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Umar al-Mutawakkil, rey de la taifas de Évora, Badajoz y Toledo

por Javier Iglesia Aparicio
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Fracción de dinar a nombre de al-Mutawakkil de Badajoz. Sin ceca, s/f Oro, 16 mm y 1,26 g. Colección Tonegawa

[¿? – Badajoz, 487H/1094 o 489H/1096] ʿUmar ben Muḥammad ben al-Aftas al-Mutawakkil ‘Alá-l-llah. En árabe المتوكل على الله بن الأفطس.
Rey de la taifa de Évora (1068-1070/71)
Último rey de la taifa de Badajoz (1070/71 – 1094 o 1096)
Rey de la taifa de Toledo (1080-1081)

ʿUmar al-Mutawakkil pertenecía a la familia de los aftasíes. Era hijo de al-Muẓaffar, segundo rey aftasí de Badajoz.

En el año 460H (11 de noviembre de 1067-30 de octubre de 1068) murió al-Muẓaffar siendo seguidamente proclamado el heredero oficial, su hijo Yaḥyà. Sin embargo ʿUmar, a quien su padre había nombrado gobernador de Évora, no aceptó la sucesión.

Gobierno en Évora (1068-1070/71)

En principio, sendos hermanos, llegaron al acuerdo de repartirse el poder, dominando Yaḥyà sobre Badajoz con una teórica superioridad sobre ʿUmar, establecido en Évora.

Pero el enfrentamiento era inevitable y cada uno de ellos recibió un apoyo exterior distinto: al-Ma’mún de Toledo se puso del lado de Yaḥyà y ʿUmar fue ayudado por el soberano abadí de Sevilla.

Aunque se ignoran los detalles de esta guerra fratricida, la temprana muerte del primero hacia 463H/1070-71 solucionó la situación, haciendo que el poder pasara íntegramente a ʿUmar, que se intituló al-Mutawakkil Alá-l-llah (el que solo confía en Dios) y entró en Badajoz, dejando en Évora a su hijo al-Abbas.

Gobierno en Badajoz (1070/71 – 1094 o 1096)

El gobierno de al-Mutawakkil en Badajoz está definido por tres acciones muy claras: su intervención en la vecina taifa de Toledo, su conflictiva relación con el reino de León y sus acciones con el poder emergente de los almorávides.

Los primeros años de gobierno de al-Mutawakkil son de calma. En Badajoz se desarrolló un intenso movimiento cultural gracias al mecenazgo del emir, que atrajo a la capital a la flor literaria andalusí.

ʿAbd al-Raḥmān ben Salir, un exiliado de Sevilla que había participado en las negociaciones entre al-Mutawakkil y su hermano Yaḥyà, fue nombrado visir. El mismo cargo fue también después otorgado a Ibn al-Hadrami, que más tarde sería destituido debido a la ineficacia que se constató en la administración que encabezaba y a las frecuentes quejas de los súbditos en relación a su arrogancia e injusticia. Después de la destitución de Ibn al-Hadrami, al-Mutawakkil no volvió a nombrar más visires y tomó a su cargo los asuntos de Estado.

Las crónicas hablan de una sublevación en Lisboa, sin precisar la fecha, que al-Mutawakkil resolvió entregando su gobierno a Ibn Jira, a quien envió a la ciudad con una carta dirigida a los lisboetas. Cuando la situación se calmó, el emir destituyó a Ibn Jira.

Fracción de dinar a nombre de al-Mutawakkil de Badajoz. Sin ceca, s/f Oro, 16 mm y 1,26 g. Colección Tonegawa
Fracción de dinar a nombre de al-Mutawakkil de Badajoz. Sin ceca, s/f Oro, 16 mm y 1,26 g. Colección Tonegawa

Esta relativa calma se acabó en el año 1079. Ese año Alfonso VI de Castilla y León conquistó Coria, una de las plazas estratégicas del reino aftasí.

Gobierno en Toledo (1080-1081)

Una de las acciones más destacadas de al-Mutawakkil fue su intervención en Toledo.

El gobierno de al-Qadir no lograba mantener el orden interno en la ciudad e, instigados por un agente de al-Mutawakkil, llamado Abū Muḥammad Yūsuf ben al-Kallas, enviaron una delegación al soberano aftasí, el cual aceptó la propuesta y entró en Toledo a finales de 472H/junio de 1080, mientras al-Qadir huía a Cuenca.

Su dominio duró menos de un año, ya que en abril del 1081 regresó a Badajo al constatar que era imposible gobernar de forma eficaz sobre el extenso reino toledano y simultáneamente repeler a las cada vez más poderosas fuerzas de Alfonso VI.

