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Ismāʿīl al-Zafir, rey de la taifa de Toledo

por Javier Iglesia Aparicio
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Bote de Narbona. Época de Ismail al-Zafir.

[¿?, c. 1000 – Toledo, 1043] Abū Muḥammad Ismāʿīl b. ʿAbd al-Raḥmān b. Di-l-Nun, conocido como al-Záfir y Du-l-Ri’asatayn. En árabe الظافر بن ذي النون. Rey de la taifa de Toledo (c. 1032 – 453H/1043)

Ismāʿīl al-Zafir era hijo de ʿAbd al-Raḥmān b. Di-l-Nun, gobernador de Santaver y Uclés.

Los Banu Di-l-Nun durante la fitna

Los Banu Di-l-Nun eran una tribu bereber hawwara, que llegaron a la península Ibérica en los primeros tiempos de la conquista islámica del país. Sus descendientes se asentaron desde los tiempos de Muḥammad I en la cora de Santaver, hasta que en el siglo IX estos bereberes —que en el proceso de arabización de los siglos VIII al X cambiaron su gentilicio de Zannun por Di-l-Nun— funden la ciudad de Uclés, que en adelante sería la capital de la cora.

Durante la fitna los Banu Di-l-Nun apoyaron al califa Sulaymān al-Musta‘in, quien otorgaría a ‘ʿAbd al-Raḥmān b. Di-l-Nun el título de Nasir al-Dawla (defensor del Estado) por su defensa de la frontera contra los cristianos norteños, dándole también confirmación y nombramiento como señor de Santaver, junto con Huete, Uclés y Cuenca.

Pero enseguida ʿAbd al-Raḥmān b. Di-l-Nun adoptaría una línea de conducta totalmente independiente. En 409H/1018 confió a su hijo Ismāʿīl, que tenía dieciocho años, la plaza de Uclés.

Toledo en los comienzos de la guerra civil

Toledo era la capital de la frontera o Marca Media. Al producirse las guerras civiles que acabarían con el califato a principios del siglo XI, Toledo volvió a ser independiente, ayudada como siempre por su posición inexpugnable.

El primer personaje que formó una jefatura política en la ciudad parece que fue un tal Ibn Masarra. Fue sucedido al poco por el cadí Abū Bakr Ya‘is ben Muḥammad, hacia 1010; pero al cabo de un tiempo fue expulsado por los toledanos, refugiándose entonces en Calatayud. Según al-Udri, tras este episodio otros personajes trataron de adueñarse de la ciudad, entre ellos ‘ʿAbd al-Raḥmān ben Manyuh o Matiyo, pero que le sobrevino la muerte y heredó su dominio su hijo ʿAbd al-Malik ben ‘ʿAbd al-Raḥmān ben Manyuh o Matiyo, que no supo conducirse como debía —a juicio de los toledanos— y lo depusieron.

Según recoge Ibn ‘Idari, tras nombrar y deponer a otros dos gobernantes más, los toledanos finalmente decidieron enviar una misiva a ʿAbd al-Raḥmān ben Di-l-Nun, señor de Santaver, ofreciéndole la dirección de la taifa toledana. Éste, alrededor del año 1032, les envió para hacerse cargo del gobierno de la ciudad a su hijo Ismāʿīl. Y aunque, según recoge Ibn Jaldun, hubo una minoría que manifestó su hostilidad al nombramiento de un Banu Di-l-Nun, la gran mayoría no se opuso a su entrada en la ciudad, porque vieron en él un medio para sacar a Toledo de la anarquía reinante.

Ismāʿīl hizo de Toledo uno de los más brillantes, activos y prósperos reinos de taifas. Fue un mecenas de las ciencias y el arte,​ en concreto la literatura; intereses que posteriormente continuaría Al-Mamún.​ Entre sus aficiones se encontraba la poesía y llegó a escribir varios poemas.​

Gobierno de Ismāʿīl en Toledo (c. 1032 – 1043)

Ismāʿīl puso las bases de la gran taifa toledana que ocupaba territorialmente la Marca Media ya que se extendía su efectivo dominio desde Guadalajara y Talavera en el norte hasta la frontera con la taifa de Murcia en el sur, destacando en la política, cultura y economía de su siglo.

El principal valedor de Ismāʿīl en la ciudad fue un personaje local ilustre de entre sus gentes, Abū Bakr ben Yaḥyà ben Sa‘id ben al-Hadidi, que llegó a adquirir tal relevancia en la urbe que le daban el apelativo de jeque de la ciudad (Sayj al-balda); pues, además de ser persona de gran conocimiento e inteligencia, era experto en administración. Dice Ibn Idari: «El joven Ismāʿīl ben Di-l-Nun no decidía un asunto sin él y le pedía consejo en las cosas más importantes». Esto trajo no pocos problemas, dado que la influencia de Ibn al-Hadidi en las decisiones políticas del emir atizaba la animadversión de otra facción de las gentes de Toledo. El valido del emir moriría asesinado muchos años más tarde de la muerte de Ismāʿīl.

