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Santa Columba de Córdoba

por Javier Iglesia Aparicio
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Santa Columba de Córdoba. Medallón de Columbia de Córdoba en la sillería del coro Catedral de Córdoba, obra de Pedro Duque Cornejo

[Córdoba, p. m. s. IX – Córdoba, 17 septiembre 853]. Mártir y santa de la iglesia católica. También llamada Santa Colomba o Santa Paloma.

Columba pertenecía a una noble familia cristiana cordobesa. Desde muy joven se sintió atraída por la contemplación y virginidad, estimulada por el ejemplo de su hermana Isabel, quien mantenía perfecta continencia junto a su marido, Jeremías. Ambos habían fundado el monasterio dúplice de Tábanos, donde también vivía otro hermano de Columna: el abad Martín.

Sus padres pretendían que Columba contrajera matrimonio pero ella se opuso obstinadamente y, aunque fue entregada al novio, no consintió en yacer con él tras la boda. En esto murió la madre de Columba de forma repentina y Columba se retiró al monasterio tabanense. Allí se dedicó al estudio de la Biblia, llevando una vida austera y retirada, pues incluso solicitó y obtuvo una celda apartada del resto de las monjas. Dicen que cantaba la siguiente antífona: “Ábreme, Señor, las puertas de tu gloria para que vuelva a aquélla patria donde no existe la muerte, donde la dulzura del gozo es perpetua”.

Enterada de la persecución desatada contra los cristianos, estuvo obligada a refugiarse junto con sus hermanas en una casa contigua a la iglesia de San Cipriano, dentro de la ciudad de Córdoba. Indignada por la agresividad de los musulmanes, salió de su escondite y se presentó voluntariamente en casa del cadí, donde confesó su fe cristiana y arremetió contra las doctrinas coránicas. Irritado el cadí y sus acompañantes por su insolencia, fue degollada a las puertas del alcázar y su cuerpo arrojado inmediatamente al Guadalquivir. Gobernaba entonces Muhammad I. Su ejemplo fue seguido al poco por el martirio de Santa Pomposa.

Seis días después unos monjes pudieron recuperar su cuerpo (según ellos intacto). Se lo llevaron a Eulogio de Córdoba y, posteriormente, lo enterraron en la basílica de Santa Eulalia de Fragellos. San Eulogio dice de ella: “Perfecta en la castidad, firme en la caridad, constante en la oración, pronta en obedecer, propensa a la misericordia, fácil en el perdonar, pronta a la enseñanza, dispuesta a enseñar”.

Relato del martirio de Santa Columba por Eulogio de Córdoba

CAPUT X. Sancta Columba martyr.
1. Cogimur vel numerositate certantium, vel debita sponsione votorum, in longam dictionis seriem stylum protendere. Hinc est, quod ultra quam putabamus, in magnum codicem materies aucta opusculi, pene modum mediocritatis excesserit. Quia post tot funera et importabilium aerumnarum discrimina nullum prorsus talia opinaremur agressurum. Nos tamen ab inchoatis nullatenus reticemus, quo cunctorum rationes, ut promisimus, enarremus.

CAPITULO X. Santa Columba mártir

1. La multitud de los combatientes así como el débito de los votos hechos nos obliga a extender nuestra pluma en una larga exposición. De aquí que la materia de la obrita, aumentada más allá de lo que pensábamos en un gran libro, haya casi rebasado el límite de su brevedad, ya que tantas muertes y peligros de insoportables calamidades no pudimos pensar que nadie en absoluto fuera a acometer tales empresas; no obstante, no guardaremos silencio sobre lo emprendido a fin de dar cuenta de todos, como prometimos.


2. Interea fuit virgo quaedam nobilis et decora, Columba nomine, ex oppido Cordubensi progenita, praefati abbatis Martini, et Elisabeth, de quibus in praecedentibus memoravimus, soror. Quae, cum inter bona parentum tenerrime in annis puellaribus degens, propositum Elisabeth sororis suae, quod cum viro suo Hieremia adhuc vulgo admisti gerebant, agnosceret (qui longe antequam monasterium peterent, multis se Christo religionibus inter conventus populi consecrarunt), persaepe genitorum relicto consortio, domum sororis frequentius visitans, talibus se consignandam votis exoptat, anhelaque hujus propositi verna cupit existere. Confestim itaque terrena omnia spernere desiderat; sed adversatur puellae intentioni genitrix repugnatura. Quae etiam contra sobolem Elisabeth ejusque virum foedis iracundiae motibus excitata, graviter conqueritur, quod ita adolescentis illiceret animum, quod sicut se, et istam disperderet, mundumque flore suo vernantem dissipato matrimonio relinquentes, in solatio exterorum id cuperent congerere.



