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Sansón de Córdoba

por Javier Iglesia Aparicio
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Sansón de Córdoba

[¿Córdoba?, ? – ?, 21 agosto 890] Teólogo y abad mozárabe

Es posible que naciera en Córdoba pues denomina a dicha ciudad “patria” en una de sus obras. En su infancia y adolescencia recibió formación escolástica, aprendiendo teología, latín y árabe, posiblemente en la iglesia cordobesa de San Zoilo. Fue ordenado sacerdote y se convirtió en presbítero.

En el 858 Leovigildo Abd as-Salam (Abadsolomes) pidió su ayuda para convencer a los monjes del monasterio cordobés de San Salvador de Peñamelaria de que exhumaran unas reliquias, veneradas por ser los restos de mártires del llamado “movimiento del martirio voluntario”, que se estaba desarrollando en esos momentos en la capital andalusí, y las entregaran a unos monjes procedentes del monasterio parisino de Saint-Germain-des-Prés. Este hecho finalmente ocurrió en una ceremonia presidida por el obispo Saulo de Córdoba, tal y como se narra en el De translatione Sanctorum martyrum Georgii Monachi, Aurelii, et Nathaliae, ex Urbe Cordube Parisios, escrito hacia el 871 por el monje Aimoino de Saint-Germain-des-Prés. Por estas fechas fue nombrado abad de Peñamelaria.

Sansón impartía teología a sus discípulos en Peñamelaria o en San Zoilo, participaba en debates teológicos con personas de otras religiones y de la suya propia, y frecuentaba círculos cortesanos como traductor de cartas para el emir Muhammad I. En estas circunstancias se granjeó la enemistad del obispo Hostegesis de Málaga, también miembro de la corte e incitador de la herejía antropomorfita (que atribuye a Dios un cuerpo humano).

En el 862, aprovechando la presencia de un importante número de obispos andalusíes para la consagración de Valencio como obispo de Córdoba, Hostegesis y sus partidarios acusaron de herejía a Sansón. Pocos días después se celebró un concilio en el que defendió su ortodoxia con éxito ante los obispos; pero Hostegesis dictaminó una sentencia condenatoria porque el cordobés no aprobaba la ortodoxia de una antífona tradicional hispana y, bajo coacción con la ayuda del conde Servando de Córdoba, la máxima autoridad civil de los cristianos en la ciudad, consiguió que todos los obispos la suscribieran. Excomulgado, Sansón perdió la dignidad sacerdotal y su cargo abacial. Sin embargo, Valencio consiguió rápidamente que casi todos los demás obispos se retractaran, por lo que quedó absuelto, y le nombró párroco de San Zoilo.

Al año siguiente, el conde Servando acusó a Sansón ante el emir de haber revelado secretos en la traducción de una carta suya dirigida al rey franco Carlos II el Calvo (muestra de su conocimiento del latín y el árabe) y, más adelante, de haber inducido a un hombre a blasfemar contra Mahoma. Aunque no tuvo éxito contra él, sí lo tuvo con la ayuda de Hostegesis para convencer a Muhammad I de que depusiera a Valencio como obispo y le reemplazara por Estéfano Flaccón.

Ante el temor de que finalmente consiguieran perjudicarle, ese mismo año o en el 864 Sansón decidió huir a Tucci (actual Martos, en la provincia de Jaén).

Para algunos es el abad que en el año 875 donó una campana a la iglesia de San Sebastián en la sierra de Córdoba, en el actual municipio de Espiel, hoy conservada en Museo Arqueológico de Córdoba y Simonet transcribe la dedicación: «Offert hoc munus Samson abbatis in Domum Sancti Sabastiani Martiris Christi. Era DCCCCLXIII». Pero parece ser que es realmente del año 930.

Finalmente, según se proclama en el epitafio que Cipriano de Córdoba le dedicó, Sansón falleció el 21 de agosto de 890 siendo anciano y habiendo recuperado la dignidad abacial. Este es su texto:

Epitafio que el mismo compuso en el sepulcro del señor Sansón en metro heroico.
Quién y qué grande fue el ilustrísimo abad Sansón, cuyo santo cuerpo se halla en una urna de esta iglesia, lo proclama Hispania, protegida por su palabra. Conmueve a Dios con tus súplicas, lector, conmuévelo ahora, te lo ruego, para que tras borrar sus culpas pueda ascender a los cielos. Falleció muy conocido y lleno de días el veintiuno de agosto, el día veintiuno del mes de agosto de la era 928 [año 890].

Obras de Sansón de Córdoba

  • Apologeticum contra perfidos (Liber apologeticus fidei). Fue escrita en su exilio en Tucci. El objetivo es defenderse mejor de las acusaciones de heterodoxia vertidas contra él por parte de Hostegesis y para evidenciar la falta de catolicidad en las afirmaciones teológicas del obispo malacitano. En ella, al tiempo que limpiaba su credo refutando las infundadas acusaciones de herejía, desentrañaba uno por uno los errores dogmáticos de la fe heterodoxa de su rival, al que calificaba como enemigo de Dios, para dejarle en evidencia ante la clerecía hispana. Se centra en demostrar que Cristo en su naturaleza divina no pudo estar encerrado en el vientre de la Virgen y que Dios está inmanentemente en todas las criaturas, incluidas las nefandas.
    Está editado en latín en J. Gil, Corpus scriptorum Muzarabicorum, t. II, Madrid, CSIC – Instituto Antonio de Nebrija, 1973, págs. 506-658; existe una traducción al castellano de J. Palacios Royán, Apologético del abad Sansón, Madrid, Akal, 1998.
  • De gradibus consanguinitatis tractatulus. Un tratado sobre la consanguinidad que compuso ante las acusaciones de Hostegesis de que casaba a primos hermanos, Sansón explica el parentesco permitido en el matrimonio por los cánones religiosos y el derecho civil.
    Esta editado en latín y traducido al castellano por J. Palacios Royán y G. del Cerro Calderón en “El De Gradibus Consanguinitatis Tractaculus del abad Sansón. Introducción, texto latino y traducción”, en Excerpta Philologica, VII-VIII (1997-1998), págs. 195-209.
  • Carmina Samsonis, Conjunto de tres epitafios a los abades Ofilón (restaurador del monasterio de Samos en Galicia en el año 861) y Atanagildo (a quien Álvaro de Córdoba dirigió una epístola alrededor del año 861) y el presbítero Valentiniano o Valentiano. Están editados en Martínez Gázquez, José: Epitafios mozárabes; y editados y traducidos en G. del Cerro Calderón y J. Palacios Royán, Lírica mozárabe, Málaga, Universidad de Málaga, 1998, págs. 82-83