Asentado su dominio sobre Toledo con la ayuda de Ibn al-Hadidi, el emir, que se había adornado con los títulos Du-l-Ri’asatayn (el poseedor de la doble jefatura) y al-Zafir (el triunfador), en política exterior persiguió tres objetivos principales: en primer lugar, buscar la legitimación de los Banu Di-l-Nun (ya que en Toledo había cierta tradición de un caudillaje electivo) mediante la defensa de las fronteras del reino contra los ataques cristianos; segundo, manifestar abierta oposición a toda política expansionista por parte de las demás taifas vecinas; en tercer, y último lugar, presentar absoluta hostilidad a cualquier intento de reunificación de al-Ándalus bajo una soberanía centralizada fuera de Toledo, combatiendo con las armas o diplomáticamente las pretensiones de califas o supuestos califas.

La abolición definitiva del califato por los notables de la ciudad de Córdoba en 1031, no borró del ánimo de muchos andalusíes su devoción por los omeyas, ya que eran símbolo de unidad, prestigio y poder. Así pues, el restablecimiento de la dinastía omeya se convirtió en la principal causa legitimista, que fue enarbolada tanto por auténticos creyentes en ella, como por aquellos cuyas ambiciones personales empujaban a obtener el apoyo de la gente e izarse así al poder.

No fue otra la intención de Abu-l-Hazm Yahwar, gobernante de la asamblea cordobesa cuando escribió a Ismāʿīl, entre otros reyes, invitándole a reconocer la primacía de Córdoba, aplaudiendo el celo que manifestaba defendiendo las fronteras de los ataques cristianos del norte y procurando seguridad a los distritos que tenía encomendados, recordándole que la prosperidad y firmeza del Estado consistía en su unión. Ismāʿīl contestó a tal misiva, diciéndole al cordobés que debía contentarse con mandar en el rincón que de prestado tenía en Córdoba, mientras sus vecinos se lo permitieran, que por su parte no reconocía en al-Ándalus ni fuera de él más soberano que al del cielo.

Ismāʿīl ben ‘ʿAbd al-Raḥmān ben Di-l-Nun tuvo que enfrentarse a lo largo de su reinado con el problema de los aspirantes al califato, cosa que sembraría el desorden en sus dominios, e incluso a pondría en peligro la integridad de su reino (tal como sucedió en la zona de Calatrava cuando se dio el caso del falso Hisham II) amenazando la estabilidad de su trono. Tuvo, en efecto, que enfrentarse a las pretensiones de Abu-l-Hazm Yahwar y en dos ocasiones a las maniobras de los abadíes de Sevilla, que suscitaron el falso califa Hisham II.

En general, este problema gravitó durante todo su reinado, pero Ismāʿīl lo contrarrestó con una política de independencia absoluta del reino de Toledo, negándose a jurar lealtad o sumisión a ningún pretendiente al califato. Se dice que en una ocasión declaró: «Para la defensa y conservación de mi poder estoy presto a luchar contra el mismo al-Siddiq (primer califa del Islam»); y que en otra ocasión dijo: «Tiene derecho al poder quien lo tiene efectivamente. Yo no elijo para el poder más que a mí mismo y no me someto a nadie».

Ismāʿīl luchó contra los cristianos con suerte diversa, pero supo salvaguardar sus fronteras sin pagar jamás parias, cosa de la cual no se libraron sus sucesores. El historiador cordobés Ibn Ḥayyān, conocido por su hostilidad hacia él, no pudo negar sus méritos políticos y militares, y reconoció su grandeza, su modestia y su devoción en la defensa de las tierras del Islam.

Seguramente en el 1039, tras el asesinato de su sobrino Munḏir II de Zaragoza, marchó contra Zaragoza pero ʿAbd Allāh ben Ḥakam, asesino y sucesor de Munḏir, logró que no entrara en la ciudad, con lo que puso fin a su ambición de extender su dominio por el valle del Ebro que al poco cayó en manos de Sulaymān ben Hud.

De lo poco que se conoce de Ismāʿīl ben ʿAbd al-Raḥmān ben Di-l-Nun, se puede afirmar que fue hombre de mano firme y activo en la lucha y en las intrigas de la política y la diplomacia. En un ambiente turbulento y en una ciudad presta siempre a rebelarse, llegó en poco tiempo a constituir un reino, a consolidar su poder y a dominar los territorios de su estado como señor absoluto.

Ismāʿīl se preocupaba de tener unas finanzas saneadas, a fin de hacer frente a los gastos del Estado —cuya más grande partida se le iba en el ejército— y tener bien pertrechadas y abastecidas las fortalezas de la frontera norteña. Vigilaba la entrada regular de impuestos y cuidaba de la hacienda pública. Sus gastos suntuarios eran modestos, llegando por todo ello a acumular grandes riquezas. Un cronista posterior, confundiéndolo con su sucesor, dice de él: «Ismāʿīl fue muy semejante a aquellos facciosos (o sea, los régulos de taifas), pero más pequeño que ellos en diversiones y prodigalidades, y más grande en esfuerzo».

