Portada » Cultura y sociedad » Fuentes históricas » Referencias a Hispania en las Historias de Gregorio de Tours

Referencias a Hispania en las Historias de Gregorio de Tours

por Javier Iglesia Aparicio
0 comentario 878 visitas 58 min. de lectura
A+A-
Reset
Frontispicio de los libros I-VI de las Historias de Gregorio de Tours. Luxeuil o Corbie, fines del siglo VII. BnF, Manuscritos, Latín 17655 fol. 2

Gregorio de Tours ( c. 539 – 594) fue un aristócrata galorromano que, siendo muy joven, se consagró a la Iglesia. En el 573 fue elegido obispo de Tours y, desde esa posición, fue también autor de varias obras, la mayoría hagiografías, aunque la más famosa es Historias, también conocida como Historia de los francos. Es una obra escrita en latín y que alcanza hasta el mes de agosto del año 591.

Aunque se centra principalmente en la historia de los reinos francos, en este artículo vamos a relacionar las referencias que Gregorio de Tours hace en esta obra a Hispania. Por norma general, las referencias relatan las relaciones matrimoniales, embajadas y conflictos de los reinos francos con los visigodos, centrándose sobre todo en la Septimania, el territorio que los visigodos aún conservaban en las Galias. Pero también son numerosas la menciones a la herejía arriana que practicaban los visigodos en Hispania, objeto de vehementes críticas por parte de Gregorio de Tours.

Las traducciones han sido tomadas del libro Historias de Gregorio de Tours traducido y editado por Pedro Herrera Roldán.

Libro II

El libro II narra los hechos acaecidos entre los años 397 y la muerte del rey Clodoveo en el 511.

2. Tras esto los vándalos se marcharon de sus tierras y con su rey Gunderico cayeron sobre las Galias. Luego de llevar allí a cabo una gran devastación, se dirigieron a las Hispanias. Los siguieron los suevos, esto es, los alamanes, que se apoderaron de Gallaecia. No mucho después surgió una disputa entre ambos pueblos dado que eran vecinos. Y cuando marcharon en armas para la guerra y estaban ya casi preparados para el choque, el rey de los alamanes dijo: “¿Hasta cuándo se agitará la guerra sobre todo el pueblo? Que no perezcan, os lo ruego, las filas de ambos pueblos; antes bien, que dos de los nuestros salgan al campo de batalla con armas de guerra y combatan entre sí. Entonces, aquel cuyo guerrero haya vencido conseguirá sin lucha el territorio”. Con esto estuvo de acuerdo el pueblo entero a fin de que no se precipitase sobre la punta de la espada toda la multitud. Por lo demás, por estos días había muerto el rey Gunderico y en su lugar había alcanzado el trono Trasamundo. Al combatir los guerreros, el bando de los vándalos cayó vencido y, muerto el guerrero, Trasamundo se comprometió a irse, esto es, a alejarse de los confines de Hispania una vez hubiese preparado lo necesario para la marcha.
Por la misma época Trasamundo llevó a cabo una persecución contra los cristianos y empujaba con torturas y diversos tipos de muerte a toda Hispania a que aceptase la perfidia de la secta arriana. Por ello ocurrió que fue conducida a esta prueba cierta religiosa, repleta de riquezas, floreciente, conforme a la dignidad terrenal, por su nobleza senatorial y, lo que es más noble que todo esto, firme en su fe católica y servidora intachable de Dios todopoderoso. Cuando fue llevada a presencia del rey, empezó por halagarla en primer lugar con palabras lisonjeras para que se bautizase de nuevo. Mas al rechazar ella su venenosa lanza con la rodela de la fe, el rey ordenó quitarle sus bienes, a ella que poseía ya interiormente los reinos del Paraíso, y luego someterla a suplicios y torturarla sin esperanza de su vida presente. ¿Para qué más? Tras muchos tormentos, tras quitarle los tesoros de sus riquezas terrenales y no poder forzarla a dividir la santa Trinidad, fue llevada contra su voluntad a bautizarse de nuevo. Y al ser obligada por la fuerza a sumergirse en aquella cenagosa pila, proclamó: “Creo que el Padre con el Hijo y el Espíritu Santo son de una misma sustancia y esencia”, y manchó toda el agua con el ungüento apropiado, esto es, que la roció con sus deyecciones. Conducida a continuación al tormento dictado por ley, tras el potro, las llamas y los garfios fue dedicada a su Señor Jesucristo por medio de la decapitación. Cuando tras esto los alamanes los persiguieron hasta Traducta, los vándalos cruzaron el mar y se diseminaron por toda África y Mauritania.

Gregorio narra aquí la entrada de vándalos y suevos en las Galias y su paso a Hispania. Sin embargo comete el error de decir que Trasamundo fue quien sucedió a Gunderico, cuando en realidad fue Genserico. Trasamundo fue rey de los vándalos entre los años 496 y 523, cuando éstos ya se encontraban en África. Por otro lado, nos hace llegar un relato legendario de por qué los vándalos decidieron abandonar la Gallaecia, que compartían con los suevos: su campeón fue vencido por el campeón suevo y así se evitó un derramamiento de sangre entre sendos pueblos. En realidad, hubo un enfrentamiento entre ambos pueblos en la batalla de los montes Nervasos que fue favorable a los vándalos pero luego fueron derrotados por el romano Maurocelo en el 420 y se pasaron a la Bética. Traducta se corresponde con la actual Tarifa.

9. […] [Citando a Renato Profuturo Frigerido] En cambio, cuando dice que Constantino, tras usurpar el poder, ordenó venir de las Hispanias ante sí a su hijo Constancio, refiere así: “El usurpador Constantino hizo venir de las Hispanias a su hijo Constante, tan usurpador como él, para tratar personalmente de asuntos de estado; por ello ocurrió que Constante, tras dejar en Zaragoza su corte y a su esposa y confiárselo todo a Geroncio en las Hispanias, corrió al lado de su padre sin detenerse. Cuando se reunieron, así que pasaron muchos días sin que llegase de Italia motivo de temor alguno, Constantino, entregado a su gula y su lujuria, recomendó a su hijo regresar a las Hispanias. Mas cuando éste, luego de enviar por delante sus tropas, se hallaba aún junto a su padre, llegaron de Hispania noticias de que Geroncio había provisto de autoridad imperial a Máximo, uno de sus clientes, y de que estaba preparando una expedición contra él con un contingente de pueblos bárbaros”. […]

Breve noticia sobre los usurpadores Constantino y Máximo. Este último junto con Geroncio fue quien decidió llamar en su auxilio a los suevos, vándalos y alanos que se encontraban en la Aquitania en en el 409.

25. También por esta época el rey de los godos Eurico traspasó la frontera hispana y promovió una grave persecución contra los cristianos en las Galias. Decapitaba por doquier a quienes no consentían con su perversa herejía, encerraba en cárceles a los clérigos y a unos obispos los enviaba al exilio y a otros los pasaba a cuchillo. Por lo demás, también había ordenado obstruir con zarzas las entradas mismas de los sagrados templos por si un escaso acceso a ellos provocaba el olvido de la fe. Fueron sobre todo las ciudades de Novempopulania y las dos Germanias las saqueadas entonces en esta persecución. […]

Hay aquí un gran salto temporal: Pasamos al reinado de Eurico (466-484). Eurico tenía la base de poder de su reino en las Galias y su corte en Toulouse. Guerreó contra los francos por el dominio de esa provincia, dominando los territorios al sur del río Loira y al oeste del Rin grosso modo. Inició también la penetración del dominio visigodo en Hispania.

