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Iʿtimād al-Rumaykiyya o Romaiquía, esposa de Al-Mu’tamid de Sevilla y poetisa

por Javier Iglesia Aparicio
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Placa conmemorativa Itimad en Sevilla

[¿Silves?, d. 431H/1039 – Āgmāt (Marruecos), c. 1091-1095] al-Rumaykiyya; Iʿtimād/Umm al-Rabīʿ. En árabe اعتماد الرميكية. Castellanizado como Romaiquía. Poetisa andalusí del siglo XI, esposa del rey Al-Mu’tamid de Sevilla.

Biografía de al-Rumaykiyya

Se desconoce la fecha de nacimiento de al-Rumaykiyya, podría haber nacido en Silves entre 1045 y 1047.

Era de humilde condición y servía a un musulmán de Silves llamado Rumik b. Hajjaj, que la empleaba en conducir bestias de carga. Un día el príncipe Al-Mu’tamid, hijo del rey Al-Mutádid de Sevilla, quien gobernaba la plaza en compañía de Ibn Ammar, se la encontró en la calle y quedó prendado de su talento y hermosura. El príncipe la rescató y la hizo su esposa dándole el nombre de Iʽtimād, derivado del de Mu’tamid, y el título de Gran Señora (al-Sayyida al-kubrà). Aunque el matrimonio causó el disgusto inicial de Al-Mutádid. Al-Rumaikiyya supo ganarse más tarde el favor de su suegro, sobre todo tras traer al mundo un nieto.

Azulejo en homenaje a al-Mu’tamide Iʿtimād en el Parque da Cidade, Beja, Portugal
Azulejo en homenaje a al-Mu’tamide Iʿtimād
en el Parque da Cidade, Beja, Portugal

Romaiquía y al-Mu’tamid se profesaban un intenso amor mutuo y éste no hubo capricho de su esposa que no cumpliera, hasta el punto de que los súbditos hubieron de manifestar su descontento.

Se conserva una inscripción en el Museo Arqueológico de Sevilla, fechada en 1085, que dice:

Bismila … Tasliyya … ha ordenado la Gran Señora Umm Rashid Abu-l-Husayn ´Ubayd Allah, hijo de al-Mu´tamid ´ala Allah, al-Mu´ayyad bi-nasri-llah, Abu-l-Qasim Muhammad b. ´Abbad (que Dios le ayude asistiéndole y apoyándole e ilumine a ambos), buscando la generosa recompensa. Se terminó con la ayuda de Dios, bajo la dirección del visir y secretario Abu-l-Qasim b. Hayyay (Dios le favorezca) en el mes de sa´ban del 478 “ (entre el 22 de noviembre y 20 de diciembre de 1085)

y que puede que se esté refiriendo a Romaiquía y a su participación en la construcción de la torre de la mezquita que había en el lugar que ocupa hoy la Iglesia de San Juan de la Palma.

Inscripción supuestamente sobre Itimad, esposa de al-Mutamid de Sevilla (1085)
Inscripción supuestamente sobre Itimad, esposa de al-Mutamid de Sevilla (1085)

Una vez destronado al-Mu’tamid por los almorávides en septiembre de 1091, su familia y él fueron conducidos a una fortaleza de Āgmāt, en el actual Marruecos, donde se supone que murió Romaiquía, pobre y subsistiendo del oficio de hilandera junto a sus hijas. La fecha de la muerte sería entre ese año 1091 y el 1095, fecha de fallecimiento de su esposo, pues se sabe que falleció antes que él. En Āgmāt hoy en día se encuentra su tumba junto a la de su esposo.

Túmulo Al-Mutamid en Agmat (Marruecos)
Túmulo Al-Mutamid en Agmat (Marruecos)

El visir y polígrafo granadino Ibn al-Jaṭīb visitó el sepulcro de al-Mu’tamid tres siglos después, y sobre la prueba sufrida por el rey sevillano dejó escrito, según tradujo E. García Gómez, en su artículo sobre “El supuesto sepulcro de Muctamid de Sevilla en Agmāt”: “se le desterró, encadenado, desposeído de poder y privado de reino, tras ocurrirle tragedias […] establecióse en Āgmāt, ganando su sustento del trabajo de rueca de sus hijas. Calamidades de todos sabidas ocurriéronle, que oírlas lleva a despreciar otros reveses de fortuna y cualquier suceso. En Āgmāt murió su querida esposa [Rumaykiyya], por cuyo duelo, como también en epitafio de sí mismo, sobre sus votos por reunirse prontamente con ella, evocando su primer encuentro, su vida y los reveses padecidos, compuso versos que el corazón conmueven, el alma parten y consuelan de las pérdidas que en el mundo se sufren”.

La poesía y al-Rumaykiyya

La pasión entre los cónyuges se plasmó en inspirados y sentidos versos. Cuenta la leyenda que, paseando junto a Ibn Ammar, iban improvisando versos que uno comenzaba y el otro debía completar con rima perfecta. De pronto, una suave brisa hizo ondular la superficie del agua del río, lo cual inspiró a Muhammad e improvisó

“el viento hace del
agua una lóriga…”

Ibn ´Ammar quedó un instante pensando buscando la rima, cuando de repente fue una voz femenina la que dio réplica al verso y dijo:

“¡qué cota de malla
si se helase!”

