La tercera campaña de excavaciones en el denominado Castillo de Guzmán termina con nuevos hallazgos sobre este espacio fortificado que se levantó sobre el siglo IX en el cerro de esta localidad burgalesa.
Alberto Polo es uno de los directores, junto a Francisco Reyes, que ha participado nuevamente en las excavaciones de la Universidad Rey Juan Carlos. Ha sido la campaña más larga de las tres realizadas, de tres semanas, y en ella ha participado un equipo formado por doce personas, a las que se unían vecinos del pueblo que han querido colaborar.
Nuevos descubrimientos
Los primeros hallazgos muestran que lo que se pensó tras concluir la campaña anterior, que una estructura octogonal contenía en su interior una torre circular de un elemento arquitectónico más antiguo, no es así. Haber ampliado en cuatro metros el sector de excavación hacia el norte ha permitido descubrir toda la trama de la torre del castillo, ya que las nuevas tecnologías detectan “otras estructuras que nos hablan de un elemento mucho más complejo que una simple torre”, explica Polo.
Esa ampliación realizada en esta campaña muestra “que al contrario de lo que pensábamos, no hay una superposición de torres, sino que lo que encontramos es la torre poligonal plenomedieval adosada a la torre circular altomedieval”. En definitiva, que lo que se creía que iba a tener una forma regular no lo tiene, sino que une una torre poligonal con una circular.
La torre circular data de los siglos IX o X según los datos que se obtienen de las pruebas realizadas con radiocarbono. La otra sería más tardía, en torno a los siglos XII y XIII.
“Lo que nos está mostrando la torre es que estamos en uno de los de los espacios fortificados que existirían en toda la transición entre el mundo antiguo y el mundo medieval y que en el espacio dónde se ubica el castillo hay un yacimiento altomedieval”, señala el arqueólogo Alberto Polo, indicando que ese yacimiento se levantó antes de la promulgación del Concilio de Burgos (1080) o el Fuero de Roa (1143). Dos hechos históricos que muestran documentalmente algunas de las primeras evidencias de la organización del territorio en el avance de la conquista castellana hacia el sur del Duero.
Queda un arduo trabajo de laboratorio para analizar lo encontrado. Se han obtenido materiales cerámicos, óseos o restos metálicos como puntas de flecha, de lanza o remaches de baúles que hablan de la funcionalidad defensiva del espacio.
En esta ocasión se ha contado con el laboratorio de arqueología biológica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que permitirá obtener más información. “Ellos se van a encargar del análisis carpolólógico, que es el estudio de las semillas que nos permitirá reconstruir lo que comían y el medio ambiente que había alrededor, y del estudio faunístico para conocer qué animales son los que estaban consumiendo, si había caza, o si tenían animales domésticos”, explica Polo.
Por ejemplo, se podrá conocer si la oveja merina, que supuestamente fue introducida en la península con la invasión musulmana, ya estaba establecida en esta zona o no.