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Localización: Peña Amaya, cerca del actual pueblo de Amaya, perteneciente al municipio de Sotresgudo (Burgos). Cerro de fácil defensa natural. Conjunto de gran belleza paisajística, es una peña mesetaria en la comarca de Las Loras, que alcanza en su plataforma principal 1200 metros de altura y 1370 en la cúspide.
Estado: Ruinas casi inapreciables de la fortaleza; restos del poblado medieval; muralla prerromana y catas arqueológicas.
Amaya ha sido habitada desde la Prehistoria. A fines de la Edad del Bronce (s. X a.C.) se detecta una mayor presencia humana para acabar convirtiéndose en la Edad del Hierro en uno de los principales castros cántabros.
Amaya en época romana
Fue conquistada por los romanos en el transcurso de las Guerras Cántabras (29-19 a. C.). Precisamente de esta época es la cita más antigua de Amaya. La encontramos en el Itinerario de barro, un conjunto de cuatro placas con las vías romanas del noroeste peninsular que data del siglo III d.C.
En la placa número I del citado Itinerario se señala el recorrido de la Vía Legione VII Gemina ad Portum Blendium que, partiendo de Legio VII Gemina (León), tiene su final en Portus Blendium (Suances):
[VIA] L(EGIONE) VII GEMINA AD PORTVM
BLE(N)DIVM
RHAMA VII MIL(L)IAS
AMAIA XVIII
VILLEGIA V
LEGIO I[III] V
O[C]TA[V]IOLCA V
IVLIOBRIGA X
ARACILLVM V
PORTVS BLEN[DIVM]
[C(aius) LEP(idus) M(arci filius)] II. VIR
Amaya en época visigoda
Tras el derrumbe del Imperio Romano la zona de Amaya quedó fuera de los dominios de los pueblos germánicos y parece que fue la cabecera de un territorio autónomo. De este momento tenemos dos menciones a la ciudad de Amaya.
En primer lugar aparece en la Vida de San Emiliano o San Millán donde se cita la curación de una paralítica de Amaya así como que el santo ve en una visión la destrucción de Cantabria, visión que comunica a un senado, que puede que estuviera situado en Amaya. La asamblea desprecia a San Emiliano por boca de uno de sus componentes, Abundancio, y el santo profetiza que él sufrirá la destrucción de Cantabria en sus propias carnes, como así sucederá.
La segunda mención en esta época nos llega a través de la Chronica de Juan de Bíclaro. En ella se narra que el rey visigodo Leovigildo atacó Cantabria en el año 574 para expulsar a los «provinciae pervasores», grupo de personas de difícil identificación pero que parece hacer referencia a usurpadores del poder real, o bien , visto desde la perspectiva visigoda y teniendo en cuenta el dato de la vida de San Millán, un territorio que aún no estaba sometido al reino visigodo.
La toma de Amaya por Leovigildo la tenemos representada en una arqueta de marfil del siglo X conservada en el Monasterio de San Millán de la Cogolla, con la inscripción: «Ubi Leovigildus rex Cantabros afficit», es decir, «En donde el rey Leovigildo castigó a los cántabros».
Tras su anexión al reino visigodo, es posible que años después se convirtiera en la sede de una nueva provincia visigoda, el ducado de Cantabria, y fuera una fortaleza contra las incursiones de grupos de vascones no sometidos al poder visigodo y de incursiones de francos y aquitanos.
Amaya entre los siglos VIII y XI
En el 712, el bereber Ṭāriq ben Ziyād conquista la ciudad, a la que vuelve en el 714 a sofocar una rebelión. El dux o duque de Cantabria, Pedro huye a las montañas del norte, donde se refugia y acaba aliándose con Pelayo.
Tras la rebelión bereber del 740, los hijos de Pedro de Cantabria, Alfonso I y Fruela Pérez, atacan el asentamiento y la zona queda desorganizada.
Nada más se sabe de la ciudad hasta que en el año 860, el primer conde de Castilla, Rodrigo, por mandato del rey asturiano Ordoño I, repuebla la fortaleza. Según los Anales Castellanos Primeros:
In era DCCCLXLVIII populavit Rudericus comes Amaya et fregit Talamanka
y también lo confirman los Anales Castellanos Segundos:
In era DCCCLXXLVIII populauit Rudericus comes Amaia.
Amaya se convierte así en otra fortaleza del frente asturiano oriental y en núcleo del naciente condado de Castilla.
Parece ser que la ciudad se trasladó a la llanura en torno al s.XII, aunque el castillo estuvo en uso al menos hasta el s. XIV.
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