2. Hubo en ese tiempo una noble y hermosa doncella llamada Columba, nacida en la ciudad de Córdoba y hermana del antedicho abad Martín y de Isabel, de los que hemos hecho mención anteriormente. Vivía ella en los años de su niñez de la forma más muelle entre los bienes de sus padres, pero cuando conoció el género de la vida que su hermana Isabel llevaba con su esposo Jeremías mientras todavía estaban mezclados con la gente (pues ellos, bastante antes de dirigirse al monasterio, se habían consagrado públicamente a Cristo con muchos actos religiosos), abandonó a menudo la compañía de sus padres y fue a visitar con frecuencia la casa de su hermana, anhelando consagrarse a tales votos y desenado ser ávida sierva de este propósito. Así pues, de inmediato ansió despreciar todo lo terreno; no obstante, a la voluntad de la niña se opuso la disposición a impedirla de su madre, quien movida también por terribles arrebatos de cólera contra su hija Isabel y el marido de ésta, se quejaba pesadamente de que estuviese seduciendo así el ánimo de una adolescente, de que la estuviese echando a perder como a sí misma y de que, tras disolver su matrimonio y abandonar un mundo florido y lozano, desearan acumularlo para consuelo de extraños.


3. Inter hanc autem conflictationem (ut vulgi mos est), disquiritur ad copulam nuptialem puella, crebisque interpellationibus secularitate involvere exoptant coelestium thalamorum nuptiis divinitus assignatam. Et cum nec illa consentiret, nec mater desisteret, quo nihilominus nuptui traderetur; ipsa mater (Dei providentia) ex improviso molestia aegritudinis occupata, sub celeri vocatione mundo exempta recessit. Remanet Dei famula, non tam matris obitu contristata, quam laetior gratia suae devotionis sine cujusquam praejudicio adimplendae.



3. Por lo demás, en medio de esta disputa la muchacha, según es costumbre de la gente, fue pretendida en matrimonio, y se buscó con frecuentes requerimientos enredar en la vida en el siglo a quien había sido consagrada por voluntad divina a las nupcias de los tálamos celestiales. Y estando ella en no consentir y su madre en no desistir de entregarla al casamiento, la divina providencia quiso que la propia madre, invadida de pronto por la indisposición de una enfermedad, falleciera y se viera libre del mundo con una rápida muerte. Quedó la sierva del Señor no tan apenada por el deceso de su madre como alegre por poder llevar a cabo su consagración sin que nadie la perjudicase.


4. Verum nonnullo tempore in sancta religione apud urbem utrisque sororibus versantibus continuo expleto jam propriis (ut diximus) sumptibus Tabanensi coenobio, eo se viri cum mulieribus Christo militaturi conferunt. Ibi sancta virgo terrenis se exuens, haeret coelestibus, et mentem ad studium Scripturarum convertens, fit admodum eruditior investigandi ac disserendi sententiarum obscura. Crescit beatae virginis sanctimonia, et late diffusa coenobii fama etiam procul sitarum ad se urbium discursus invitat, quo talium exemplorum magisteriis imbuerentur. Haec autem virgo sub fratris sui Martini et Elisabeth regimine manens, praecellit meritis, et gratia honestatis omnibus praeit. In conversatione laudabilis, in humilitate sublimis, in castitate perfecta, in charitate firma, in exorando attenta, ad obediendum apta, ad miserandum clemens, ad indulgendum facilis, ad praedicandum diserta, ad instruendum prompta. His quoque virtutibus clarens, cunctorum in se provocabat affectum, omnibus normam speculumque sanctitatis existens. Et quia crebro adversarii tentationibus propulsabatur, ideo frequentioribus se coram Domino fletibus mactat; verens, ne diu congesta laborum vilissimi praedonis irruptione perirent. Hinc ad majorem sanctitatis cautelam erigitur, metuque hostis adacta solertius ad summam virtutum districtiori vita contendit.