37. […] Entretanto el rey Clodoveo se encontró con el rey de los godos Alarico en la llanura de Vouvillé, a diez millas de la ciudad de Poitiers, y mientras unos combatieron de lejos otros se enfrentaron cuerpo a cuerpo. Cuando los godos, según su costumbre, se batieron en retirada, el mencionado rey Clodoveo obtuvo la victoria con el auxilio del Señor. [… Tras la derrota Vouvillé] Amalarico, hijo de Alarico, huyó de esta lucha a Hispania y se apoderó con decisión del reino de su padre.

Tras la derrota de Vouvillé (507), donde falleció Alarico II, los visigodos abandonan la práctica totalidad de las Galias salvo la Septimania y se movieron hacia Hispania, donde con capital en Toledo, establecerían su reino a partir de entonces. Gesaleico será proclamado rey tras la derrota. Pero Teodorico, rey de los ostrogodos, presiona para que sea su nieto Amalarico, hijo de Alarico II, quien lo suceda. Finalmente fue nombrado rey y gobernó entre los años 511 y 531. Los primeros años lo hizo bajo la regencia de su abuelo.

Libro III

Este libro narra los hechos entre los años 511 y 548, hasta la muerte del rey Teodeberto I.

1. […] el rey de Hispania Amalarico, hijo de Alarico, pidió en matrimonio a la hermana de éstos [los reyes Teuderico, Clodomir, Childeberto y Clotario, hijos del rey Clodoveo], cosa que benévolamente le concedieron enviándosela a tierras de Hispania con una enorme cantidad de joyas.

Efectivamente Amalarico se casó en el 526 con Clotilde, hija de Clodoveo I. Con esta unión, Amalarico pretendía mejorar las relaciones con sus vecinos francos a la vez que fortalecer su posición frente a otros nobles pretendientes al trono visigodo.

10. Cuando Childeberto tuvo completa certeza de esto, regresó de Arverno y se dirigió a Hispania por causa de su hermana Clotilde. Ésta sufría verdaderamente un continuo hostigamiento por parte de su esposo Amalarico a causa de su fe católica. En efecto, a menudo, cuando ella se dirigía a la santa iglesia, él ordenaba que arrojasen sobre ella estiércol y distintas inmundicias. Por último, se dice que la golpeó con tanta crueldad que le hizo llegar a su hermano un pañuelo teñido de su propia sangre. Por ello aquél, enormemente encolerizado, se encaminó a las Hispanias. Amalarico, así que oyó esto, preparó naves para huir. A continuación, cuando Childeberto se echaba encima y Amalarico debía embarcar, le vino a la cabeza que había dejado en su tesoro una gran cantidad de piedras preciosas. Al volver a la ciudad para buscarlas, el ejército le cortó el camino al puerto. Viendo que no podía escapar, intentó refugiarse en una iglesia cristiana, pero antes de alcanzar sus sagrados umbrales, alguien le arrojó con la mano una lanza que lo hirió de muerte y, desplomándose, entregó allí su espíritu. […]

El objetivo del enlace no se consiguió debido a las diferencias religiosas de los dos esposos. Amalarico, que era arriano, no consiguió que Clotilde abjurara de su fe católica. Como vemos, Gregorio de Tours narra las supuestas humillaciones que tuvo que sufrir Clotilde y, en consecuencia, las guerras que esto provocó cuando sus hermanos Childeberto I y Clotario atacaron a Amalarico. Los francos atacaron la Septimania en el 531 y tomaron Narbona. Amalarico huyó a Barcino (Barcelona), donde murió asesinado, según Isidoro de Sevilla, por sus propios hombres.

29. Tras esto el rey Childeberto marchó a Hispania. Cuando entró en ella con Clotario, cercaron y asediaron con su ejército la ciudad de Zaragoza. Pero éstos se volvieron a Dios con tanta humildad que, vestidos con cilicios, se abstuvieron de comer y de beber y, entre cantos de salmos, dieron vueltas por las murallas de la ciudad con la túnica del mártir san Vicente; también las mujeres los seguían llorando vestidas con mantos negros, los cabellos sueltos y ceniza por encima, de suerte que se podía pensar que estaban asistiendo a los funerales de sus esposos. Y aquel lugar cifró tanto toda su esperanza en la misericordia del Señor, que se podría decir que allí se estaba celebrando el ayuno de los ninivitas, y se pensaba que no podía hacerse más que ablandar con sus plegarias la misericordia divina. Mas los sitiadores, como no sabían qué hacían los sitiados, al verlos rodeando la muralla pensaban que estaban haciendo algún maleficio. Entonces apresaron a un individuo de la ciudad y le preguntaron qué era lo que estaban haciendo. Aquél dijo: ” Están llevando la túnica de san Vicente y con ella ruegan que el Señor se apiade de ellos”. Entonces aquéllos tuvieron miedo y se retiraron de la ciudad. No obstante, como habían tomado una parte enorme de Hispania, regresaron a las Galias con un gran botín.

Los reyes francos continuaron atacando el reino visigodo. En el año 541 Childeberto I y Clotario invadieron la provincia Tarraconense y asediaron Zaragoza, pero fueron obligados a retirarse. De esta expedición Childeberto I llevó a París la túnica de San Vicente, en honor de quién hizo construir a las puertas de París el famoso monasterio de San Vicente, conocido posteriormente como la abadía de Saint-Germain-des-Prés.

Libro IV

Narra los hechos entre el año 548 y la muerte del rey Sigeberto I en el 575, aunque comienza con la muerte de la reina Clotilde en el 544.

8. Durante el reinado de Agila en Hispania, como quiera que aplastaba al pueblo con el pesadísimo yugo de su dominación, el ejército del emperador penetró en Hispania y se apoderó de algunas ciudades. Una vez asesinado Agila, Atanagildo tomó su reino; posteriormente libró contra dicho ejército muchas guerras y los derrotó a menudo, arrancando de su poder parte de las ciudades de que se habían apoderado indebidamente.

Agila I fue elegido rey en el 549 tras la muerte de Teudiselo. Tuvo que enfrentarse a la rebelión de Atanagildo en Sevilla (551) y a la hostilidad de las élites senatoriales de Córdoba. En este contexto intervinieron los bizantinos, probablemente por petición de ayuda de Atanagildo, a partir del 552. La lucha entra Agila I y Atanagildo perduró hasta el año 555, cuando Agila fue asesinado en Mérida y Atanagildo fue proclamado rey. Los bizantinos permanecieron en Hispania a partir de entonces ocupando un territorio costero en la Bética y la Cartaginense.

27. Cuando el rey Sigiberto vio que sus hermanas tomaban unas esposas indignas de sí mismos y, en su degradación, se unían en matrimonio incluso a criadas, envió una embajada a Hispania y con muchos obsequios pidió la mano de Bruniquilde, la hija del rey Atanagildo. Era una muchacha de maneras distinguidas, hermoso aspecto, costumbres honestas y dignas, consejo prudente y suaves palabras. Su padre no se la negó y la envió con grandes tesoros al mencionado rey. Éste por su parte, tras reunir consigo a sus próceres y preparar un banquete, la tomó por esposa con inmensa alegría y júbilo. Y dado que estaba sujeta a la fe arriana, gracias a la predicación de los obispos y a la exhortación del propio rey se convirtió y, tras confesar en su unidad la santa Trinidad, creyó y fue ungida con el crisma. Y se mantiene católica en el nombre de Cristo.

Sigiberto I de Austria efectivamente se casó con Bruniquilde, Brunequilda o Brunegilda, hija menor del rey visigodo Atanagildo. La boda se celebró entre los años 566 y 567 en la ciudad de Metz. La visigoda aceptó cambiar su fe arriana por la fe católica.

