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Hisham b. ‘Urwa al-Fihrī, gobernador de Toledo y rebelde contra Abderramán I

por Javier Iglesia Aparicio
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Hisham ben Urwa

[m. 764] Gobernador de Toledo (c. 746 – 764)

Fue nombrado gobernador de Toledo por el valí Yūsuf al-Fihrī (746-756).

Yūsuf al-Fihrī inició una rebelión contra Abderramán I en el 759. Huyendo de Córdoba, donde residía, reunió en Mérida un ejército con sus clientes en esta ciudad intentando tomar a Sevilla; pero fue derrotado por los gobernadores de esta ciudad y la de Morón. Huyó entonces hacia Fahs al-Ballüt (Los Pedroches, entre Hinojosa del Duque y Almadén) y de allí a Toledo, buscando la ayuda de Hisám b. ‘Urwa; pero no logró llegar siquiera. Estaba aún a diez millas de la ciudad cuando, al pasar por una alquería, un vecino de ella llamado ‘Abd Alláh b. ‘Umar al-Ansárí le atacó, persiguiéndole y dándole muerte por fin, cuando le faltaban sólo cuatro millas para llegar a Toledo.

Al año siguiente (760/761) Hisham b. ‘Urwa al-Fihrí se rebela lo que provoca el sitio inmediato de la ciudad por Aderramán I. Hisham pide entonces la paz, que le fue concedida si bien el emir tomó como rehén al hijo de aquél. Apenas se había alejado de Toledo cuando se rebeló de nuevo; por lo que al año siguiente (761/7862) fueron cercados otra vez. Ante la difícil conquista por la fortaleza de la plaza, el emir ordenó que se decapitara al hijo del rebelde y se arrojara su cabeza con una máquina dentro de la ciudad, levantando el asedio por aquel año.

No será hasta dos años después (763/764) cuando dominada por el emir una sublevación en Carmona, decidió acabar con la rebeldía toledana. Envió un fuerte ejército dirigido por su liberto Badr y por Tamman b. Alqama al-Thaqifi, que puso sitio a la ciudad y se fue relevando cada seis meses. Fatigados, los toledanos entregaron a Hisham con otros dos jefes de los sublevados librándose así del castigo colectivo.

Resuelto el asunto, Tamman partió hacia Córdoba con los presos, quedándose Badr en Toledo, sin duda para asegurar su dominio; pero al llegar aquél a Oreto le alcanzó una orden del emir de que regresara a Toledo para encargarse del gobierno de la ciudad.

A los prisioneros le fue rapada la cabeza y, montados en asnos, entraron en la ciudad cordobesa, siendo muertos poco después y crucificados para escarmiento general.

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