4. Tras vivir ambas hermanas en la santa religión algún tiempo en la ciudad, tan pronto como, según dijimos, se terminó de construir el monasterio Tabanense a sus expensas, hombres y mujeres se retiraron a él para servir a las órdenes de Cristo. Allí la santa virgen se despojó de lo terrenal y se apegó a lo celestial, concentró su mente en el estudio de las Escrituras y se hizo muy versada en el estudio y la exposición de pasajes oscuros. Creció la santidad de la bienaventurada virgen, y la fama del monasterio, ampliamente difundida, atrajo incluso concurrencia de ciudades alejadas con el fin de instruirse con la enseñanza de tales ejemplos. Mientras esta virgen permaneció bajo la dirección de su hermano Martín y de Isabel destacó por sus méritos y aventajó a todos en honestidad, loable en su vida, sublime en su humildad, perfecta en su castidad, firme en su caridad, atenta en la oración, idónea para la obediencia, clemente para la misericordia, proclive a la indulgencia, elocuente para la predicación y pronta para la enseñanza. Brillando con estas virtudes atraía también sobre sí el afecto de todo el mundo, siendo para todos norma y espejo de santidad. Y como a menudo se veía asaltada por las tentaciones del Enemigo, se mortificaba ante el Señor con muy frecuentes llantos, por miedo a que el prolongado acúmulo de sus esfuerzos se echase a perder por el ataque del abyectísimo salteador. Se animó por ello a un mayor cuidado de su santidad y, empujada por el miedo al Enemigo, se esforzó con más empeño en todas las virtudes por medio de una vida más severa.


5. Hanc saepe aegrimoniis tentator macerat, immittit fastidium, speciem virorum praetendit, longum astruit victum, diversisque fatigat phantasiis. Quibus horribili metu compulsa luget immaniter, ne lapsu mortis a consortio dirimatur sponsi, cujus tanto se ardore charitatis asserebat interius esse conflagratam, ut quasi excisae carnis cicatrice pro ejus desiderio mente vulnerata existens, nisi solo ejus intuitu in coelis, nullo modo se perhibebat posse sanare. Nullum unquam peccatorem quamvis gravioribus oppressum peccatis sermone suo laesit, de nullius actibus judicavit, de nullius desperavit salute, nec quemquam licet foedis infamatum despexit rumoribus. Scio (referebat) versutias daemonum, scio insolentias hominum, qui interdum ipsum maledictionis subsannatione impetunt, quem probatum dignioribus meritis habet Omnipotens. Multa sunt enim judicio condemnata humano, quae divino sunt probata et sanctificata consilio; et plerumque opinationibus suis transgrediuntur homines divinam sententiam; dum cujus meriti apud illum quisque permaneat, nesciant; et tamen jam quasi praesagi occultorum, vel dignum praedicent, vel reprobum infament. Cum utique inculpabilius, si ad se reverterent, judicarent; etsi quanto vel quali oneri unusquisque subjaceat, vel quo sit debito reus intenderet, nullatenus culpabiliter de incognitis disputarent. Sed agunt nonnulli haec, quo in veritate exprobratio divina contra nos olim prolata firmetur, quae ait: Attendite et auscultate. Nemo quod bonum est loquitur: nullus est qui agat poenitentiam propter peccatum suum, dicens: Quid feci? (Jerem. VIII, 6.) Qui proprii facinoris trabe neglecta, de festucis aliorum solliciti permanentes, quod levi susurrationis aure captaverint verum nihilominus et nullatenus incredibile esse affirmant.


