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[c. 1075 – Batalla de Consuegra, 15 agosto 1097]
Hijo de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid y de Jimena Díaz.
Se supone que nació en torno a 1075 porque:
- La carta de arras del Cid y Jimena está datada en el 1074 y es probable que ese fuera el año de su casamiento.
- El 28 de julio de 1075 el rey Alfonso VI libró a Rodrigo de futuros pagos de impuestos sobre sus tierras. Este era un gesto acostumbrado para celebrar el nacimiento de un heredero, luego puede que Diego naciera por esas fechas. 1
No existe ninguna noticia sobre Diego ni sus hermanas Cristina y María hasta el segundo exilio del Cid, ordenado en el año 1088. Según la Historia Roderici, Jimena y sus hijos (Diego, María y Cristina) fueron encarcelados por orden del rey. Posiblemente, al año siguiente, una vez liberada la familia, acudieron todos con el Cid a Valencia.
Sobre su vida solo existen suposiciones. Es posible que una vez que el Cid se reconciliara de nuevo en 1092 con el rey Alfonso VI, Diego entrara a formar parte del séquito real. O incluso que no estuviera al lado de su padre en ese destierro y prestara su fidelidad al rey. Todas las hipótesis son plausibles pero poco demostrables.
Muerte de Diego Rodríguez en la batalla de Consuegra
En 1097 Alfonso VI sufrió su segunda gran derrota frente a los almorávides. En Consuegra fue cercado durante ocho días. Entre las tropas del rey leonés se encontraban Álvar Fáñez y el único hijo varón del Cid, Diego, ya que su padre permaneció en Valencia.
No es posible saber si Diego fue a Consuegra porque era parte del séquito real o porque conducía o se integró en un ejército enviado por el Cid para ayudar a Alfonso VI.
La noticia de la muerte de Diego nos ha llegado en varias fuentes. En el Linaje de Rodrigo Díaz, redactado en torno al 1195 e incluido dentro del Liber regum, nos dice:
Este Mio Cid, el Campiador, ovo por mugier a doña Eximena, nieta del rey don Alfonso, filla del comde don Diago de Asturias, et ovo della un fillo et dos fillas; et el fillo ovo nombre Diago Royz, et matáronlo en Consuegra los moros; de las fillas, la una ovo nombre doña Cristina, la otra doña María.
Flórez, Enrique: “Genealogías de los reyes de Castilla, Navarra, Francia y el Cid” en Memorias de las Reynas Catholicas, Madrid, 1790, p. 595.
La Primera Crónica General, del siglo XIII, aunque con una fecha errónea, nos dice:
En este XIIIº anno lidió el rey Alffonso con Abennalhage en Consuegra et fue uençudo el rey don Alffonso et metiósse en esse castiello de Conssugre. En aquella batalla murió Díag Roiz, fijo de Roy Díaz mío Cid.
Alfonso X: La Primera Crónica General, Ed. Menéndez Pidal, Gredos, 1955, p. 538
Por lo tanto, Diego falleció en esa batalla acaecida el 15 de agosto de 1097.
¿Descendientes de Diego Rodríguez?
No consta que Diego tuviera descendencia, además de que debía de ser bastante joven cuando falleció. Aún así, el abad Jesús Álvarez en su El Cid y Cardeña explica que Berganza halló un documento fechado en 1296 en que se dice que un tal Diego Alonso Martínez de Oliveira fue descendiente del Cid. Álvarez también creyó que Diego tuvo un hijo llamado Juan.
De todas formas no es posible asegurarlo y, como ya hemos dicho, lo más probable es que no tuviera descendencia.
Diego en la leyenda del Cid
Diego no aparece nombrado ni una sola vez en el Cantar de Mio Cid. Sin embargo, en textos posteriores, Diego se aparecerá a su padre en sus momento finales.
En la Primera Crónica General:
La mas de siete noches que visiones me siguen, ca veo mi padre Diego Laynez et a mi fijo Diego Ruiz et cada vez que les veo dizenme:«mucho avedes morado aqui! rednos, et vayamosnos a las asomadas perdurables».
Alfonso X: La Primera Crónica General, Ed. Menéndez Pidal, Gredos, 1955, p. 634
La Coronica Geral de Espanha de 1344 repite esta información que, al final, acabó pasando al Romancero:
Diego Laines mi padre Y mi hijo aparecían Dicen:«Mucho habéis durado En aquesta triste vida»
- Ratcliffe, Marjorie: Diego, hijo del Cid, y la fecha de composición del Cantar de Mio Cid, Dicenda: Estudios de lengua y literatura españolas, ISSN 0212-2952, ISSN-e 1988-2556, Nº 9, 1990, págs. 163-170