Acuñaciones de al-Zafir

La primera acuñación de al-Zafir es del año 428H (1036) en Cuenca. Se conocen al menos 16 monedas dinares de oro o fracciones con las cecas de Cuenca y Toledo hasta el año 435H (1043).

Dinar de oro de al-Zafir de la ceca de Toledo de 4,39 g.
Dinar de oro de al-Zafir de la ceca de Toledo de 4,39 g.

Ismāʿīl al-Zafir: protector de la cultura y la ciencia

Ismāʿīl al-Zafir poseía refinada cultura, hablaba el árabe con elocuencia, pese a ser de etnia bereber, pues su familia estaba arabizada desde hacía muchos años. Conocía de memoria las obras de antiguos poetas árabes y él mismo componía poesía. Según algunos eruditos, fue compilador de una antología parecida a la compuesta por el tunecino al-Husri (muerto en 413H/1022) que lleva por nombre Zahr al-adab; pero desgraciadamente se ha perdido y no conocemos nada de su contenido ni de su valor literario.

En todo caso, se sabe que se interesaba por la cultura y se rodeaba de gentes de saber; el interés de los Banu Di-l-Nun por la ciencia es un caso notable entre los reyes de taifas, puesto que siempre prefirieron rodearse de sabios que de literatos. En la corte toledana no hubo nunca poetas de primer orden, de ahí que algunos autores manifestaran hostilidad hacia Ismāʿīl calificándolo de avaro. En realidad, tal acusación no carece de fundamento en lo que a los poetas se refiere, éstos, acostumbrados a la prodigalidad de los omeyas o de otros reyes de taifas, no hallaban en la corte toledana los subsidios a los que se creían merecedores, pues allí solo la ciencia era realmente atendida y considerada por el rey y sus sucesores.

Fallecimiento y sucesión

Ismāʿīl ben ʿAbd al-Raḥmān ben Di-l-Nun murió en el año 435H/1043, dejando bien afianzado el trono de uno de los reinos taifas más poderosos. Sus límites eran: al este el reino de Zaragoza y los principados independientes de Alpuente y Albarracín; al sureste los reinos de Denia y Valencia; al oeste el reino de Badajoz; al norte el Sistema Central lo separaba de los reinos cristianos. Le sucedió su hijo Yaḥyà, conocido como al-Ma’mun.

El bote de Narbona: un píxide en nombre de Ismāʿīl al-Zafir

Este bote pertenece actualmente al tesoro de la Catedral de Narbona, en Francia. Se trata de una de las cuatro piezas reconocidas como realizadas en el Taller de Cuenca. Se desconoce como llegó esta pieza a Narbona, datando la primera mención escrita sobre la presencia de este objeto en la población en el año 1857, ofreciendo los historiadores diversas hipótesis sobre ello. Para unos podría haber llegado a Narbona en el año 1238 con el botín de la toma de Valencia por la Corona de Aragón; para otros, podría haber aparecido la pieza en el mercado de arte, como otras piezas de marfil, tras la desamortización de Madoz en el año 1855.

El análisis estilístico de los motivos vegetales, realizado mediante ornamentación de volutas, florones y hojas de semi-palmetas permite atribuir la fabricación de esta píxide al artista Muḥammad Ibn Zayyan o a su taller, pudiendo así fecharse entre los años 1026 y 1031.

Este bote está realizado en un solo bloque de marfil esculpido con la ayuda de un fino y pequeño buril. Tiene una tapa en forma de cúpula, estando tanto el cuerpo como la tapa completamente ornamentados mediante el trépano y la talla, creando así unos relieves que cubren toda su superficie, desarrollándose los mismos entre tres líneas horizontales de sogueados ó trenzados denominados “cordones de la eternidad” que sugieren un significado de ligazón, continuidad infinita, eternidad, evocando la unidad de Dios, amén de asociar dichos trenzados a su vertiente mágica como elemento protector contra enfermedad o maleficio. Conserva su herraje completo con sus remaches, que permite la apertura del recipiente, formado por dos bisagras, aldabón y placa de cerradura.

En la parte inferior de la tapa, en su borde externo, se desarrolla una inscripción realizada en caligrafía cúfica con el siguiente texto:

«Bendición de Dios. Hecho en la ciudad de Cuenca para el tesoro del háyib, Caíd de los Caídes, Ismāʿīl»

Este sucinto texto podría corresponder Ismāʿīl al-Zafir ya que su familia disponía del poder en la zona. Para asentar su autoridad de gobernador en Cuenca, Ismāʿīl habría desarrollado la producción lujosa de marfiles en Cuenca.

Bote de Narbona. Época de Ismāʿīl al-Zafir.
Bote de Narbona. Época de Ismāʿīl al-Zafir.

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