28. Al ver esto el rey Chilperico, pese a tener ya muchas esposas, pidió la mano de Galsvinta, hermana de aquélla, prometiendo por medio de sus embajadores que abandonaría a las otras con tal de casarse con una digna de sí e hija de un rey. Cuando su padre aceptó estas promesas, le envió a su hija de igual manera que la anterior, con grandes riquezas. Por lo demás, Galsvinta era de mayor edad que Bruniquilde. Cuando llegó junto al rey Chilperico, la recibió con gran honor y se unió a ella en matrimonio; él la quería también con un gran amor, pues había traído consigo grandes tesoros. Pero a causa de su amor por Fredegunda, a la que había tenido antes, surgió entre ellos un gran altercado. En efecto, ya se había convertido a la fe católica y había sido ungida con el crisma. Y tras quejarse al rey de que estaba continuamente sufriendo agravios y decir que no gozaba de ninguna dignidad junto a él, le pidió que se quedara los tesoros que había traído consigo y le permitiera volver libre a su patria. Mas él, negándose por medio de ardides, la aplacó con palabras lisonjeras. No obstante, al final ordenó que la estrangulara un esclavo y la encontró muerta en el lecho. […]

Chilperico I de Neustria se casó con Galswinta o Galsvinta, hija de Atanagildo, mayor que Brunequilde. El rey Chilperico ya estaba casado con Audovera, con quien había tenido seis hijos, pero logró anular su matrimonio en el 565. El matrimonio debió de realizarse en el 568 y la princesa visigoda recibió como dote las ciudades de Limoges, Burdeos, Cahors, Béarn y Bigorra con todos sus territorios y población. A cambio se convirtió al catolicismo. Pero todo fue un fracaso porque el rey Chilperico no abandonó a Fredegunda, su amante. Finalmente fue asesinada probablemente hacia el 572 o 573.

Las bodas de Bruniquilde y Galsvinta fueron cantadas por el poeta Venancio Fortunato.

38. En fin, para regresar a la historia, cuando en Hispania murió el rey Atanagildo, el reino lo recibió Liuva junto con su hermano Leovigildo. Una vez falleció Liuva, su hermano Leovigildo se hizo con todo el reino. Éste, tras la muerte de su esposa, se casó con Gosvinta, madre de la reina Bruniquilde, cuando ya tenía dos hijos de su primera esposa; de ellos, uno se prometió a una hija de Sigiberto y otro a una de Chilperico. También él dividió equitativamente el reino entre ellos, matando a todos los que acostumbraban a asesinar a los reyes sin dejar de ellos a nadie que orinase contra la pared.

Atanagildo falleció en octubre del 568 en Toledo y fue sucedido por Liuva I quien asoció a su hermano Leovigildo al gobierno. Liuva I falleció en torno al 572 y Leovigildo quedó como único rey. Leovigildo tomó con segunda esposa a Gosvinta, viuda del rey Atanagildo, también alrededor del 572. Siguiendo con la política matrimonial con los reinos francos, su hijo Hermenegildo se casó con Ingundis, hija de Sigeberto I y Brunequilde. No hay constancia de la boda de Recaredo con Rigunta, hija de Chilperico I.

Libro V

El libro V narra los hechos entre los años 575 y 580.

33. […] Aquel año la ciudad de Burdeos se vio duramente sacudida por un terremoto y las murallas de la población estuvieron a pique de derrumbarse; y todo el pueblo estuvo tan aterrado por el miedo a morir, que pensó que, si no escapaba, se hundiría con la ciudad. Hubo por ello muchos que se marcharon a otras ciudades. Este temblor se extendió a las ciudades vecinas y llegó hasta Hispania, pero no con tanta fuerza. Con todo, de los montes Pirineos se desprendieron unas rocas inmensas que aplastaron a rebaños y personas.[…]

Noticia de un terremoto acaecido el 580 en los Pirineos.

37. Por esta época falleció también el bendito obispo de Gallaecia Martín, con gran duelo del pueblo por él. Nació éste en Panonia y se apresuró a Oriente a visitar los santos lugares; se formó en letras hasta el punto de que en sus días no se le tenía por inferior a nadie. De allí fue a Gallaecia, donde fue ordenado obispo cuando se llevaron allí las reliquias de san Martín. Cumplidos en dicho episcopado treinta años más o menos, se marchó junto al Señor lleno de virtudes. Los versos que hay sobre la puerta de la parte sur de la basílica de san Martín los compuso él.

Se narra aquí el fallecimiento de San Martín de Braga, en el 580, obispo de Dumio y Braga, en el reino suevo (la Gallaecia)

38. Aquel año hubo en las Hispanias una gran persecución de cristianos y muchos fueron condenados al exilio, privados de sus bienes, consumidos por el hambre, encerrados en la cárcel, sometidos a azotes y asesinados con diversos suplicios. La responsable de aquel crimen fue Gosvinta, con quien el rey Leovigildo se había casado tras su matrimonio con el rey Atanagildo. Pero ella, que había impuesto a los siervos de Dios una marca de humillación, por persecución de la venganza divina quedó también marcada ante todos los pueblos. En efecto, un velo blanco que le cubrió un ojo le quitó de los párpados la luz que su espíritu no tenía. Por lo demás, el rey Leovigildo tenía de otra esposa dos hijos, de los que el mayor se había prometido a una hija de Sigiberto y el menor a una hija del rey Chilperico. Pero Ingunda, la hija del rey Sigiberto, había sido enviada a las Hispanias con gran pompa y acogida con gran alegría por su abuela Gosvinta. No obstante, no sufrió que ésta permaneciera por más tiempo en la religión católica; antes bien, se puso a seducirla con palabras lisonjeras para que se volviese a bautizar en la herejía arriana. Mas aquélla se opuso valerosamente y empezó a decir: “Basta y sobra con que me haya limpiado una vez del pecado original con el salutífero bautismo y con que haya confesado la Santa Trinidad en una misma igualdad. Confieso creer esto de todo corazón y jamás retrocederé de esta fe”. Cuando aquélla oyó esto, encendida de una furiosa cólera, agarró a la muchacha por el pelo de la cabeza, la estrelló contra el suelo, la golpeó largo rato a patadas y, una vez bañada en sangre, ordenó desnudarla y sumergirla en un estanque. No obstante, según afirman muchos, nunca apartó su ánimo de nuestra fe. Leovigildo por su parte les dio una de sus ciudades para que se establecieran en ella y reinaran. Cuando se marcharon a ella, Ingunda comenzó a predicar a su esposo para que dejara la falsedad herética y reconociera la verdad de la fe católica. Y pese a que aquél se opuso largo tiempo, finalmente movido ante su predicación, se convirtió a la fe católica y, cuando fue ungido con el crisma, se le llamó Juan. Cuando esto llegó a oídos de Leovigildo empezó a buscar motivos para perderlo. Mas así que esto llegó a conocimiento de aquél, se unió al bando del emperador y trabó amistad con su prefecto, que por entonces estaba atacando Hispania. Leovigildo por su parte le envió mensajeros diciéndole: “Ven a mí, pues existen asuntos de los que hemos de tratar juntos”. Mas él le dijo: “No iré, pues eres hostil a mí por el hecho de que soy católico”. Entonces aquél, luego de entregar al prefecto del emperador treinta mil sólidos para que se abstuviera de prestarle ayuda, movilizó su ejército y fue contra él. Hermenegildo por su parte, tras llamar a los griegos, salió contra su padre dejando en la ciudad a su esposa. Mas cuando Leovigildo vino en su contra y él se vio abandonado de sus refuerzos, viendo que en absoluto podía vencer, se refugió en una iglesia que había cerca y dijo: “Que no venga sobre mí mi padre, pues es una impiedad que un hijo mate a su padre o un padre a su hijo”. Cuando esto llegó a oídos de Leovigildo, le envió a su hermano, quien, tras jurarle que no sería humillado, le dijo: “Llégate tú en persona, póstrate a los pies de nuestro padre y te lo perdonará todo”. Aquél entonces reclamó que se llamara a su padre y cuando éste entró se postró a sus pies. Éste a su vez lo cogió, lo besó y, luego de ablandarlo con palabras lisonjeras, lo condujo a su campamento, donde, olvidado su juramento, hizo una seña a los suyos, lo prendió, lo despojó de sus vestiduras y lo vistió con ropas humildes; y tras regresar a la ciudad de Toledo, le quitó sus criados y lo envió al exilio con tan solo un humilde servidor.