5. A ella el tentador la atormentó a menudo con pesadumbres, le introdujo el tedio, le puso delante hermosos varones, le mostró copiosas comidas y la extenuó con ensueños diversos. Sacudida por todo ello con un horrible miedo, se lamentaba enormemente, no fuera a separarla de la compañía de su esposo un yerro mortal; y afirmaba estar abrasada internamente con un ardor tan grande por su amor, que decía que por sus ansías de Él tenía el alma como herida con la cicatriz de un desgarro, y que de ninguna manera podía sanar salvo con su contemplación en los cielos. Jamás injurió con sus palabras a pecador alguno, por muy graves que fueran los pecados que lo oprimiesen, no juzgó sobre los actos de nadie, no desesperó de la salvación de nadie, y a ninguno, aun difamado con horribles habladurías, despreció. «Conozco ―decía― las astucias de los demonios, conozco las insolencias de los hombres, que a veces atacan con maldiciente escarnio a quien el Todopoderoso tiene probado con muy dignos méritos. En efecto, muchas son las cosas condenadas por el juicio humano que están probadas y santificadas por consejo divino; y a menudo transgreden los hombres con sus opiniones el parecer divino, pues ignoran con qué mérito se halla cada cual ante Él; y sin embargo, como si fuerana divinos de misterios, ya lo ensalzan como digno ya lo difaman como réprobo, siendo así que, si se volvieran a sí mismos, juzgarían ciertamente de forma menos condenatoria. Y si atendieran al tamaño y la clase del peso al que cada cual está sujeto o a la falta de que es reo, en absoluto disputarían de forma condenatoria sobre lo que no conocen. Pero algunos hacen esto para que se confirme en verdad el reproche que tiempo ha manifestó Dios contra nosotros y que dice: “Atended y escuchad. Nadie habla lo que es bueno; ninguno hay que haga penitencia por su pecado, diciendo: ¿Qué he hecho?”. Ellos, que no hacen caso de la viga de sus propios pecados pero se mantienen preocupados por las briznas de otros, lo que han oído y escuchado en un ligero susurro, sostienen sin embargo que es cierto y nada increíble.»


6. Nunquam autem virgo clementissima sine causa iram admovit, nisi cum forte aut infantulis, aut aliquam e sororibus negligentem aspiceret, quas solo intuitu oculorum redarguebat humiliter. Nunquam aliquando in cujusquam prorupit contumeliam, nunquam os ejus vaniloquio est occupatum, nusquam aniles et otiosas fabulas suis passa est admitti auditibus. Christum corde, Christum ore saepius meditans, illam frequentius cum omni affectu canebat antiphonam, quam in laudem sanctorum beati Patres suavi cantu aptaverunt, «Aperi mihi, Domine, paradisi januam, ut ad illam patriam revertar, ubi mors non est, ubi dulce gaudium perseverat.» Cum his colloqui delectabatur, quorum mens spiritali virtute succincta, mortificata cum vitiis et concupiscentiis membra gerebant, nec cuiquam se, nisi forte spiritualibus viris, et id perrarum ac serius, visendi praestabat accessum. Quia claustra feminarum a cellulis monachorum altis interjectis disparata maceriis, licet unius patris gubernaculo regerentur, hae tamen sequestratis se mansiunculis retrudentes, nulli omnino contuendi se facultatem praebebant. Sed si subinde aut fratribus congrua instaret necessitas, aut hospitum pia impetraret humanitas, sola venerabilis Elisabeth per fenestram se exhibebat cernendam, quae prior et totius erat mater vera monasterii.



6. Por lo demás, nunca la muy clemente virgen se enojó sin causa, salvo si veía negligentes a las niñas o a alguna de las hermanas, a las que reprendía humildemente sólo con su mirada. Nunca, en ocasión alguna, estalló en ofensa de nadie, nunca palabras vanas ocuparon su boca, en ninguna ocasión permitió que entraran en sus oídos hablillas ociosas y propias de viejas; meditando muy frecuentemente en Cristo en su corazón y en su boca, cantaba muy a menudo con todo cariño aquella antífona que en loor de los santos compusieron los venerables padres con suave melodía: «Ábreme, Señor, la puerta del Paraíso para que vuelva a la patria donde no existe la muerte, donde perdura un dulce gozo». Se deleitaba conversando con aquellos cuya mente, pertrechada de virtud espiritual, tenía el cuerpo mortificado con sus vicios y concupiscencias, y a nadie daba permiso para verla sino acaso a religiosos, y eso rara vez y de tarde en tarde, ya que al estar los recintos de las mujeres separados de las celdas de los monjes por la interposición de altas vallas, aunque se gobernaban con la dirección de un solo padre, ellas se recluían en cubículos apartados y a nadie en absoluto daban facultad para verlas. Pero si alguna vez acuciaba a los hermanos una oportuna necesidad o lo pedía una piadosa humanidad para con los huéspedes, sólo la venerable Isabel, que era la primera y la verdadera madre de todo el monasterio. se dejaba ver por una ventana.


