Cuando hoy en día ha renacido el interés por el juego constatable en el boom de los juegos de mesa, desde este rincón de divulgación histórica vamos a centrarnos en uno de los juegos de mesa más populares en la Edad Media: el alquerque, antecesor directo de las damas.
El nombre alquerque procede del árabe qirkat. Pero parece que su origen es muy anterior, posiblemente de época egipcia. Sin embargo, la primera mención conocida al juego es de fines del siglo X, en la obra Kitab al-Aghani (El libro de las canciones) del persa Abu’l-Faraj al-Isfahani.
Cuando se habla de alquerque se hace referencia al menos a tres juegos distintos: el alquerque de tres y el alquerque de nueve, nombre que identifica en número de fichas con las que comienza cada contrincante; y a la variante conocida como alquerque de doce que se documenta hasta el siglo XIII en el Libro de axedres, dados y tablas atribuido a Alfonso X el Sabio de Castilla.
El alquerque de tres sería lo que hoy en día conocemos como las tres en raya. Como es bien sabido, el objetivo es ser el primero en hacer una línea recta de tres fichas. El alquerque de nueve (alquerque de IX), también llamado juego de los molinos, trataba de hacer molinos o líneas de tres fichas e ir capturando las fichas del rival. Por último, el alquerque de doce (alquerque de XII) es lo que hoy en día se conoce como alquerque a secas y su objetivo es capturar todas las fichas del contrincante, un juego ya muy similar a las damas.
Reglas del alquerque de nueve
El primer objetivo es colocar tres piezas en línea. La secuencia de estas tres piezas, en una misma línea, se da el nombre de molino o tres en línea. Al empezar a jugar, cada jugador coloca una pieza cada vez, por turnos, en el tablero que se caracteriza por disponer tres cuadrados concéntricos subdivididos por medio de líneas.
La colocación consecutiva de las piezas por los dos jugadores busca la formación de un molino. Cuando todas las piezas están ya colocadas en el tablero, los jugadores pueden continuar moviendo cada pieza, en su turno, hacia una posición o casilla en la intersección contigua. El objetivo se mantiene siempre el mismo, o sea, colocar tres piezas en línea recta, nunca en diagonal.
Siempre que se suceda esta situación, el jugador que hace molino puede retirar una pieza del adversario, a elegir por él, excepto las que estuvieran haciendo tres en línea, salvo que ya no hubiera más fichas disponibles. La pieza retirada del tablero no vuelve a entrar en juego. Un jugador puede deshacer un molino suyo cuando le plazca.
Las fichas solo se pueden mover solo a puntos adyacentes a lo largo de las líneas marcadas. Siempre se debe mover si se puede, aunque para ello haya que deshacer un molino.
Vence la partida el jugador que reduce las piezas del adversario a solo dos, no permitiéndole con ello hacer más tres en línea, o cuando un jugador bloquea todas las piezas del adversario y no puede mover.
Tableros de alquerque grabados en construcciones románicas
Es frecuente encontrar tableros de juego de las distintas variantes del alquerque grabados en muchos edificios religiosos de época románica y posteriores de la península Ibérica. A modo de muestra aquí presentamos algunos encontrados en diversas iglesias repartidas por la zona geográfica del antiguo condado de Castilla. El de la imagen de portada del artículo es un alquerque de XII de la ermita de La Concepción de San Vicentejo de Treviño (Burgos).