[Córdoba, ? – 19 septiembre 853] Virgen, mártir y santa mozárabe.
Pomposa nació en Córdoba en el seno de una familia cristiana y rica que, tras vender sus bienes, se retiró de la ciudad para dedicarse, padres e hijos, a la vida religiosa. En una sierra cercana a Córdoba y denominada Pinna Mellaria (Peña Melaria), reedificaron el monasterio de San Salvador convirtiéndolo en un centro monástico de gran espiritualidad donde Pomposa se educó en la meditación y el estudio de las Sagradas Escrituras.
Pero en el contexto del fenómeno de los mártires mozárabes, el 17 de septiembre del año 853 había muerto santa Columba, que se había presentado voluntaria al martirio. Al conocerlo Pomposa, al instante se encendió interiormente con el fuego del martirio.
La noche del día 18 de septiembre, Pomposa halló entornada la puerta del monasterio y, deseosa de seguir las huellas de su predecesora, acudió al día siguiente ante la presencia del cadí de Córdoba. Una vez allí confesó su fe y fue condenada, produciéndose su muerte por degollación con una espada.
Su cuerpo fue arrojado al río, pero, según san Eulogio, fue recogido por unos jornaleros que lo enterraron y preservaron hasta que, unos veinte días después, fue trasladado por unos monjes a la Basílica de Santa Eulalia, donde reposó junto a Columba. Su fiesta se celebra el 19 de septiembre.
El martirio de Santa Pomposa según Eulogio de Córdoba
CAPUT XI. Pomposa virgo et martyr.
1. Igitur cum ad multorum notitiam ipso die rumor consummati martyrii praedictae virginis pervenisset, et non solum totam civitatem verum etiam viciniora loca inserperet, virgo quaedam venerabilis, nomine Pomposa, ex coenobio Sancti Salvatoris, quod ad radicem Pinnae Mellariae constitutum est, quo dudum se cum parentibus, fratribus et cognatis Christo militatura contulerat (ex quo antea beatissimus Fandila ejusdem loci sacerdos olim descenderat); mox ut illud martyrium a dicentibus comperit, alio die cita occurrit. Haec namque virgo beata parentum et propinquorum sanctam conversationem, quam gerebant in Corduba, ex qua erant progeniti, cernens, confestim avida mente tali se voto assignans, cum his simul mundum spernit, labentia deserit, integritatem promittit, mansuraque perenniter toto nititur conatu appetere.
1. Como quiera que el rumor de la consumación del martirio de la antedicha virgen hubiese llegado el mismo día a conocimiento de muchos y se deslizara no solo por la ciudad, sino también por lugares vecinos, al día siguiente, tan pronto como se enteró de aquel martirio por quienes lo iban contando, se presentó rápida una venerable virgen llamada Pomposa, del cenobio de San Salvador, que se halla al pie de la Peña Melaria, adonde hacía poco se había retirado a servir a las órdenes de Cristo con sus padres, hermanos y parientes, y de donde antes, tiempo atrás, había bajado el santísimo Fándila, sacerdote de aquel lugar. Y es que esta bienaventurada virgen, así que vio la santa vida que sus padres y allegados llevaban en Córdoba, donde habían nacido, se consagró ávidamente a tal voto, despreció a la par que ellos el mundo, abandonó lo pasajero, hizo promesa de castidad y se esforzó con todo empeño en desear los bienes eternamente perdurables.
2. Quapropter parentes ejus, distracto patrimonio, praefatum coenobium construentes, in eo loco, qui ex eo quia ab antiquitus congestos in illa celsiori rupe apum industria favos, qui usque hodie permanent, majores nostri viderunt, Pinna Mellaria vocatus est. Ibidem autem se ad exercitium vitae monasticae collocantes, tradunt beatam hanc virginem inter illum suorum conventum pulchriorem gratia sanctitatis floruisse; et quae ultimum per aetatem gradum tenebat, fit caeteris excellentiori culmine innocentiae ac simplicitatis merito sublimata. Tantoque in Scripturarum meditatione fortissima permanebat, ut, si fieri posset, non diebus, non noctibus a lectione vacaret, nisi quarumdam ingruentium tempestatum impediretur procellis. Si quid forte ad suam exaggeratum sentiret injuriam, illa quae macte humilitatis gratia prominebat, cuncta patienti animo sustinebat. Instabat vigiliis, jejuniis, et orationibus crebrius incubabat, quibus favente Domino inviolabiliter votum posset conservare promissum.
2. Por ello sus padres, tras vender su patrimonio, construyeron el mencionado cenobio en aquel lugar que se llama Peña Melaria por el hecho de que desde antiguo nuestros antepasados vieron arracimados por obra de las abejas en aquella elevada peña unos panales que permanecen hasta hoy; y una vez se establecieron allí mismo para el ejercicio de la vida monástica, cuentan que esta bienaventurada virgen floreció muy hermosa en medio de la comunidad de los suyos por la gracia de su santidad, y cuando ella tenía el último lugar por su edad, se elevó sobre los demás en una muy prominente cumbre por el mérito de su inocencia y de su sencillez. Y tanto tiempo permanecía la muy esforzada en el estudio de las Escrituras que, si podía ser, no se quedaba sin lectura ni de día ni de noche a no ser que se lo impidiera la descarga de cualquier tempestuosa tormenta. Si acaso enorme humildad, lo soportaba todo con ánimo paciente. Se consagraba a vigilias y ayunos y se daba con gran frecuencia a la oración para poder así conservar de forma inviolable la promesa de su voto con la ayuda del Señor.