Ingunda acudió a Toledo en el 579 para casarse con Hermenegildo y allí se encontró con su abuela materna Gosvinta, esposa de Leovigildo. Gosvinta era una acérrima seguidora del arrianismo e intentó hacer abjurar a Ingunda del catolicismo, sin conseguirlo. Leovigildo envió a Hermenegildo e Ingunda a Sevilla y parece que éste acabo por convertirse al catolicismo. Hermenegildo se sublevó en el invierno del 579 al 580.

40. Tras esto el obispo Elafio de Châlons, que había sido enviado como embajador a las Hispanias por asuntos de la reina Bruniquilde, contrajo una fiebre enorme, […]

Una muestra de las continuas embajadas entre los reinos francos y los visigodos, esta en el 580. Recordemos que Bruniquilde era visigoda y probablemente quería noticias de su hija Ingunda y de su madre Gosvinta, ambas residentes en el reino visigodo.

41. El rey de Gallaecia Mirón envió embajadores ante el rey Gontrán. Mas al pasar por territorio de Poitiers, que entonces tenía el rey Chilperico, se lo anunciaron a éste. Él ordenó que se los presentaran presos y que los tuvieran bajo custodia en París. […] Por otra parte, al cabo de un año se dejó marchar a los embajadores de los suevos, que volvieron a su tierra.

En los años 575 y 576 Leovigildo realizó sendas incursiones en la frontera sueva, lo que parece haber llevado rey suevo Miro o Mirón a buscar alianzas. La embajada sueva, que se puede datar en el 580, probablemente buscaba una alianza con el rey Gontrán de Borgoña frente al empuje visigodo. Sin embargo, fue interceptada por el rey Chilperico I de Neustria, aliado en esos momentos de Leovigildo.

43. El rey Leovigildo envió como embajador ante Chilperico a Agilán, un hombre sin ingenio ni probado por su formación intelectual, sino tan solo de una voluntad perversa hacia la fe católica. Cuando su camino lo condujo a Tours, empezó a pincharnos respecto a la fe y a atacar los dogmas eclesiásticos. […] Ante esto aquél dejó la discusión, se levantó y se fue. Pero posteriormente, una vez regresó a las Hispanias, se vio postrado por una enfermedad y, obligado por la necesidad, se convirtió a nuestra religión.

La embajada de Leovigildo, en torno al año 580, muestra los continuos contactos de éste con el reino de Neustria para mantener la alianza frente a Gontrán y los suevos.

Libro VI

Este libro narra los hechos entre los años 581 y 584.

12. […] El duque Bladaste se retiró a Vasconia y perdió la mayor parte de su ejército.

Es la primera noticia de una incursión de los vascones contra Novempopulania, el sur de la Aquitania, en el 581. El duque Bladaste, seguramente residente en Burdeos (estaba casado con una hija de Leuba, una poderosa dama aquitana de origen godo), fue el encargado de combatirlos, por orden de Chilperico I. Parece ser que no tuvo demasiado éxito.

18. Regresaron los embajadores del rey Chilperico, esto es, Ansovaldo y Domegiselo, a quienes se había enviado a las Hispanias a examinar una dote. Por estos días el rey Leovigildo se hallaba en campaña contra su hijo Hermenegildo, a quien había quitado también la ciudad de Mérida. En efecto, ya hemos expuesto más arriba cómo éste se había unido con los generales del emperador Tiberio. Por lo demás, esta razón les había provocado una demora a los embajadores, de suerte que regresaron más tarde. Al verlos, mostré mi interés respecto al fervor por la fe de Cristo que tenían los pocos cristianos que habían quedado en aquel lugar. A esto Ansovaldo contestó: “Los cristianos que ahora quedan en las Hispanias conservan íntegramente su fe católica. Pero el rey está procurando perturbarla ahora con un nuevo ardid, mientras finge engañosamente rezar junto a los sepulcros de los mártires así como en las iglesias de nuestra religión. En efecto, dice: ” Sé de forma clara que Cristo es el Hijo de Dios, igual al Padre; pero que el Espíritu Santo sea Dios no lo creo en absoluto porque en ningún libro se lee que sea Dios”. ¡Ay, ay, qué inicua opinión, qué venenoso parecer, qué depravado juicio! ¿Y dónde está lo que dice el Señor: “Dios es Espíritu”? ¿Y lo que Pedro le dijo a Ananías: “¿Cómo se te ha ocurrido tentar al Espíritu Santo? No has mentido a los hombres, sino a Dios”? ¿Dónde está lo que Pablo dijo al mencionar los dones místicos: “Esas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno según su voluntad?. Y quien obra conforme a su voluntad, se conoce que no está sujeto a nadie. Por lo demás, una vez Ansovaldo llegó ante el rey Chilperico, lo siguió una embajada de los hispanos que, luego de dirigirse de Chilperico a Childeberto, regresó a las Hispanias.

Los embajadores habían ido a examinar la dote que le correspondía a Rigunta, prometida a Recaredo. Lo interesante del regreso de esta embajada, en el 582, es que nos narra los inicios del enfrentamiento militar entre Leovigildo y su hijo Hermenegildo. Asimismo se recibió otra embajada visigoda por Chilperico I de Neustria y Childeberto II de Austrasia ambos aliados de Leovigildo al contrario que el rey Gontrán de Borgoña.

29. Regresaron de las Hispanias los embajadores sin traer ninguna noticia segura, ya que Leovigildo seguía en campaña contra su hijo mayor. […]

Esta embajada regresó en el año 583.

33. El noveno año del rey Childeberto el rey Gontrán devolvió él mismo a su sobrino su parte de Marsella. Los embajadores del príncipe Chilperico regresaron de las Hispanias con la noticia de que la provincia de la Carpetania había sido duramente devastada por langostas, de manera que no quedó árbol, ni viñedo, ni bosque, ni fruto alguno ni nada verde que no fuese destruido por ellas. Contaban por otra parte las enemistades que habían surgido entre Leovigildo y su hijo se habían enconado.[…]

Noticia referida al año 584, hablando de una plaga de langosta en el centro de Hispania (la Carpetania) y de la continuación del enfrentamiento entre Leovigildo y Hermenegildo.

34. Llegaron de nuevo de Hispania unos embajadores a traer regalos y recibir el compromiso del rey Chilperico de entregar su hija en matrimonio al hijo del rey Leovigildo conforme al acuerdo anterior. Cuando finalmente se le dio el compromiso y se trataron todos los detalles, el embajador regresó. Pero así que el rey Chilperico salió de París para dirigirse al territorio de Soissons, se le presentó un nuevo luto. Y es que el hijo que el año anterior había purificado en el sagrado bautismo fue presa de la disentería y expiró. En efecto esto es lo que significó aquel resplandor que hemos mencionado más arriba que cayó de una nube. Entonces regresaron a París con inmenso dolor y enterraron al niño para a continuación enviar por el embajador, a fin de que volviera a aplazar el compromiso que había dado, pues el rey decía: “He aquí que mantengo un duelo en mi casa; ¿Cómo voy a celebrar la boda de mi hija?”. Quiso entonces enviar allá a otra hija, la que tenía de Audovera y había metido en el monasterio de Poitiers. Pero aquella rehusó ante la expresa oposición de la bendita Radegunda, que decía: “No es, pues, apropiado que una muchacha dedicada a Cristo vuelva de nuevo a los placeres del mundo”.

El matrimonio entre Recaredo y Rigunta se seguía negociando en el 584 y, según parece, ya había un acuerdo final. Pero el rey Chilperico I de Neustria finalmente se echó atrás (Gregorio dice que por el luto de su hijo muerto) y trató de casar a otras de sus hijas.

