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El enigma del obispo Oppas

por Javier Iglesia Aparicio
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El rey Don Rodrigo arengando a sus tropas en la batalla de Guadalete, de Bernardo Blanco. 1871. (Museo del Prado, Madrid).

[fines s. VII – inicios s. VIII] Hijo del rey Egica o de Witiza o hermano de Witiza. Obispo o noble visigodo, aliado de los musulmanes

Es prácticamente imposible desligar realidad de leyenda al tratar de hacer una biografía del obispo Oppas, personaje que, incluso, para muchos historiadores, es posible que ni existiera.

Las fuentes musulmanas nos informan de que Oppas era hijo de Witiza y que junto a su hermano Sisberto, dirigieron parte del ejército visigodo en la batalla de Guadalete (711) pero acabaron traicionando a Rodrigo y huyeron.

Sin embargo, las crónicas cristianas lo presentan como hijo de Egica o de Witiza y con el cargo de obispo, bien en Toledo, bien en Sevilla, y participando contra Pelayo en la batalla de Covadonga.

Menciones de Oppas en las fuentes altomedievales

Repasamos primero las menciones a Oppas en las distintas crónicas y fuentes históricas de la Alta Edad Media.

Concilios toledanos

Se sabe que existieron sendos obispos con el nombre de Oppas: uno de Tuy, que suscribió en el año 683 las actas del XIII Concilio de Toledo, y otro de Ilici (L’Alcudia de Elche) que aparece a su vez entre los firmantes del XVI Concilio de Toledo del año 693 (Oppa Illicitanus episcopus subscribsi).

El obispo Oppas de Tuy es sucedido por el obispo San Adelfio, mencionado entre los años 688 y 693. Por lo tanto es factible que Oppas de Tuy falleciera antes del 688 y no tuviera nada que ver con el Oppas de tiempos de la conquista musulmana.

Con respecto al obispo Oppas de Ilici, no conocemos su sucesor, luego es posible que estuviera vivo a la llegada de los musulmanes. Pero, de todos modos, no es posible asegurar que este Oppas fuera el mismo protagonista de la traición a Rodrigo en la batalla de Guadalete.

Crónicas musulmanas

Fatḥ al-Ándalus

La crónica musulmana Fatḥ al-Ándalus nos informa de que Oppas (Ubbah o Unnah) y Sisberto (Sibiri) eran hijos de Witiza, pero no dice nada acerca de que Oppas fuera obispo.

Según esta crónica, Rodrigo, en la batalla de Guadalete, ordenó a Sisberto mandar el ala derecha y a Oppas el ala izquierda de su ejército. Pero:

Estos dos pusiéronse de acuerdo para no batirse ni por la derecha ni por la izquierda en el momento del combate, en la creencia de que la gente que había entrado en su país no deseaba quedarse en él, sino únicamente tomar el botín y marcharse a su tierra, y que el usurpador del reino de su padre, batiéndose aisladamente, sería muerto, volviendo el reino a poder de ellos.

El primer combate tuvo lugar el domingo, último día del mes de ramadan y los dos partidos se batieron encarnizadamente durante siete días hasta que por fin Dios concedió la victoria a los musulmanes, el domingo séptimo día del mes de sawwal y segundo del mes de octubre, lo que parece indicar que fue emprendida la marcha en el mes de agosto. Dios permitió que los politeístas fuesen muertos en su mayor parte y que Sisberto y Oppas, que durante el combate retrocedieron con los suyos, muriesen también.

Ajbar Majmu’a fi Fatḥ al-Ándalus

Esta crónica anónima del siglo XI sigue más o menos el mismo relato que el Fatḥ al-Ándalus.

Había dado Rodrigo el mando del ala derecha de su ejército a Sisberto (Sisbirt), y el de la izquierda a Oppas (Ubba), hijos ambos de su antecesor Witiza, y cabezas de la conspiración indicada. […]


Se encontraron Rodrigo y Ṭāriq, que había permanecido en Algeciras, en un lugar llamado el Lago, y pelearon encarnizadamente; mas las alas derecha e izquierda, al mando de Sisberto y Oppas, hijos de Witiza, dieron a huir, y aunque el centro resistió algún tanto, al final Rodrigo fue también derrotado, y los musulmanes hicieron una gran matanza en los enemigos.

Iftitah

El historiador Ibn al-Qutiyya, de origen visigodo, cuenta en su Ta’rīj iftitāh al-Ándalus (Historia de la conquista de al-Ándalus):

De vuelta a al-Ándalus continuaron así las cosas hasta que murió Olemundo, dejando una hija que se llamó Sara la Goda, y dos hijos menores, uno de los cuales fue el metropolitano en Sevilla, y el otro, Oppas (Ubbas), el que murió en Yilliqiya.

