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La 42ª campaña de Almanzor: la de Astorga y León (994)

por Javier Iglesia Aparicio
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Murallas de León

En el otoño del 994 Almanzor volvió a atacar el corazón del reino de León. La capital ya había sido objeto de sus algazúas los años 982, 986 y 988, por lo sus defensas estarían deterioradas y fue abandonada a su suerte por los ejércitos de Bermudo II quien parece que estaba refugiado en Astorga, ciudad que Almanzor atacó pero no pudo tomar.

Según el Dikr:

La cuadragésima segunda fue la campaña de Astorga y León; llegó en ella hasta la ciudad de León y la encontró desierta, por lo que hizo perseguir a sus habitantes y los alcanzó, capturando a muchos y matando a otros tantos; posteriormente regresó. En esta campaña retiró el sello de al-Mu’ayyad de los nombramientos y documentos oficiales, que pasaron a ser firmados con el suyo.

Además, Ibn Darray compuso un poema en la que se cita esta campaña. Se trata del poema nº 111 de su Diwan y alaba a Almanzor a su vuelta de esta campaña en el invierno del 994. Es posible que el poeta acompañara al háyib. Este es un fragmento:

[…]
Y has abandonado León como si no hubiera estado poblada en el tiempo más próximo.
Las banderas han sido allí izadas muy altas cuando sus monumentos han sido demolidos.
Tropas separadas, quebrantadas por la fuerza de las espadas se han retirado con el deseo de poder vengarse.
Y unos evadidos después de haber preferido la fuga, vinieron siempre empujados por su huida a abatirse entre tus manos.
Después que se habían refugiado, para conservar que vidas, en torres inaccesibles donde solo las estrellas son sus vecinas.
Y habían buscado protección en fortalezas que habían llegado a ser una presa de la muerte al mismo tiempo que les era traba y cautividad.
Se aturdieron con el vino puro de la guerra que bebieron; esta guerra cuyos odios y peligros son su velo.
Como si un fuego los hubiera visto refugiados en sus escondites y se precipitara sobre ellos con sus llamas.
Un fuego que hace volar los cuerpos de los descarriados en partículas, semejantes a las chispas de las llamas.
Y ellos se han declarado inocentes de toda mujer aterrada, cuya castidad es conservada para su marido legítimo.
Ella se ha entristecido por la muerte de su marido y después se ha vuelto a su corazón incitando a sus ojos a llorar.
(Yo pregunto) a toda enamorada que duda de su amante, ¿penetró en él la espada o el recuerdo de ella?
Se ha puesto el vestido de la protección cuando la buscó su país y su región estaba lejos de ella.
Sus montañas se han cubierto de nieve y sus ríos se han salido fuera de sus lugares.
Y los caballos se esfuerzan por alcanzarla, a fin de que no se aleje mucho.
Hasta atravesar el Duero semejantes a barcos que atraviesan océanos de peligros.
[…]


Bibliografía

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