7. Quodam igitur tempore petiit a consororibus Columba, ut inter ipsa claustra in quodam angulo cellula sibi daretur, quo secum sola demorans immunis a caeterarum strepitu fieret. Annuunt pro rogatu sanctae sorores, praebentque adminiculum suo consensu augendi virginis sanctitatem, quae aliquam etiam inde percipere confidebant mercedem. Ut enim praemio dignum est sanctae conversationis studium, ita et erga pie viventes religiosus affectus. Nec distat a factis bona consensio, quae non virtute animi, sed virium quassatur defectu; ut cum forte non fuerit vigor corporis talia exercendi, sit mentis intentio similibus delectandi. Communia sunt enim operis sancti commercia, et eo fiunt Christo gratissima, quo simpliciter in charitate perfecta ad nostrum referimus commodum fraternae sanctitatis studium.



7. Un día, pues, pidió Columba a sus hermanas que se le diera una pequeña celda en un rincón del mismo claustro a fin de vivir sin compañía y no verse afectada por el ruido de las demás. Accedieron a su ruego sus santas hermanas y con su asentimiento proporcionaron apoyo para que aumentase la santidad de la virgen, confiando en recibir ellas también alguna recompensa por esto. En efecto, igual que es digno de premio el afán de una vida santa, también lo es un religioso afecto hacia quienes viven piadosamente; y no está lejos de su práctica un buen consentimiento que no se debilita por la virtud del ánimo sino por falta de fuerzas, de manera que, aunque no exista vigor corporal para llevar a cabo tales empresas, haya una intención mental de deleitarse con otras semejantes. Y es que los beneficios de una obra santa son comunes y resultan tanto más gratos a Cristo cuanto que, con sencillez y en un amor perfecto, contamos como ganancia nuestra el afán de santidad del hermano.


8. Denique indepta benedictione sororum, exsors omni coenobialium actione curarum, virgo venerabilis in contemplatione Dei et meditatione Scripturarum multum temporis perseverans, post crebra suspiria et fletus immensos, in quibus speciali munere supra plurimos coelitus eminebat, denuo ad instruendos divinis pastibus convirginalium animos revertitur ad coetum. Ferunt namque illam persaepe ternas et quaternas horas, necnon usque in medium diem in oratione decumbere; et cum nulla resonarent suspiria, nulloque singultu membra incuterentur, in magno tamen silentio fletum promebat: adeo ut subtus matta, in qua illa prostrato corpore exorabat, humectum lacrymis pavimentum ostenderetur. Maximum etiam in obsecrationibus stando spendens curriculum, in tantam subito ferebatur theoriam, ut geminatus ex utroque oculo rivulus lacrymarum ad mentum descendens, in unum conversus meatum, crebra stillatione guttatim quasi e tecto in humum influeret.



8. Finalmente, después de obtener la bendición de sus hermanas, quedar apartada del cometido de las ocupaciones conventuales y permanecer mucho tiempo en la contemplación de Dios y la meditación de las Escrituras, tras frecuentes suspiros y llantos inmensos en los que sobresalía por encima de muchos con un especial don divino, la venerable virgen volvió de nuevo a la comunidad a instruir los espíritus de sus compañeras con alimentos divinos. Cuentan, en efecto, que muy a menudo ella se tendía en oración tres y cuatro horas, incluso hasta medio día, y pese a que no resonaba suspiro alguno y sus miembros no se convulsionaban con sollozo alguno, no obstante lloraba en una gran silencio. hasta el punto de que, bajo la estera en que ella postraba su cuerpo y oraba, el suelo aparecía humedecido por las lágrimas. Empleando también muchísimo tiempo en pie en plegarias, de repente se veía transportada en un éxtasis tan grande, que el doble riachuelo de lágrima procedente de sus ojos, tras bajar hacia el mentón y confluir en un solo cauce, caía gota a gota sin cesar como del techo al suelo.