De entre los poemas que el rey sevillano dirigió a su esposa, el más conocido es este en el que forma un acróstico con el nombre de Itimad:

Invisible a mis ojos, siempre estás presente en mi corazón.
Tu felicidad sea infinita, como mis cuidados, mis lágrimas y mis insomnios.
Impaciente al yugo, si otras mujeres tratan de imponérmelo, me someto con docilidad a tus deseos más insignificantes.
Mi anhelo, en cada momento, es tenerte a mi lado: ¡Ojalá pueda conseguirlo pronto!.
Amiga de mi corazón, piensa en mí y no me olvides aunque mi ausencia se larga.
Dulce es tu nombre. Acabo de escribirle, acabo de trazar estas amadas letras: ITIMAD .

Hoy en día la Asociación Cultural Artístico-Literaria Itimad de Sevilla celebra anualmente el Certamen Nacional de Poesía “RUMAYQUIYA”.

Descendencia de al-Rumaykiyya

De los diversos hijos que se mencionan de este matrimonio se saben los nombres de:

  • ‘Abbād Siray al-Dawla, gobernador de Córdoba hasta que fue asesinado en la rebelión del 1075.
  • Yazīd al-Radi, Fue derrotado por los cristianos en 1080 cuando iba a castigar la sublevación de Murcia. Falleció defendiendo Ronda frente a los almorávides en el 1091.
  • Abu Nasr al-Fath al-Ma’mun, muerto en combate. Estuvo casado con Zaida, que tras enviudar fue amante y supuestamente esposa de Alfonso VI de Castilla.
  • Buthaina bint al-Mu’tamid b. ‘Abbād, poetisa, quién según los historiadores, se pareció a su madre en la belleza y en la inspiración poética. En el único poema conservado menciona a su madre.
Azulejo en honor a Iʿtimād Al-Rumaykiyya en la calle de Santa Cruz de Sevilla

El cuento XXX de El conde Lucanor de Juan Manuel

La relación Al-Mutamid y Rumaikiyya fue la fuente de numerosas historias, como la que aparece en el Libro de los ejemplos del Conde Lucanor y de Patronio, de don Juan Manuel, escrito en el siglo XIII.

Cuento XXX- El conde Lucanor – Abenabet y Romaiquia
Lo que sucedió al rey Abenabet de Sevilla con su mujer Romaiquia

Un día hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, de este modo:

-Patronio, hay un hombre que continuamente me está rogando que le ayude y que le favorezca con algún dinero. Aunque cada vez que lo hago me dice que me lo agradece, cuando me vuelve a pedir, si no le doy más, me da la impresión de que olvida todo lo que anteriormente le haya dado. Por vuestro buen entendimiento os ruego que me aconsejéis el modo de portarme con él.

-Señor conde Lucanor -respondió Patronio-, me parece que os está pasando con este hombre lo que sucedió al rey Abenabet de Sevilla con su mujer Romaiquia.

El conde le preguntó qué le había sucedido.

-Señor conde Lucanor -dijo Patronio-, el rey Abenabet estaba casado con Romaiquia y amábala más que a nadie en el mundo. Ella fue muy buena, hasta el punto de que sus dichos y hechos se refieren aún entre los moros; pero tenía el defecto de ser muy caprichosa y antojadiza.

Sucedió que una vez, estando en Córdoba, en el mes de febrero, empezó a caer nieve. Cuando Romaiquia vio la nieve comenzó a llorar. Preguntole el rey por qué lloraba. Ella respondió que porque nunca la llevaba a sitios donde nevara. Como Córdoba es tierra cálida donde sólo nieva muy de tarde en tarde, el rey entonces, por agradarla, mandó plantar almendros por toda la sierra, para que, cuando al florecer por el mes de febrero aparecieran cubiertos de nieve, satisfaciera ella su deseo de verla.

Otra vez, estando en su cámara, que daba al río, vio la reina a una mujer del pueblo que, descalza, pisaba lodo para hacer adobes. Cuando la vio Romalquia se puso a llorar. Preguntole el rey por qué lloraba. Contestole que porque nunca podía hacer lo que quería, aunque fuera una cosa tan inocente como la que estaba haciendo aquella mujer. El rey entonces, por complacerla, mandó llenar de agua de rosas el estanque grande que hay en Córdoba, y en vez de lodo hizo echar en él azúcar, canela, espliego, clavo, hierbas olorosas, ámbar, algalia y todas las demás especies y perfumes que pudo encontrar, y poner en él un pajonal de cañas de azúcar.

Cuando el estanque estuvo lleno de estas cosas, con las que se hizo el lodo que podéis imaginar, llamó a Romaiquia y le dijo que se descalzase y pisara lodo e hiciera con él cuantos adobes quisiera.

Otro día, por otra cosa que se le antojó, comenzó a llorar. Preguntole el rey por qué lloraba. Respondiole que cómo no iba a llorar si nunca él hacia nada por tenerla contenta. El rey, viendo que habla hecho tanto por darle gusto y satisfacer sus caprichos y que ya no podía hacer más, le dijo en árabe:

Wa la nahar at-tin?, lo que quiere decir: ¿Ni siquiera el día del lodo?, como dándole a entender que, pues olvidaba las otras cosas, no debía olvidarse del lodo que mandó hacer por agradarla.

Vos, señor conde Lucanor, si veis que, aunque hagáis mucho por ese hombre, si no hacéis todo lo que él os pide, luego se olvida y no agradece lo que hayáis hecho, no hagáis por él nada que os perjudique; también os aconsejo que, si alguno os favorece en algo, no os mostréis con él desagradecido al bien que os hiciere.

El conde tuvo este consejo por bueno, lo puso en práctica y le fue muy bien.

Viendo don Juan que esta historia era buena la hizo poner en este libro y escribió unos versos que dicen así:

A quien no te agradezca lo que has hecho
no sacrifiques nunca tu provecho.

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