garantizaría la seguridad de aquellos musulmanes que quedasen en ella, para ellos mismos, para sus bienes y para sus hijos, y que quien de ellos quisiera partir, él no se lo impediría, y quien quisiese permanecer, no le obligaría sino al pago de la yizya con arreglo al número de personas que tuviese [su familia]. Y si alguno volvía después de su marcha, se aposentaría [en Toledo] con la hacienda que tuviese sin ninguna objeción.

Op. cit. 105
Azulejo representado la entrega de Toledo a Alfonso VI por al-Qadir. Plaza de España de Sevilla.
nscripción conservada en San Juan de los Reyes de Toledo. Según la tradición procede del palacio del último rey musulmán de Toledo y dice: "Honor y poderío y salud y munificencia y victoria y paz y prosperidad".
Inscripción conservada en San Juan de los Reyes de Toledo. Según la tradición procede del palacio del último rey musulmán de Toledo y dice: “Honor y poderío y salud y munificencia y victoria y paz y prosperidad”.

al-Qadir, rey de Valencia (1086-1092)

Según lo acordado, pocos días antes de la entrada de Alfonso VI en Toledo, al-Qadir salió de la ciudad en dirección a Cuenca, donde su gobernador Ibn Faray sigue siéndole fiel, esperando hacerse con el dominio de Valencia.

Como ya hemos mencionado, desde la muerte de su abuelo al-Ma’mún, la ciudad levantina había sido gobernada de forma completamente independiente por Abū Bakr, quien murió apenas un mes después de la caída de Toledo. En ese momento, la ciudad quedó dividida entre los partidarios de su hijo ‘Utmán y los que apoyaban la unión con Zaragoza, ya que una de las hijas de Abū Bakr estaba casada con el heredero de aquél reino.

Había, también, partidarios de al-Qadir: un sector de la aristocracia palatina valenciana, que debía su posición a la actuación de su abuelo al-Ma’mún.

En principio ‘Utmán pudo dominar la situación, pero las tropas enviadas por Alfonso VI al mando de Álvar Fáñez, lograron que al-Qadir fuera impuesto en el trono de Valencia en febrero del 1086.

La situación de al-Qadir en Valencia era sumamente inestable. Por un lado, al contar con la ayuda de los ejércitos cristianos al mano de Álvar Fáñez, era criticado por muchos sectores musulmanes. Por otro, esta ayuda no era gratis, sino sostenida con costosas sumas de dinero, lo cual suponía altos impuestos que no hacían que su gobierno fuera popular.

De todos los emires del reino de Valencia hubo uno que no reconoció a al-Qadir. Fue Ibn Mahqur de Játiva. al-Qadir, pese a las advertencias de su visir Ibn Lubbun, atacó Játiva pero no contó con la ayuda de los soldados castellanos al no ser pagados de forma regular. Mientras tanto Ibn Mahqur logró el apoyo de Munḏir de Lérida, Tortosa y Denia a cambio de someterse a él. Munḏir atacó a al-Qadir, quien tuvo que replegarse.

Esta actitud provocó que el visir Ibn Lubbun abandonara a al-Qadir y se retirara a Murbitar (Murviedro, Sagunto), donde gobernó de manera independiente y a donde huyeron muchos notables valencianos descontentos con la alta fiscalidad impuesta por al-Qadir.

La batalla de Sagrajas o Zalaca (octubre de 1086) supuso la derrota de Alfonso VI ante una coalición de almorávides y reyes taifas. El ejército de Álvar Fáñez tuvo que abandonar la ciudad de Valencia, dejando a al-Qadir en una situación de gran debilidad, a merced de los reinos vecinos.

Munḏir ben Aḥmad de Lérida, Tortosa y Denia, apoyado por Berenguer Ramón II de Barcelona, fue el primero en ir contra Valencia en el 1088. Pero se encontró con la oposición de su sobrino al-Musta’ín II, rey de Zaragoza. al-Musta’ín pidió ayuda al Cid Campeador. Ambos se dirigieron contra Munḏir quien, al enterarse, abandonó el asedio de la ciudad. Ese mismo año hubo enormes avenidas de agua en el reino valenciano y en a propia ciudad de Valencia fue derribada la torre del puente.

Desde ese momento El Cid se convierte en el protector de al-Qadir a cambió de un tributo de cien mil meticales anuales. Así, en el 1087, El Cid saquea la zona de Denia. En el 1092 fue el propio Alfonso VI, aliado con las flotas de Génova y Pisa, pero no tuvo éxito.

Mientras tanto los almorávides presionaban desde el sur, donde depusieron a los emires de Murcia y Denia. Los enemigos de al-Qadir dentro de Valencia veían entonces en los almorávides a los únicos que podían protegerles de las ambiciones cristianas. Así que el cadí Ya’far ben ʿAbd Allāh mantuvo negociaciones con Ibn ‘A’isha, gobernador almorávide de Denia, quien le proporcionó un ejército.

Con esta ayuda provocó una rebelión en Valencia que acabó con el gobierno de al-Qadir y con Ya’far como nuevo soberano, en esta ocasión sostenido por los almorávides.

al-Qadir fue asesinado tras ser depuesto, el 28 de octubre del 1092.

Acuñaciones de moneda de al-Qadir

al-Qadir acuñó moneda en sendos reinos. En el reino de Toledo se conservan monedas con las cecas de Toledo y Cuenca (aquí entre los años 468 y 474H). No hace mención a ningún imán y solo llevan su nombre: Al-Qadir bi-Llāh.

Dinar de al-Qadir. Anverso.
Dinar de al-Qadir. Anverso. Museo de la Alhambra.

En Valencia acuñó fracciones de dinar, sin fecha ni ceca, realizadas en oro de baja calidad y electrón. Los dirhemes están acuñados entre los años 470H y 476H.

Bibliografía

Te puede interesar

Dejar un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.