9. Interea cum furor persecutionis, qui in excidium ecclesiarum fremebat, hanc feminarum collectam urbi admoveret, in praediolum, quod dudum sibi in confinio basilicae sancti Cypriani exstruxerant, sese conferunt retrudendae. Hic jam constituta beatissima virgo incomparabiliter flebat, lugebatque ubertim, et suam quietem quam gerebat in montibus, et tumultus quos in urbe incurrerat. Semper tamen et corde et lingua clamabat: Tu nosti, Domine, quia diem hominis non concupivi super terram (Jerem. XVII, 16). Semper praedicabat, semper orabat, semper Psalmos canebat, semper in ore ejus laus et benedictio Domini resonabat. Et quia virginum mansio praefati sanctuarii parietibus cohaerebat, tantumque objectu maceriae a vestibulo altaris dirimebatur; si quem forte cantum sanctorum laudibus resonantem per natalitia martyrum audisset a clericis psallentibus, confestim quadam jucunditate coelestium desideriorum compuncta prorumpebat in lacrymas; ut non minus illam introrsus crederes proclamare: Sitivit anima mea ad Deum vivum; quando veniam et apparebo ante faciem Dei. Fuerunt mihi lacrymae panes die ac nocte, dum dicitur mihi quotidie: Ubi est Deus tuus? (Psal. XLI, 3, 4.) Ipsis etenim nexibus corporis, quibus in hac peregrinatione mens sancti cujusque retenta, ab illa ineffabili claritate sanctorum cum magna supernorum desideriorum siti exusta se jungitur, velut obstantibus murorum repagulis ne ad civitatem viventium concito, quo vult, gressu pertingat, quasi e regione onus membrorum sibi credens, resistere plorat et dicit: Fuerunt mihi lacrymae meae panes die ac nocte, dum dicitur mihi quotidie: Ubi est Deus tuus? Cum illo utique esse desiderat, cum quo Apostolus resoluta jam mortalitate cupiens permanere, dicebat: Dissolvi et esse cum Christo melius est (Philipp. I, 23).



9. Entre tanto, como quiera que el furor de la persecución que rugía en ruina de las iglesias había movido a la ciudad a esta congregación femenina, se retiraron a recluirse a una propiedad que hacía poco se habían levantado en las inmediaciones de la basílica de San Cipriano. Estando ya aquí, la santísima virgen lloraba de forma incomparable y se dolía abundantemente del recogimiento que llevaba en los montes y de los tumultos en que había caído en la ciudad; sin embargo, siempre exclamaba con el corazón y con la boca: «Tú sabes, Señor, que no he buscado el día del hombre en la tierra». Siempre estaba predicando, siempre orando, siempre cantando salmos, siempre resonando en su boca la alabanza y bendición del Señor. Y como la morada de las religiosas estaba unida a las paredes del mencionado templo y separada del vestíbulo del altar tan sólo por la interposición de una valla, si por el azar escuchaba resonar en boca de los clérigos cantores algún himno en loor de los santos mártires durante sus festividades, de inmediato, estimulada por cierto gozo de sus ansias celestiales, estallaba en lágrimas, de manera que se podía pensar que ella no exclamaba con menor fuerza por dentro: «Tuvo mi alma sed del Dios vivo. ¿Cuándo vendré y apareceré ante la faz de Dios? Fueron las lágrimas mi sustento día y noche, mientras se me decía diariamente: ¿Dónde está tu Dios?» En efecto, en su intención de llegar a la ciudad de los vivos con la rapidez que ella quería, la estorbaban como con el obstáculo de unos muros las mismas ataduras del cuerpo, con las que la mente de cualquier santo está retenida en esta vida terrenal y separada del inefable esplendor de los santos en la abrasadora y gran sed de sus anhelos celestiales; y en la creencia de que, por así decir, se le enfrentaba y oponía la carga de sus miembros, lloraba y decía: «Fueron mis lágrimas mi sustento día y noche, mientras se me decía diariamente: ¿Dónde está tu Dios?». En verdad que ansiaba estar con Aquel con quien el apóstol deseaba permanecer una vez libre de su existencia mortal cunado dijo: «Morir y estar con Cristo es mejor».