3. Plura sunt, quae de ejus sanctitate, referente nobis famulo Christi Felice monacho, ejusdem coenobii abbate, cognovimus: quae obtentu evitandi fastidium relinquentes, ad illud, quod eam sine dubio coelo praemisit, quampropere festinamus. Cum enim summae sanctimoniae studium gereret, serviretque Deo fideliter, mox ut beatae Columbae martyrium comperit, illico interius igne conflagrata martyrii, fit admodum laetior tali nuntio recreata. Et quibus ad id posset pertingere passibus, tacito et singulari cogitamine ruminat. Et, o miram vocationem Domini, et supernae dispositionis aditum patefactum, quo nullus praedestinatus martyrio, martyrii gloria defraudatur; quo nemo coetui Sanctorum ascriptus, humana potest illaqueatione teneri! Ferunt namque, quod multo satis ante hoc tempus haec virgo ad martyrium convolasset, nisi quibusdam suorum impediretur repagulis, qui eam, causa saevientium persecutionum, alta servabant custodia.
3. Muchas son las cosas que de su santidad supimos por el relato del monje Félix, siervo de Cristo y abad del mismo cenobio, pero con vistas a evitar el hastío las dejaremos y nos apresuraremos lo más deprisa posible a lo que sin duda la envió al cielo. En efecto, mientras satisfacía su afán de una suprema santidad y servía a Dios con lealtad, así que se enteró del martirio de la bienaventurada Columba, abrasada de inmediato por dentro con el fuego del martirio, se puso muy contenta animada por tal noticia y meditó con silenciosa y personal reflexión los pasos con que podía llegar a él. Y ¡oh maravillosa llamada del Señor y desvelado acceso a la divina voluntad por el que nadie predestinado al martirio de la gloria del martirio se ve privado, por el que nadie inscrito en la comunidad de los santos puede verse retenido por ataduras humanas! Cuentan, en efecto, que esta virgen hubiera corrido al martirio muchísimo antes de este momento, si no se hubiese visto impedida por algunos obstáculos de los suyos, que a causa de las furiosas persecuciones la guardaban con estrecha vigilancia.
4. Sed quid in se potest habere custodiae conditio miserabilis, quando, sicut scriptum est: Nisi Dominus custodierit, in vanum vigilant (Psal. CXXVI, 1), qui humaniter se quippiam custodire arbitrantur? Etenim ipsa superveniente nocte, consummata in Dei laudibus nocturna vigilia, unus e fratribus suis, caeteris quiescendi gratia regredientibus ad cubile, quasi divinitus moneretur, et certe non sine providentia Domini, arrepta clave portam monasterii inconsuetus aperuit, minimoque tantummodo clavo superposito retrusit. Ad quam illa silenter accedens, et clam ostium reserans, vadit per tenebras noctis coelesti lumine illustrata: totumque illud iter vasta horridum solitudine ante lucis crepusculum transiens, clarescente mane urbem ingreditur, seseque obtutibus judicis praesentari non differt. Ad quem sanctae fidei rationem proponens, vatemque impudicum simplici exhortatione confundens, confestim ille gladio trucidandam decernit, sicque ante fores palatii constituta, exempto capite consternatur XIII Kalend. Octob. aera DCCCXCI. Cujus cadaver in flumen projicientes, quorumdam mercenariorum studio in quadam fovea congestum desuper multo pulvere tumulatur. Ex quo iterum, Christo favente, post dies pene viginti industria quorumdam monachorum inde abstractum, ad praedictum beatae virginis Eulaliae sanctuarium reportantes, digno ibidem sacerdotum et religiosorum ministerio, ad pedes sanctae Columbae humatum est. Quod nihilominus divina credimus dispensatione peractum, ut quae se in vita sua tanta charitate dilexerant, morte etiam ac sepultura indivisae manerent, regnante Domino Jesu Christo in saecula saeculorum.
4. Pero ¿qué custodia puede tener en sí misma nuestra mísera condición, cuando, como está escrito, “si el Señor no custodia, en vano vigilan” quienes en su calidad de humanos creen custodiar algo? En efecto, al caer esa misma noche y tras concluir las vigilias nocturnas en alabanza de Dios, uno de sus hermanos, cuando los demás volvían al dormitorio para descansar, como por consejo divino y ciertamente no sin la providencia del Señor, cogió la llave y, falto de costumbre, dejó abierta la puerta del monasterio atrancándola tan sólo con una pequeñísima tranquilla que le puso encima. A ésta se llegó ella en silencio y, luego de abrir a escondidas la puerta, se fue entre las tinieblas de la noche alumbrada por una luz celestial: recorriendo antes del amanecer todo aquel camino, tenebroso en su enorme soledad, entró en la ciudad al clarear la mañana y no tardó en comparecer ante la presencia del juez. Y en cuanto le dio cuenta de la santa fe y refutó a su impúdico profeta con una sencilla declaración, aquél ordenó que la pasaran a cuchillo. Y así, puesta a las puertas de palacio, cayó decapitada el 19 de septiembre del año 853. Su cadáver lo arrojaron al río, pero gracias al cuidado de algunos jornaleros fue depositado en una fosa e inhumado con mucha tierra por encima. A su vez, con el favor de Cristo, unos veinte días después fue sacado de allí por el celo de algunos monjes, lo llevaron al mencionado santuario de la bienaventurada virgen Eulalia y allí mismo se le enterró a los pies de la santa Columba con un digno oficio de sacerdotes y religiosos. Y creemos que esto se llevó a cabo por providencia divina, que quienes en vida se habían querido con tanto amor, en su muerte y sepultura permanecieran también sin separarse, reinando nuestro Señor Jesucristo por los siglos de los siglos.
Latín: Memorialis Sanctorum, Liber III, cap. XI; castellano: Obras completas de San Eulogio, págs. 159-160