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Migecio, un hereje cristiano en el Al-Andalus del siglo VIII

por Javier Iglesia Aparicio
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Migecio, hereje del siglo VIII

[2ª mitad s. VIII] Hereje

Migecio fue un hereje que propagó sus ideas, el migecianismo, por Al-Andalus en torno al año 780. Tal vez fuera sevillano, ya que Elipando de Toledo se refiere a el como “hispalitano”.

Casi nada sabemos de Migecio ni de sus planteamientos. Nuestro conocimiento depende de las informaciones que nos suministran sus oponentes, particularmente el ya citado Elipando de Toledo. Es muy probable que Migecio hubiera escrito textos con sus argumentos y esto motivó la famosa Carta a Migecio de Elipando donde refuta sus creencias.

Tesis del migecianismo

Los migecianos proponían una original explicación de la Trinidad cristiana: David era la primera persona, ya que el mismo David dijo: “El corazón de Dios rebosa de la Buena Palabra”, lo que era interpretado por Migecio como que el verbo era consustancial al Padre.

La segunda persona era Jesucristo en cuanto a Hijo, pues era descendiente de David (Quién era de la simiente de David según la carne”). Del Espíritu Santo afirmaba que era San Pablo, pues el apóstol fue el maestro de los gentiles, y Jesucristo había dicho:”El Espíritu que procede de mi Padre os enseñará toda la verdad”.

Migecio reducía la Iglesia a la comunidad cristiana de Roma, porque era la que estaba fundada sobre el apóstol San Pedro, sobre quien debía estar fundada la verdadera Iglesia según Jesucristo, y así afirmaba que sólo aquella Iglesia era la nueva Jerusalén que San Juan vio bajar del cielo.

Además, entre otras ideas, Migecio se preguntaba: “¿Por qué los sacerdotes se llaman pecadores siendo santos? Y si son pecadores, ¿por qué se atreven a acercarse al altar?”. Los sacerdotes no se pueden llamar pecadores pues, si lo son, deben ser depuestos, y si no, mienten.

También opinaba que no era adecuado que los fieles comieran junto con los infieles.

El combate contra Migecio y sus seguidores

Migecio tuvo bastantes apoyos en Al-Andalus y la extensión de sus pensamientos (junto con otras desviaciones de la iglesia hispana) fue la causa de que el papa Adriano I enviara como legado al obispo Egila, de origen franco, a al-Andalus. Egila fue ordenado obispo por el arzobispo Wulchario de las Galias y en su viaje a Al-Andalus fue acompañado por el presbítero Pedro.

Pero Egila acabó siguiendo la doctrina de Migecio y aceptó el obispado de Iliberris. Fue entonces cuando Elipando, metropolitano de Toledo, quien más acérrimamente combatió a Migecio y a Egila, compuso su epístola Carta a Migecio.

En ella comienza acusando a Migecio de soberbio pues, no teniendo la suficiente formación teológica, se atreve a formular esas teorías sobre la Trinidad. Además, asocia las ideas migecianas con la ya combatida herejía de los sabelianos.

Migecio y sus seguidores fueron condenados en el Concilio de Sevilla, celebrado en torno al 785. Pero parece que un grupo de migecianos logró sobrevivir hasta bien entrado el siglo IX, seguramente en el entorno de Sevilla.

Y es que cuestiones similares a las planteadas por Migecio fueron de nuevo consideradas en un concilio de la Iglesia hispana reunido en 839 en Córdoba. La asamblea fue presidida por el metropolitano de Toledo, Vistremiro, y acudieron a la misma los de Sevilla y Mérida, más otros cinco obispos de la Bética. Allí se condenó a un colectivo que merece las mismas etiquetas generales que las atribuidas a los migecianos.

Bibliografía

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