
Horizontes de la Historia
Épica medieval
Mandala Ediciones
2018
225
Y todo ello, como decía, desde un basamento historiográfico irreprochable y que, sin entorpecer la lectura, está siempre presente. Es por ello que el último capítulo gana un mayor peso si cabe, pues en él, además de mostrar la evolución de los trabajos históricos sobre Rodrigo Díaz de Vivar y su época, se nos presenta también la base sobre la que el autor ha podido construir su relato.
Y todo ello, como decía, desde un basamento historiográfico irreprochable y que, sin entorpecer la lectura, está siempre presente. Es por ello que el último capítulo gana un mayor peso si cabe, pues en él, además de mostrar la evolución de los trabajos históricos sobre Rodrigo Díaz de Vivar y su época, se nos presenta también la base sobre la que el autor ha podido construir su relato. Con ello el autor cierra su obra con un gran ofrecimiento al lector también. Es el mejor punto sobre el que seguir trabajando.
Adrián Díaz-Plaza Casal aporta un grano de arena más en la montaña de conocimiento sobre el Cid, sin duda, pero es un grano que permitirá, desde una visión general, poder apreciar mejor la figura del personaje para aquel que apenas la conozca y servir, a la vez, como punto inicial de cualquier trabajo que pretenda investigar sobre el mismo.
No puedo dejar de mencionar también, no queriendo alargar en exceso estas palabras introductorias, otro de los grandes méritos de la labor del autor. Todo el trabajo y el análisis, todo ese repaso a las diversas visiones del Cid, y a su larga historia, se hace desde la más fría objetividad, sin entrar en visiones gloriosas ni en ataques fuera de lugar.
Una visión objetiva que presenta al Cid en su contexto y sin juzgarlo desde visiones ajenas al mismo. “Ni fue héroe, ni fue villano…”, dice el autor, y posiblemente es la mejor expresión de la objetividad y de su buen trabajo.