En este caso parece claro que se refiere a un Oppas posterior a los momentos de la conquista, pues este Oppas sería un nieto de Witiza.


Así que, las crónicas musulmanas, salvo el caso del historiador Ibn Qutiyya (que se refiere a otro personaje (un nieto de Witiza que llegó a ser obispo de Sevilla), establecen que Oppas era hijo de Witiza, sin mencionar en ningún momento que fuera obispo, y que traicionó, junto a su hermano Sisberto, al rey Rodrigo en la batalla de Guadalete. Luego, aquí tenemos un personaje claro: Oppas, hijo de Witiza, traidor al rey Rodrigo.

Crónicas cristianas

Crónica mozárabe del 754

Ahora bien, la Crónica mozárabe del 754 menciona a otro Oppas, hijo del rey Egica, por lo tanto hermano del rey Witiza. Los musulmanes, tras haber tomado Toledo, se valen de Oppas para dominar por completo la ciudad regia.

Después de arrasarla [España] hasta Toledo, la ciudad regia, y azotar despiadadamente las regiones circundantes con una paz engañosa, valiéndose de Opas, hijo del rey Egica, condena al patíbulo a algunos ancianos nobles, que aun quedaban después de haber huido de Toledo, y los pasa a espada [Muza ben Nuṣayr] a todos con su ayuda.

La Crónica mozárabe puede dar a entender que Oppas aprovechó la derrota de Rodrigo en Guadalete para hacerse con el poder en Toledo, sin indicar si era obispo o no, quizás apoyando a Agila II.

Cuando los invasores musulmanes llegaron a la ciudad colaboró con ellos y facilitó la eliminación de los grupos de nobles que habían sido seguidores de Rodrigo.

Crónicas de Alfonso III

Las crónicas de Alfonso III, redactadas en el siglo IX, nos describen a un Oppas distinto del de las crónicas musulmanas.

La crónica Albeldense nos cuenta que un Oppa episcopus participó junto con Alkama en una incursión en Asturias para ayudar al gobernador Munuza y contra los rebeldes acaudillados por Pelayo.

La redacción rotense de la crónica de Alfonso III al relatar esta expedición contra Asturias nos expone:

[…] y puso a Alkama, su camarada, al frente del ejército; a cierto Oppa, obispo de la sede de Toledo, hijo del rey Vitiza, por cuya alevosía se perdieron los godos, le ordenó ir a Asturias con Alkama en el ejército. El tal Alkama había recibido de su camarada la consigna de que, si Pelayo no quería hacer caso del obispo, apresado por la fuerza del combate fuera llevado a Córdoba. Y viniendo con todo el ejército entraron en Asturias unos 187.000 hombres en armas.

Pelayo por su parte estaba en el monte Auseva con sus camaradas. Y el ejército marchó contra él, y ante la entrada de la cueva plantaron sus innumerables tiendas. Y el ya dicho obispo Oppa, subiéndose a una altura ante la Covadonga, habla a Pelayo diciéndole así:«Pelayo, Pelayo, ¿dónde estás?». Él, respondiéndole desde una ventana, le dijo:«Aquí estoy». El obispo le dijo:«Creo que no se te oculta, primo e hijo mío, cómo antaño estaba España toda gobernada por una sola ley, bajo el reino de los godos, y brillaba sobre las demás tierras en saber y ciencia. Y cuanto el entero ejército de los godos, como arriba dije, se congregó, no fue capaz de resistir el embate de los ismaelitas; ¡cuánto menos podrás tú defenderte en la cima de este monte, lo que difícil me parece! Más bien escucha mi consejo, y apea tu ánimo de ese empeño, de manera que disfrutes de muchos bienes y goces de la amistad de los musulmanes». A esto respondió Pelayo: «Cristo es nuestra esperanza de que por este pequeño monte que tú ves se restaure la salvación de España y el ejército del pueblo godo. Pues confío en que se cumpla en nosotros la promesa del Señor que fue dicha por David: “Revisaré con la vara sus iniquidades, y con el látigo sus pecados; pero mi misericordia no la apartaré de ellos”. Y ahora yo, fiado en la misericordia de Jesucristo, desdeño a esa multitud y no la temo en absoluto. En el combate con que tú nos amenazas, tenemos por abogado ante el Padre al Señor Jesucristo, que poderoso es para librarnos de esos … pocos». Y volviéndose el obispo al ejército dijo: «Aprestáos a luchar. Pues vosotros mismos habéis oído cómo me ha respondido. Según veo que es su voluntad, no tendréis con él acuerdo de paz si no es por la fuerza de la espada».