10. Verum indesinenter his votis sancta Columba insistens, cum plus aliquid, ut reor, in semetipsam cruciatus ipsa inferret, quam furens imploderet carnifex, vigiliarum, jejuniorum, atque orationum scilicet continuando labores; quasi parva essent ista omnia, proprio et ultroneo in se voto illata tormenta, velut de suis etiam meritis, etsi majora exerceret, non confidebat. Ac metuens, ne centesimum virginitatis suae fructum vacuum apud Patrem commodi reperiret, ad ineffabile martyrii indubia lucrum aspirat, quod peccatores etiam directo tramite in regnum mittit coelorum, dicente Evangelio: Regnum coelorum vim patitur, et violenti diripiunt illud (Matth. XI, 12). Hinc jam ardentius in amore Christi succensa, concitis ad eum gressibus cui fideliter servierat anhelans pervenire, quibusdam etiam revelationibus ad id frequenter impulsa; quodam die, irrupto latibulo, reseratis tacite foribus in forum digrediens, licet incognita viarum urbis existeret, provido tamen exploratu, quo judex moraretur, addiscit.



10. Insistía verdaderamente sin cesar en estos votos la santa Columba y, según creo, ella misma se imponía más mortificaciones de las que le infligía un verdugo, en la idea de que todos estos tormentos que se imponía por propio y espontáneo deseo eran pequeños, y como si no confiara tampoco en sus méritos, pese a que los practicaba muy grandes, y temiera hallar falto de beneficio ante el Padre el fruto centuplicado de su virginidad, aspiró sin vacilar a la inefable ganancia del martirio, que envía directamente al reino de los cielos incluso a los pecadores, según dice el Evangelio: «El reino de los cielos padece violencia y los violentos lo arrebatan». Encendida ya desde entonces con más ardor en el amor de Cristo, ansiando llegar con rápido paso ante Aquel a quien había servido con lealtad y empujada también a ello por frecuentes revelaciones, un día, tras romper su encierro y abrir silenciosamente las puertas, se marchó al foro y, aunque desconocía las calles de la ciudad, con una sagaz indagación se informó de dónde residía el juez.


11. Ibi cum pervenisset, ejusque astaret obtutibus, dat professionem catholicae fidei, profert evangelicam veritatem, iniquum dogma retundit, auctoremque magni esse sceleris talia praesumentem annuntians, ipsum denuo arbitrum, quare se talibus sacrilegiis combinaret, blandis admodum verbis hortatur. Cujus speciem verbaque miratus, illico eam in palatium ducens, satrapum concilio repraesentat. Ibi adhuc profitetur, praedicat, admonet, omnes suae potius debere saluti consulere quam vanis insistere deceptionibus, quibus eam transvertere conabantur. Dicebat etiam, non talem Christus habet sponsam, quae immutari de pristina compactione ararum ejus praevaleat. « Nam quis ditior illo est, ut vos me copiis rerum credatis illicere? Quis pulchrior eo est, cujus speciei forma prae filiis hominum claret, ut vos me nuptu terreno arbitremini oblectandam? Quis cultus vel secta evangelicae fidei veritate sanctior est, quae per totum orbem apostolorum vocibus promulgata, aeternae spei credentibus praemium repromittens, omne prophetismum, quod ab illa dissentit, anathema esse in veritate non dubium est? Quamobrem relicta vanitate, verum Evangelii ducem requirite, quo melius filii lucis, quam genimina tenebrarum, mortisque soboles appellemini. Ille etenim dixit: Qui sequitur me, non ambulabit in tenebris: et omnis qui vivit, et credit in me, non morietur in aeternum (Joan. VIII, 12, et XI, 26).»