40. Llegó de las Hispanias un embajador llamado Oppila, con muchos regalos para el rey Chilperico. Y es que el rey de los hispanos temía que Childeberto movilizara su ejército para vengar la ofensa a su hermana, ya que Leovigildo, tras apresar a su hijo Hermenegildo, que se había casado con la hermana del rey Childeberto, lo había encerrado en la cárcel y a su esposa la había dejado con los griegos. Así pues, al llegar este embajador a Tours el santo día de la Pascua, le preguntamos si era de nuestra religión. Él contestó que creía lo que los católicos. A continuación marchó conmigo a la iglesia y asistió a la solemnidad de la misa, pero ni les dio la paz a los nuestros ni participó en el santo sacrificio. Y se supo que era mentira lo que había dicho sobre que era católico. […] Tras esto se produjo silencio y se dejó de discutir. Aquél por su parte se dirigió al rey Chilperico y, luego de presentarle los regalos que le había enviado el rey de los hispanos, regresó a Hispania.

Leovigildo temía que Childeberto II de Austrasia se aliara con Gontrán de Borgoña y atacara a los visigodos pues su hermana Ingunda, casada con Hermenegildo, había quedado en manos de los bizantinos. Por lo tanto, la embajada pretende fortalecer la alianza con el rey Chilperico I de Neustria.

42. […] el rey [Childeberto] ordenó movilizar un ejército al que mandó dirigirse a Hispania; no obstante desistió. […]

Aunque tuvo intención de atacar Hispania, Childeberto II de Austrasia finalmente desistió.

43. En Gallaecia tuvieron lugar nuevos acontecimientos que se van a contar desde un punto anterior. Hermenegildo, como hemos dicho más arriba, se había enemistado con su padre y, mientras se hallaba con su esposa en cierta ciudad de Hispania confiado en la ayuda del emperador y del rey de Gallaecia Mirón, se enteró de que su padre se dirigía hacia él con un ejército y deliberó sobre cómo rechazarlo o matarlo a su llegada, sin saber el desdichado que el juicio divino se cernía sobre él por albergar tales proyectos contra su padre, por muy hereje que fuese. Así pues, tras tratar el asunto, de los muchos millares de sus hombres escogió trescientos guerreros y los apostó dentro de la fortaleza de Osset, en cuya iglesia las fuentes se llenan por obra divina, con la finalidad de que su padre quedara asustado y maltrecho por éstos en un primer ataque, y luego fuese vencido con más facilidad por la tropa de peor calidad, que era muchísima. En fin, cuando el rey Leovigildo supo de estos ardides, se sumió en una grandísima deliberación. “Si parto hacia allá” – decía- “con todo mi ejército, cuando éste se concentre en un solo lugar, será batido de la forma más cruel por los proyectiles enemigos. Mas si voy con unos pocos, no podré derrotar un destacamento de hombres valerosos. No obstante, iré con todos”. Y tras dirigirse al lugar, aplastó a los hombres e incendió el lugar, como ya se ha mencionado arriba. Asimismo, una vez conseguida la victoria, supo que el rey Mirón acampaba contra él con un ejército: tras rodearlo, le reclamó el juramento de que le sería leal en lo sucesivo. Y así, luego de hacerse mutuamente regalos, cada uno regresó a su propia tierra. Pero no muchos días después de regresar a su reino, Mirón se metió en cama y falleció. Y es que había enfermado por las malas aguas de Hispania y sus aires insalubres. Tras su fallecimiento su hijo Eurico solicitó la amistad del rey Leovigildo y, luego de prestarle el juramento que su padre había hecho, tomó el reino de Gallaecia. Mas ese año su cuñado Audica, que se había prometido con la hermana de aquél, llegó con su ejército y, tras apresarlo, lo convirtió en clérigo y ordenó que se le invistiese de la dignidad de diácono y presbítero. Él a su vez, luego de casarse con la esposa de su suegro, se hizo con el reino de Gallaecia. Por su parte Leovigildo capturó a su hijo Hermenegildo y se lo llevó consigo a Toledo para condenarlo luego al exilio; en cambio, a su esposa no se la pudo arrebatar a los griegos.

Narra aquí la ayuda que el rey suevo Mirón prestó a Hermenegildo y el enfrentamiento entre suevos y visigodos en la fortaleza de Osset, es decir, San Juan de Aznalfarache, en las cercanías de Sevilla, ocurrido en el 583. Leovigildo le obligó a jurarle fidelidad, permitiéndole retirarse a sus dominios donde falleció ese mismo año. Le sucedió su hijo Eurico o Eborico, quien renovó el pacto de fidelidad con Leovigildo pero que fue derrocado en el 584 por Audeca o Andeca, su cuñado. Este año 584 finaliza también el conflicto entre Leovigildo y Hermenegildo.

44. Ese año las langostas salieron de la provincia de la Carpetania, que habían devastado durante cinco años y, manteniéndose por la vía pública, se dirigieron a otra provincia vecina de ésta. El espacio que ocupaban tenía una dimensión de ciento cincuenta millas de largo y una extensión de cien millas de ancho. […]

45. Entretanto, cuando llegó el primero de septiembre, una gran embajada de godos se presentó ante el rey Chilperico. Él por su parte, que había vuelto ya a París, ordenó sacar a muchos sirvientes de los dominios reales y montarlos en carros; asimismo, a muchos de ellos que lloraban y no querían marcharse, mandó encerrarlos en la cárcel para poder enviarlos más fácilmente con su hija. Cuentan, en efecto, que muchos, debido a esta amargura, se quitaron la vida ahorcándose por temor a ser arrancados de sus parientes. Se separaba al hijo del padre y a la madre de la hija, y se marchaban entre grandes gemidos y maldiciones; el llanto de la ciudad de París era tan grande, que se le comparó con el de Egipto. Por su parte muchos próceres que se veían obligados a marcharse a la fuerza hicieron testamento y, luego de legar sus bienes a las iglesias, pedían que, nada más entrar la muchacha en las Hispanias, se abriesen aquellos testamentos igual que si ya se les hubiese sepultado. Entretanto llegaron a París unos embajadores del rey Childeberto para advertir al rey Chilperico que no cogiese nada de las ciudades que tenían del reino de su padre, […] Una vez que el rey Chilperico prometió no tocar nada de aquello, convocó a los francos más nobles y a sus restantes hombres de confianza y celebró las nupcias de su hija. Y tras entregarla a los embajadores, dio a ésta grandes tesoros. Pero también su madre presentó una inmensa cantidad de oro y plata así como de vestiduras, de manera que, cuando el rey lo vio, pensó que lo había quedado nada. […]

Rigunta, hija de Fredegunda y Chilperico, finalmente viaja en septiembre del 584 hacia Hispania con una enorme dote para casarse con Recaredo. Pero, mientras viaja, el rey Chilperico I es asesinado. En consecuencia, algunos de los soldados encargados de escoltar a la princesa desaparecen llevándose todo lo que puede robar. En Toulouse, el duque Desiderio se hace cargo del resto. La princesa fue devuelta a su madre en 585 con lo que la boda con Recaredo nunca llegará a realizarse.

Libro VII

Este libro narra hechos entre los años 584 y 585.

10. […] Mas cuando Ragnovaldo regresó de las Hispanias se le devolvió su esposa y sus bienes. Y es que, enviado por el rey Gontrán, se había dirigido a Hispania para llevar a cabo una embajada. […]

Libro VIII

Este libro narra hechos desde julio del 585 al 587.

