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La cuarta campaña de ʿAbd al-Malik b. Muḥammad al-Muẓáffar: contra el reino de León (1005)

por Javier Iglesia Aparicio
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Castillo de Luna

Tras haber conseguido de nuevo la sumisión de Sancho García de Castilla, ʿAbd al-Malik tuvo que hacer frente a otros magnates del reino de León que querían deshacerse de los acuerdos de paz firmados en el 1003. En esta ocasión la furia del amirí le llevó contra los dominios de los Banu Gómez, condes de Saldaña y el norte de León.

La campaña se inició el 16 de julio del 1005. Así nos lo cuenta Ibn Idari:

En el año 395 hizo ʿAbd al-Malik b. Abī ʿAmir su segunda campaña a Ŷillīqiya -¡Dios la destruya!, de las tierras de los Banu Gómez y Banu Alfonso simultáneamente. Partió del alcázar de al-Zahira el lunes, a seis pasados de sawwal del año historiado, delegó en su visir el sacar el ejército en la mañana de ese día. Salió el ejército, en el que se habían alineado para la inspección, entre la gente de Córdoba y los que se habían presentado de las regiones, una cantidad de criaturas no conocida más que por el que había fijado sus muertes y sus subsistencias. Se estableció la parada del ejército en Armillat. Se puso en marcha el háyib ‘Abd al-Malik en la mañana abriéndose paso hacia su objetivo, acampando en sus etapas conocidas, hasta que llegó a Toledo. Ordenó a la gente que los aprovisionase y equipase, y salió de allí directamente a su campaña hasta salir de la tierra del Islam.

Según Ibn Bassam, fue apoyado en esta incursión por las tropas de Sancho García de Castilla, como resultado de su anterior campaña contra el castellano (1004). Gracias a él, que conocía las fortificaciones, se llegaron a zonas que ni Almanzor había llegado, como la fortaleza de Luna (Barrios de Luna, León).

Salió [Sancho] con ʿAbd al-Malik en el año 95; se precipitó en Ŷillīqiya y abandonó las áridas tierras de los Banu Gomez. Sancho dirigió a los musulmanes hacia los sitios indefensos de su gente, y los llevó hasta Luna, que era la más fortificada de las fortalezas; al-Mansur no había podido llegar a ella por su dificultad, y Abd al-Malik la codició y la atacó, pero se le resistió; y regresó a Córdoba

Mientras tanto, Wadih se dirigió contra la destruida Zamora, que aún albergaba una guarnición cristiana.

Mando a Wadih, su fatá, al frente de cinco mil jinetes durante la noche, y amanecieron sobre la ciudad de Zamora, que estaba destruida desde su conquista por al-Mansur b. Abi Amir, en la mañana del sábado siguiente. Alcanzaron en ella a un grupo de cristianos que se refugiaban en las torres de las que se servían desde un tiempo después de la conquista. Mataron a sus hombres y cautivaron a sus mujeres y niños, y extendieron sus ataques por la llanura de Zamora y toda esa comarca, llenándolo todo con sus incursiones, sin que dejase el ejército de recorrer el país del enemigo incendiando, destruyendo, cautivando y matando, extendiendo por todas partes el daño. Llegó Wadih, uno de estos días a un lugar en el que se había rezagado un grupo grande de la gente de estas llanuras ocupadas y en el que se habían refugiado. Se lanzó sobre ellos y les cayó encima matando a una gran cantidad y consiguiendo cerca de dos mil cautivos y llevándose tal cantidad de bienes que llenó la tierra. La gente quedó satisfecha con esto y dio alabanzas a Dios.

Como nota curiosa, durante esta campaña se desató una fuerte tormenta de verano con abundante aparato eléctrico. Uno de los rayos cayeron sobre el ejército amirí causando varios muertos:

Dice Ibn Hayyan: Marchó ʿAbd al-Malik en la mañana del lunes antes de la salida del sol, intentando con ello llegar al sitio más remoto de este país descrito. El cielo estaba encapotado y soplaba tempestuoso el aire; se espesaron sus nubes y se sucedió el trueno, luego le siguió un violento estampido y cayó un rayo en el ala derecha del ejército, en la parte de los equipajes, que alcanzó a las acémilas de ʿAbd Allah b. ʿAlī y de Hisham b. ʿAlī con las que estaban sus servidores, entre ellos un hombre de las tropas. Los abrasó a todos y se espantó la gente por ello. Después Dios -¡alabado sea!- despejó todo por su gracia; cesó el trueno y fueron despejadas las tinieblas por un sol reluciente y pudo llegar el ejército a la fortaleza a la que se dirigía.

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