Y la redacción Ad Sebastianum nos cuenta algo similar:

[…] Mas cuando los sarracenos supieron del hecho, al momento enviaron a por él a Asturias con un innumerable ejército, por medio del general Alkama, que con Ṭāriq había hecho irrupción en España, y Oppa, obispo metropolitano de la sede Hispalense, hijo del rey Witiza, por cuyo fraude se perdieron los godos.

Y cuando Pelayo supo de su llegada, se refugió en el Monte Auseva, en una caverna que se llama Cueva de Santa María. E inmediatamente lo rodeó el ejército, y acercándose a él el obispo Oppa le habla así diciéndole: «Sé que no se te oculta, hermano, cómo antaño toda España estaba constituida bajo el único reino de los godos, y cómo el ejército de toda España se había congregado a una, y no fue capaz de resistir el embate de los ismaelitas; ¡cuánto menos podrás tú defenderte en ese hueco del monte! Escucha más bien mi consejo, y apea tu ánimo de ese empeño, para que disfrutes de muchos bienes, y en paz con los árabes uses de todo lo que había sido tuyo». A esto dijo Pelayo: «Ni me uniré a las amistades de los árabes ni me someteré a su imperio. Pero, ¿tú no sabes que la Iglesia del Señor se asemeja a la luna, que sufre un eclipse y luego vuelve por un tiempo a su prístina plenitud? Pues confiamos en la misericordia del Señor, que desde este pequeño monte que tú ves se restaure la salvación de España y el ejército del pueblo godo, para que en nosotros se cumplan aquellas palabras proféticas que dice: “Revisaré con la vara sus iniquidades y con el látigo sus pecados, pero mi misericordia no la apartaré de ellos”. Por ello, aunque hemos recibido merecidamente una severa sentencia, esperamos que venga su misericordia para la recuperación de la Iglesia y del pueblo y del reino». Entonces, volviéndose el nefando obispo haca el ejército dijo así: «Aprestaos a luchar, porque, si no es por el castigo de la espada, no tendréis con él acuerdos de paz».

Y al momento toman las armas e inician el combate. Se alzan las catapultas, se preparan las hondas, brillan las espadas, se erizan las lanzas, y sin cesar se disparan las flechas. Pero en esto no faltaron las grandezas del Señor. Pues, una vez que las piedras eran lanzadas por los que manejaban las catapultas, y llegaban a la Iglesia de Santa María siempre Virgen, recaían sobre los que las lanzaban, y causaban gran mortandad a los musulmanes. Y como el Señor no cuenta las lanzas, sino que tiende las palmas a quien quiere, una vez que los fieles salieron de la cueva a combatir, los musulmanes se dieron al punto a la fuga y se dividieron en dos grupos. Y allí fue preso al momento el obispo Oppa, y se dio muerte a Alkama. Y en aquel mismo lugar fueron muertos 124.000 musulmanes, y 63.000 que habían quedado subieron a la cima del Monte Auseva, y por el cortado del monte que el pueblo llama Amuesa, descendieron precipitadamente al territorio de la Liébana.

Coinciden las tres crónicas alfonsinas en que Oppas era hijo de Witiza y actuaba como obispo, de Sevilla (Ad Sebastianum) o de Toledo (Rotense), que no existe acuerdo en la sede. Junto con el general Alkama, es enviado a Asturias para sofocar la rebelión de Pelayo, aunque sin éxito. A continuación se entabla un enfrentamiento, la batalla de Covadonga, en la que el ejército musulmán es derrotado por completo.

Por tanto, Oppas aparece en la crónica mozárabe como un hijo de Egica y aspirante al trono, y por otro, en las crónicas de Alfonso III como un obispo hijo de Witiza, al servicio de los invasores.

Conclusiones

A nuestro entender lo único que podemos tener claro sobre Oppas es que pertenecía a la familia real visigoda y que se opuso al rey Rodrigo aliándose con los invasores musulmanes.

El hecho de que en las crónicas alfonsíes se le dé también el cargo de obispo puede tener visos de propaganda. Sabiendo que existió al menos un obispo llamado Oppas en Sevilla (un nieto de Witiza) en el siglo VIII, y las diferencias ideológicas entre los obispos norteños y los que permanecían bajo el dominio musulmán (véase la controversia entre Beato de Liébana y Elipando de Toledo), es posible que se creara ese Oppas obispo traidor casi dos siglos después de los acontecimientos.

Desde nuestro punto de vista, en esta ocasión nos parece más fiable la versión de las crónicas musulmanas.

Oppas en la literatura

En el romance Eurico, el Presbítero (1844) del portugués Alejandro Herculano, Oppas es representado como obispo de Sevilla y traidor a su país, quien de forma traicionera se pasa al bando de los conquistadores árabes, colaborando con ellos. Oppas finalmente es muerto por el protagonista en la obra, Eurico.

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