28. Como hemos dicho muy a menudo, Ingunda fue dejada por su esposo con el ejército del emperador, pero mientras se la conducía con su hijo pequeño ante dicho soberano, falleció en África, donde fue sepultada. A su vez Leovigildo hizo matar a su hijo Hermenegildo, el marido de la mencionada mujer. Alterado por estas razones, el rey Gontrán envió un ejército a las Hispanias con el fin de someter primero a su dominio la Septimania, que todavía se halla dentro del territorio de las Galias, y así marchar hacia delante. Mas mientras se estaba poniendo en movimiento este ejército, se halló un escrito en manos de no sé qué aldeanos. Entonces se lo enviaron al rey Gontrán para que lo leyera, pues parecía que Leovigildo escribía a Fredegunda para que impidiera con cualquier artimaña que el ejército marchara hacia allá, diciendo: “Matad rápidamente a nuestros enemigos, esto es, a Childeberto y su madre, y haced con el rey Gontrán una paz que podéis comprar con muchos regalos. Y si acaso no tenéis dinero, nosotros os lo enviaremos en secreto con tal de que llevéis a cabo lo que pedimos. Y cuando nos hayamos vengado de nuestros enemigos, otorgad entonces bienes al obispo Amelio y a la señora Leuba, por cuyo medio ha sido posible a nuestros enviados llegar ante vos.” Leuba es, por lo demás, suegra del duque Bladaste.

Gregorio de Tours trata de justificar aquí el ataque que va a realizar Gontrán contra la Septimania visigoda: el asesinato del católico Hermenegildo y de su esposa Ingunda; tratos con Fredegunda, viuda de Chilperico, para asesinar a Childeberto, etc.

30. El rey Gontrán ordenó que su ejército se movilizara contra las Hispanias diciendo. “Someted primero a nuestro poder la provincia de Septimania, que está contigua a las Galias, porque es indigno que el territorio de los abominables godos se extienda hasta el interior de las Galias”. Entonces, una vez movilizado todo el ejército de su reino, se dirigió hacia allá. por su parte las gentes que se hallaban al otro lado del Arar, Ródano y Sena se unieron a los burgundios y devastaron duramente las orillas del Arar y del Ródano tanto en las cosechas como en el ganado. Tras cometer en su propio territorio muchos asesinatos, incendios y saqueos, y desvalijar además las iglesias matando incluso a los clérigos junto con sus sacerdotes y restante pueblo ante los mismos altares consagrados a Dios, avanzaron hasta la ciudad de Nimes. De igual manera los de Bourges, Saintes, Périgueaux. Angulema y la gente de las demás ciudades que se hallaban por entonces bajo el poder del mencionado rey, marcharon hasta la ciudad de Carcasona realizando parecidas fechorías. Pero cuando llegaron a la ciudad y entraron, pues sus habitantes abrieron voluntariamente las puertas sin ninguna resistencia, tras surgir no sé qué altercado con los de Carcasona, tuvieron que salir de la ciudad. Fue entonces cuando Terenciolo, antiguo conde de la ciudad de Limoges, murió golpeado por una piedra que le arrojaron desde la muralla. Le cortaron la cabeza y la llevaron a la ciudad como venganza de sus enemigos. Con ello toda la gente, muerta de miedo, decidió regresar a casa y abandonó todo lo que había cogido por el camino así como lo que se había traído consigo. Pero también los godos desvalijaron y mataron a muchos de éstos por medio de emboscadas ocultas; a continuación cayeron en manos de los de Toulouse, a quienes a la ida habían infligido muchos males, por lo que, desvalijados y golpeados, a duras penas pudieron alcanzar sus hogares.
En cuanto a los que habían atacado Nimes, tras devastarlo todo en la comarca. quemar las casas, incendiar los sembrados, talar los olivos y cortar las viñas, como no pudieron hacer ningún daño a los asediados, marcharon hacia otras ciudades. Pero estaban bien fortificadas y totalmente llenas de alimentos y demás cosas necesarias y, pese a devastar sus alrededores, no pudieron entrar en las ciudades. También entonces el duque Nicetio, movilizado con los de Arverno en esta expedición, asedió con los demás las ciudades. Pero al no ser capaz, llegó ante cierta plaza fuerte y, luego de dar su palabra, los asediados abrieron voluntariamente las puertas y los acogieron con ingenuidad como a gente de paz. Mas cuando aquéllos entraron, dejaron de lado el juramento y saquearon todas las provisiones sometiendo a cautiverio a toda alma viviente. Entonces, tras celebrar consejo, cada cual regresó a su hogar. Y por el camino a través de su propia tierra llevaron a cabo tantos crímenes, asesinatos, pillajes y saqueos, que sería muy largo contarlos del todo. Mas como dijimos que estos mismos habían prendido fuego a los sembrados de Provenza, morían de hambre e inanición y eran abandonados sin vida por el camino; algunos se ahogaron en ríos y muchos morían en riñas. Contaban, en efecto, que en estas carnicerías murieron más de cinco mil. Pero a los que habían quedado no los cohibía el final de los otros. También entonces las iglesias del territorio de Auvernia que estaban próximas a la vía pública fueron despojadas de sus objetos de culto, y no se puso fin a las malas acciones hasta que cada uno no llegó a su casa.
Cuando regresaron, una gran irritación se apoderó del rey Gontrán […] Mientras decía esto, llegó un mensajero diciendo: “Recaredo, el hijo de Leovigildo, ha salido de las Hispanias, ha tomado la plaza fuerte de Cabaret, ha devastado la mayor parte de la comarca de Toulouse y se ha llevado cautiva a su gente. Ha irrumpido en la plaza fuerte de Ugerno, en Arlés, se ha llevado todos sus bienes y su gente, y así se ha encerrado dentro de las murallas de la ciudad de Nimes”. Al oír esto el rey, nombró duque a Leudegiselo en lugar de Calumnioso, apodado Egilán, le confió toda la provincia de Arlés y apostó más de cuatro mil hombres como guardias por las fronteras. También Nicetio, duque de los de Arverno, marchó de igual manera con guardias y rodeó los confines de la región.

El ataque de las tropas de Gontrán de Borgoña contra la Septimania en el 585, concretamente contra Carcasona y Nimes no tuvo éxito. Es más, un contrataque liderado por Recaredo logró tomar la fortaleza de Cabaret y saquear Ugerno, la actual Beaucaire.

35. Unos embajadores de las Hispanias llegaron ante el rey Gontrán con muchos obsequios para pedir la paz, pero no recibieron seguridad alguna en las respuestas. Y es que el año anterior, cuando el ejército devastó la Septimania, unas naves que habían zarpado de las Galias a Gallaecia, fueron destruidas por orden del rey Leovigildo, sus cargas robadas, sus hombres golpeados y asesinados, y algunos llevados como cautivos. Solo unos pocos de ellos se escaparon en botes y anunciaron en su tierra lo que había sucedido.

En el 586 el rey Gontrán recibió una embajada visigoda de negociación pero el rey de Borgoña no lo aceptó. Además nos llega una noticia del apoyo de Gontrán al reino suevo, que en el 585 fue finalmente absorbido por el reino visigodo.

38. El año undécimo del reinado de Childeberto vinieron de nuevo embajadores de las Hispanias a pedir la paz, pero al no obtener ninguna seguridad regresaron. Por lo demás, Recaredo, el hijo de Leovigildo, llegó hasta Narbona, se dedicó al pillaje dentro del territorio de las Galias y regresó en secreto.

Ese mismo 586 hubo otra embajada para solicitar la paz a Childeberto, aliado en esta ocasión con Gontrán, de nuevo sin acuerdo. La respuesta visigoda es otro ataque contra el territorio franco colindante con la Septimania, dirigido de nuevo por Recaredo.