11. Tras llegar allí y comparecer en su presencia, hizo profesión de la fe católica, proclamó la verdad del Evangelio, refutó el dogma impío y, manifestando que era el autor de un gran crimen quien se atrevía a tal, recriminó luego al propio juez con muy suaves palabras por qué se mezclaba en tales sacrilegios. Admirado aquél de su belleza y sus palabras, la condujo al punto al palacio presentándola ante la asamblea de notables. Allí siguió confesando, predicando y advirtiendo a todos de que debían mirar por su salvación mejor que mantenerse en los vanos engaños con los que intentaban extraviarla. Decía además: «No tiene Cristo una esposa tal que pueda ser hecha vacilar en su anterior pacto nupcial. Pues, ¿quién es más rico que Él para que vosotros creáis seducirme con abundantes bienes? ¿Quién es más hermoso que Él, cuya espléndida belleza brilla por encima de los hijos de los hombres, para que vosotros penséis que me he de deleitar con una boda terrenal? ¿Qué culto o secta es más santo que la verdad de la fe evangélica, que fue publicada por todo el orbe por la palabra de los apóstoles y promete a sus creyentes el premio de la esperanza eterna, mientras que ciertamente no es cosa dudosa que toda revelación que disiente de ella es anatema? por ello, dejad vuestra falsa religión y buscad al verdadero guía del Evangelio, a fin de que se os llame hijos de la luz antes que engendros de las tinieblas, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre».


12. Igitur cum fortissimam virginis constantiam consules universi adverterent, et neque immutari posse talibus imbutam oraculis cernerent, neque hortatum assertionis ejus ferre valerent: continuo ante fores palatii eam trucidari praecipiunt. Quam cum summa reverentia foro constituentes, non se prius decollari permisit, quam praemio lictorem virgo sacratissima honoraret. Sicque pronior cervicem inclinans, in lapsu juguli delicatum corpus sternitur. Nec mora, ut erat lineis indutum, cadaver sporta immissum alveo projici principes mandaverunt, nec sicut caetera occisorum cadavera, aut pro foribus neglexerunt, aut equuleo suspenderunt XV Kalend. Octob. aera DCCCXCI. Quod post sextum diem illaesum et integrum quorumdam solertia monachorum divinitus nobis allatum est, dignoque officio in Basilica sanctae Eulaliae virginis et martyris, quae in vico Fragellas constituta est, honorabilem meruit sepulturam. Hoc nobis ad fidem de ea relatum est.



12. Así pues, en cuanto todos los dignatarios advirtieron la fortísima constancia de la doncella y vieron que ni eran capaces de hacer vacilar a quien estaba instruida en tales palabras, ni podían tolerar su exhortación y declaraciones, ordenaron matarla a las puertas del palacio. Mas cuando, con suma modestia suya, la colocaron en la plaza, la santísima doncella no se dejó decapitar antes de honrar al verdugo con un premio. Y así, inclinando hacia delante su cuello, su delicado cuerpo se desplomó al golpe de la espada. Y sin tardanza, los principales mandaron que se arrojara al río su cadáver, metido en una espuerta tal como estaba, en hábitos de lino, sin abandonarlo ante las puertas ni colgarlo de un patíbulo como a los demás cadáveres de los muertos, el 17 de septiembre del año 853. Mas a los seis días, por voluntad divina y el celo de unos monjes, nos lo trajeron intacto e íntegro, mereciendo honrosa sepultura con una digna ceremonia en la iglesia de la virgen y mártir santa Eulalia, que se halla en la aldea de Fragelas. Esto es lo que de forma fidedigna se nos ha contado acerca de ella.


13. Caeterum tu sacratissima, quae utiliter Ecclesiam catholicam et vivens conversationis exemplo, et moriens celso meritorum instituis patrocinio, esto memor cultoris tui; erue me laqueis mundi, abstrahe perturbationibus saeculi, et confer post mortem requiem paradisi. Per Dominum nostrum Jesum Christum qui vivit cum Patre et Spiritu sancto, unus et immortalis Deus, per infinita saecula saeculorum. Amen.



13. Por lo demás, tú, santísima, que has instruido útilmente a la Iglesia católica en vida con el ejemplo de tu conducta y en la muerte con el elevado patrocinio de tus méritos, acuérdate de tu devoto, líbrame de las ataduras del mundo, sácame de las perturbaciones del siglo y dame a mi muerte el descanso del Paraíso, por nuestro Señor Jesucristo, que vive con el Padre y el Espíritu Santo, un solo e inmortal Dios por infinitos siglos de los siglos. Amén.

Latín: Memorialis Sanctorum, Liber III, cap. X; castellano: Obras completas de San Eulogio de Córdoba, págs. 153 – 159

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