43. […] Por estos días había cundido el rumor de que Fredegunda había enviado a las Hispanias unos emisarios secretos, que Paladio, obispo de la ciudad de Saintes, había acogido a escondidas y había mandado seguir. En aquel momento eran los días de la santa Cuaresma y el obispo se había apartado para orar a una isla del mar. Mas cuando, según la costumbre, regresaba para la festividad de la cena del Señor a su iglesia, donde lo aguardaba el pueblo, Antestio lo rodeó por el camino. Sin examinar siquiera la verdad del asunto, le decía: “No entrarás en la ciudad, sino que serás condenado al exilio por haber acogido unos mensajeros de la enemiga de nuestro señor el rey”. […]

Estamos ya en el año 587.

45. Comoquiera que continuamente llegaban ante el rey Gontrán embajadores de las Hispanias sin poder alcanzar la gracia de paz alguna, sino que, antes bien, la enemistad iba a más, el rey Gontrán devolvió la ciudad de Albi a su sobrino Childeberto. Cuando observó esto el duque Desiderio, que había guardado sobre todo en territorio de aquella ciudad lo mejor de sus riquezas, tuvo miedo de que se buscase contra él venganza a causa de una antigua enemistad, ya que en una ocasión había derrotado con dureza en aquella ciudad al ejército del rey Sigiberto, de gloriosa memoria; por ello, con su esposa Tetradia, que le había quitado a Eulalio, ahora conde de Arverno, se pasó a territorio de Toulouse con todos sus bienes, movilizó el ejército y se dispuso a marchar contra los godos, no sin antes dividir, según cuentan, sus bienes entre sus hijos y esposa. Y tras tomar consigo al conde Austrovaldo, se dirigió a Carcasona. Por lo demás, tras oír esto, los habitantes de esta ciudad se habían preparado como con intención de resistir, pues habían tenido noticias de ello antes. Cuando finalmente se trabó combate, los godos comenzaron a huir y Desiderio y Austrovaldo a golpear al enemigo por la espalda. Mientras ellos por su parte huían, aquél llegó junto a la ciudad con unos pocos, pues los caballos de sus compañeros estaban extenuados. Entonces, cuando llegó junto a la puerta de la ciudad, los ciudadanos que estaban dentro de las murallas lo rodearon y lo mataron junto con todos los que lo habían seguido, hasta el punto de que solo unos pocos escaparon a duras penas de allí para anunciar cómo había ocurrido todo. Austrovaldo, por su parte, cuando oyó que Desiderio había muerto, tomó el camino de vuelta y se dirigió al rey; de inmediato fue nombrado duque en lugar de aquél.

Este nuevo ataque contra la Septimania se produjo entre abril y mayo del 587. El duque Desiderio y el conde Austrovaldo asediaron Carcasona. Tras algunos éxitos iniciales, Desiderio fue asesinado por los defensores y Austrovaldo se retiró.

46. Tras esto el rey de los hispanos Leovigildo cayó enfermo, pero, según afirman algunos, tras hacer penitencia por el error de su herejía y ordenar que no se encontrara a nadie que consintiera por la misma, se convirtió a la fe católica; y luego de mantenerse siete días llorando por las iniquidades que había tramado contra Dios, expiró. En su lugar reinó Recaredo, su hijo.

Leovigildo falleció en la primavera del 586 y fue sucedido por su hijo Recaredo. Es posible que Leovigildo. en los últimos momentos de su vida, llevara a cabo, como afirman Gregorio de Tours y Gregorio Magno, cierto proceso de conversión al catolicismo, aunque no es posible demostrarlo.

Libro IX

Este libro narra los hechos entre los años 587 y 589.

1. A la muerte del rey de los hispanos Leovigildo, su hijo Recaredo llegó a un acuerdo con Gosvinta, la viuda de su padre, y la acogió como madre. Era, en efecto, la madre de la reina Bruniquilde, madre de Childeberto el Joven. Recaredo, en cambio, era hijo de Leovigildo por parte de otra esposa. En fin, cuando celebró consejo con su madrasta, envió embajadores al rey Gontrán y a Childeberto para decir: “Haced la paz con nosotros y concluyamos un tratado a fin de que, ayudados por vuestra protección, cuando la necesidad lo exija nos defendamos en iguales condiciones con afecto de por medio”. Mas cuando los embajadores que se habían enviado al rey Gontrán llegaron, se les ordenó detenerse en la ciudad de Macon y, tras mandarse allí unos hombres, el rey conoció sus razones, pero no quiso aceptar sus palabras. Por ello, posteriormente creció entre ellos tal enemistad, que no permitieron a nadie del reino de aquél pasar a las ciudades de la Septimania. En cambio, los que llegaron ante el rey Childeberto fueron recibidos afectuosamente y, luego de entregar obsequios, consiguieron la paz y regresaron con obsequios.

En efecto Recaredo se casó con la franca Gosvinta, viuda de Leovigildo y madre de Bruniquilde. Aconsejado por ella, Recaredo envió nuevas embajadas en el 587 a Gontrán y Childeberto, con quienes seguía enfrentándose en la Septimania. La acción obtuvo sus frutos con Childeberto pero no con el rey Gontrán.

7. […] Por su parte los vascones se lanzaron desde sus montes, bajaron a los llanos y, luego de devastar viñedos y campos, entregaron las casas a las llamas y se llevaron cautivos a algunos con sus animales. Contra ellos marchó repetidas veces el duque Austrovaldo, pero la venganza que se cobró fue escasa. A su vez los godos, a causa de la destrucción que el año anterior había llevado a cabo en la Septimania el ejército del rey Gontrán, se echaron sobre la provincia de Arlés, la saquearon y se llevaron cautivos, llegando a diez millas de la ciudad. Y tras asolar también una plaza fuerte, la llamada Ungerno, con sus bienes y habitantes, regresaron sin encontrar resistencia.

Esta incursión vascona del 587 contra los dominios de Gontrán y Childeberto inmediatos a sus dominios montañosos. El antes mencionado duque Austrovaldo se encargó de perseguirlos aunque con poco éxito. A su vez, los visigodos volvieron a atacar el reino de Borgoña.

15. Por aquella época en Hispania el rey Recaredo, tocado por la misericordia divina, convocó a los obispos de su religión y les dijo: “¿Por qué entre vosotros y los prelados que se llaman católicos se extiende sin cesar una disputa, y mientras ellos obran muchos milagros gracias a su fe, vosotros no podéis hacer nada semejante? Os pido por ello que os reunáis ambos y, luego de discutir los credos de ambas partes, conozcamos cuál es la verdad, y entonces, o ellos aceptan que tenéis razón y creen en lo que decís, o vosotros reconocéis que tienen la verdad y creéis en lo que predican”. Y cuando aquello se produjo y se reunieron los obispos de ambas partes, los herejes expusieron lo que muy a menudo hemos escrito que ellos dicen. De la misma manera los obispos de nuestra religión contestaron aquello con lo que hemos señalado en libros anteriores que el bando de los herejes ha sido derrotado con frecuencia. […] Recaredo comprendió entonces la verdad y, dejando de lado la discusión, se sometió a la fe católica, aceptó la señal de la santa cruz con la unción del crisma y creyó en Jesucristo, Hijo de Dios, que es igual al Padre y al Espíritu Santo y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Luego envió emisarios a la provincia de Narbona para que contasen lo que él había hecho y el pueblo se le uniera en el mismo credo. Había por allí por aquel entonces un obispo de la secta arriana, Ataloco, que por medio de sus vanas enseñanzas y falsa interpretaciones de las escrituras estaba perturbando las iglesias de Dios, de manera que se podría pensar que era el mismo Arrio de quien el historiador Eusebio contó que echó las entrañas por el retrete. Pero como, a la hora de impedir al pueblo de su secta creer en esto, escasos aduladores le apoyaron y consintieron con él, entró encolerizado en su celda y, tras inclinar su cabeza sobre el lecho, exhaló su impío espíritu. Y de esa manera la comunidad de herejes que había en dicha provincia confesó la inseparable Trinidad y se apartó de su error.

Gregorio de Tours narra aquí la conversión de Recaredo al catolicismo en el 587. Las noticias fueron recibidas mal en la Septimania donde Ataloco, obispo arriano de Narbona, encabezó en el 588 una rebelión contra Recaredo. Ataloco y los nobles sublevados debieron pedir ayuda al rey Gontrán, como se ve a continuación, en el capítulo 31.

16. Tras esto Recaredo envió a Gontrán y al rey Childeberto una embajada de paz, con el fin de presentarse tan unido en el afecto como afirmaba estar en la fe. Mas fueron rechazados por el rey Gontrán, que dijo: “¿Qué buena fe me pueden ofrecer, o cómo he de creer yo a quienes sometieron a cautiverio a mi sobrina Ingunda, y por cuyas maquinaciones fue asesinado su esposo y ella misma murió en el extranjero? Así pues, no recibiré una embajada de Recaredo hasta que Dios me mande vengarme de estos enemigos”. Cuando los embajadores oyeron esto, se dirigieron hacia Childeberto, y cuando éste los recibió pacíficamente, dijeron: “Nuestro señor, tu hermano Recaredo, quiere descargarse de esta acusación que se le imputa, el que hubiera sido cómplice de la muerte de vuestra hermana; puede excusarse con los juramentos que queráis o con cualquier condición. Luego, tras entregar a vuestra gracia diez mil sólidos, desea tener vuestro afecto con el fin de disponer él de vuestra ayuda y alcanzar vosotros sus beneficios cuando haya menester”. Una vez dijeron esto, el rey Childeberto y su madre les prometieron mantener con él de forma íntegra la paz y su afecto. Y tras recibir y entregar obsequios, los embajadores añadieron: “También nos ha ordenado nuestro señor poner en vuestros oídos una petición respecto a vuestra hija y hermana Clodosinda: que se le entregue en matrimonio para confirmar más fácilmente la paz que os prometéis”. Mas ellos dijeron: “Acerca de esto os daremos fácilmente nuestra promesa, pero no nos atrevemos a hacerlo sin consultar a nuestro tío el rey Gontrán, pues hemos prometido no hacer nada en asuntos mayores sin consultarle”. Así pues, cuando recibieron esta respuesta, se marcharon.

Una vez que ha abjurado del arrianismo, una de las causas que según Gregorio de Tours movía a los reyes francos a tacar a los visigodos, Recaredo, aconsejado por su esposa, envía nuevas embajadas de paz a Childeberto y Gontrán. Childeberto acepta los regalos y recibe la petición de Recaredo de casarse con su hija Clodosinda. En cambio, Gontrán rechaza el acuerdo de paz, volviendo a escudarse en que ha de vengar la muerte de su sobrina Ingunda.

22. […] Entretanto arribó a su puerto [de Marsella] un barco de Hispania con la mercancía habitual, que desgraciadamente traía consigo el germen de esta enfermedad. Una vez que muchos ciudadanos compraron distintos artículos de aquél, de inmediato una casa en la que había ocho almas quedó vacía al morir sus habitantes de esta epidemia. […]

28. La reina Bruniquilde ordenó forjar un escudo de asombroso tamaño con oro y piedras preciosas y se lo envió a Hispania al rey con dos platos de madera de los que la gente llama bacías, también ellos guarnecidos con piedras preciosas y oro. Para este cometido envió a Ebregiselo, que a menudo había ido a aquella tierra como embajador. Cuando partió, le fue notificado al rey Gontrán, ya que alguien decía que la reina Bruniquilde les enviaba regalos a los hijos de Gundovaldo. […] Mas cuando aquél por su parte dijo que no tenía nada que ver con aquellas palabras y que, al contrario, aquellos regalos se enviaban a Recaredo, que debía casarse con Clodosinda, la hermana del rey Childeberto, el rey creyó sus palabras y lo dejó marchar; entonces prosiguió su viaje a donde se le había enviado con dichos regalos.

Bruniquilde, madre del rey Childeberto, envió regalos a Recaredo como parte de las negociaciones para casar a su hija Clodosinda con el rey visigodo. Gontrán no debía estar muy de acuerdo y por eso retuvo la embajada temporalmente.

31. El rey Gontrán movilizó su ejército contra la Septimania. Pero el duque Austrovaldo se había dirigido primero a Carcasona, había recibido su juramento y sometido a su gente a la autoridad real. Mas el rey había enviado a Bosón en compañía de Antestio a tomar las demás ciudades. Tras llegar allí con prepotencia, menospreciar al duque Austrovaldo y censurarlo por haberse atrevido a entrar sin él en Carcasona, se dirigió allá en persona con la gente de Saintes, Périgueux y Burdeos, así como la de Agen y Toulouse. Y mientras se dejaba llevar por tal arrogancia, los godos, una vez informados de aquello, se prepararon para una emboscada. Aquél por su parte plantó su campamento junto a un río pequeño cercano a la ciudad, se sentó a comer y se dio a una excesiva bebida mientras colmaba de insultos y maldiciones a los godos. Y cuando éstos cayeron sobre ellos los encontraron comiendo y desprevenidos; entonces, dando voces, se levantaron contra los godos, quienes, tras resistir un poco, fingieron huir. Y cuando aquéllos los persiguieron, salieron los que estaban preparados en la emboscada, los pillaron en medio y los golpearon hasta aniquilarlos. Quienes pudieron escapar, se escabulleron huyendo a duras penas tras montar a caballo; dejaron todas sus pertenencias en el campo sin llevarse consigo ninguno de sus bienes, pues lo daban por bueno con tal de salvar la vida. Mientras los godos los perseguían, hallaron todos sus bienes y los saquearon, llevándose cautivos más de dos mil; no obstante, muchos fueron liberados por aquéllos y regresaron a su tierra.

El nuevo ataque del rey Gontrán en el 589 fue dirigido por un lado por el duque Austrovaldo, quien se apoderó de Carcasona. Pero el ejército franco fue derrotado estrepitosamente por los visigodos, dirigidos por el duque Claudio, tomando más de dos mil cautivos.

32. Encolerizado, el rey ordenó cerrar los caminos a través de su reino para que nadie del reino de Childeberto pudiera pasar por el territorio de su reino, mientras decía: “Por culpa de la perfidia de éste, que ha hecho una alianza con el rey de Hispania, ha caído mi ejército y su maquinación ha provocado que esas ciudades no se sometan a mi autoridad”. […]

Gontrán, encolerizado por la derrota, ordenó cerrar las fronteras con el reino de Childeberto, aliado de Recaredo.

Libro X

Este libro narra hechos entre el año 590 y agosto del 591.

23. […] Hubo vacilaciones respecto a la Pascua por el hecho de que, en su ciclo, Victorio escribió que la Pascua era en la luna decimoquinta; pero para que los cristianos no celebrasen esta solemnidad en esta luna, como los judíos, añadió: “Los latinos, en cambio, en la luna vigesimosegunda”. Por ello muchos en las Galias la celebraron en la decimoquinta luna; nosotros en cambio en la vigesimosegunda. Con todo, lo investigamos celosamente, pero las fuentes de Hispania que se llenan por voluntad de Dios se colmaron en nuestra Pascua. […]

Se trataba de ver si se celebraba el 26 de mayo o el 2 de abril del 590. Gregorio de Tours parece decir que en Hispania también se celebraba el mismo día que él lo hizo: el 2 de abril.

31. […] San Martín fue consagrado como tercer obispo el octavo año de Valente y Valentiniano. […] Impidió a Máximo que enviase a Hispania su espada para matar a los herejes, pues determinó que era suficiente con que estuviesen apartados de las iglesias y la comunión de los católicos. […]

Esta última mención a Hispania se encuentra en el contexto de una relación de los obispos de Tours. Hablando del tercero, San Martín de Tours, dice que impidió al emperador Máximo que ordenará matar a los herejes priscilianistas que en esos momentos abundaban en Hispania.

Dejar un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.