De hecho, al-Mutawakkil no hizo ningún esfuerzo por reforzar las defensas toledanas y dedicó su tiempo a disfrutar de los encantos de la ciudad, tal como había hecho en su corte de Badajoz. Al volver a su capital, se llevó consigo los tesoros de la alcazaba toledana, que habían pertenecido a Yaḥyà ben Ismaíl, al-Mamúm.

Alianza con los almorávides

La presión que al-Mutawakkil soportaba de manos de las tropas leonesas provocó que, junto a al-Mu’tamid de Sevilla, fuera uno de los soberanos taifa que decidieron reclamar la ayuda de los almorávides para frenar el avance conquistador cristiano.

Es posible que las embajadas debieron comenzar a enviarse a partir de la toma de la localidad de Coria por Alfonso VI en septiembre de 1079. Al-Mutawakkil encargó a su cadí Abu-l-Walīd al-Ba’i dirigirse a todos los soberanos de al-Ándalus para que se unieran contra los cristianos, si bien la presencia no se hizo efectiva hasta después de la toma de Toledo en 1085.

Con posterioridad, su cadí Abu Ishaq ben Muqana formó parte de la embajada que, a iniciativa del soberano abadí y tras la caída de Toledo, se entrevistó con el emir Yūsuf ben Tashufin en Ceuta.

La batalla de Zalaca o Sagrajas (1086)

Fue, precisamente, en territorio pacense donde tuvo lugar el encuentro decisivo entre la coalición musulmana, formada por los almorávides y los reinos taifas, y las fuerzas de Alfonso VI.

Las tropas musulmanas acamparon cerca de Badajoz, acogidas por al-Mutawakkil, y fue allí donde tuvo lugar la batalla de Sagrajas o Zallaqa el viernes 12 de rayab de 479H (23 de octubre de 1086), a orillas del río Guerrero, a una decena de kilómetros al noreste de Badajoz, que se saldó con una amplia victoria de los primeros, siendo destacada la participación de al-Mutawakkil.

Según narra el emir ʿAbd Allāh de Granada en sus memorias, al-Mutawakkil fue el encargado de transmitir el mensaje de Alfonso VI al emir almorávide en el que lo retaba al encuentro.

Tras esta victoria las relaciones de los taifas con el emir almorávide empeoraron y finalmente los soberanos andalusíes sucumbieron al expansionismo de la dinastía norteafricana.

Cuando Yūsuf ben Tashufín desembarcó por tercera vez en al-Ándalus comenzó el desmantelamiento de los reinos taifas, que fueron cayendo uno a uno. Tras la toma de Granada en rayab de 483H (septiembre de 1090), el emir almorávide recibió en dicha ciudad la felicitación de los soberanos abadí y aftasí, quienes trataban, así, de escapar al mismo destino, si bien fueron los siguientes en caer.

La conquista almorávide de Badajoz (1093-1094)

El soberano aftasí llegó a ayudar a los almorávides a apoderarse de Sevilla, en rayab de 484H (septiembre de 1091), pero ello no evitó su deposición a manos de Yūsuf ben Tashufín.

Para lograrlo, el emir almorávide se valió de los servicios de un alfaquí oriundo de Siyilmasa que había conseguido una cierta fortuna en Badajoz, Ibn al-Ahsan, el cual se convirtió en su agente y logró adquirir un enorme ascendiente sobre al-Mutawakkil, quien se avenía a seguir todos sus consejos.

Ibn al-Aḥsan supo poner en su contra a la población y a ganarlos para la causa almorávide, aprovechándose de la indecisión de al-Mutawakkil, acechado por la doble amenaza cristiana y almorávide.

al-Mansur, hijo de al-Mutawakkil, trató, sin éxito, de apartar a su padre de Ibn al-Ahsan, sugiriéndole que acabase con su indecisión y que abandonara el poder, ya sometiéndose al emir almorávide y cediéndole Badajoz o huyendo junto a los cristianos, quienes lo instalarían en alguna localidad importante, como habían hecho con al-Qadir de Toledo en Valencia. Ante la negativa de su padre a exiliarse junto a los cristianos, al-Mansur decidió partir de Badajoz con su familia y sus bienes.

Las incursiones del general almorávide Sir ben Abi Bakr llevaron a al-Mutawakkil a pedir ayuda a Alfonso VI, que aceptó ayudarlo a cambio de la entrega Santarem (30 abril 1093), Lisboa (6 mayo 1093) y Sintra (8 de mayo 1093).

La entrega de estas ciudades aumentó la impopularidad del soberano aftasí. Para apoderarse de Badajoz, Sir decidió valerse de los servicios de Ibn Rashiq, antiguo señor de Murcia, el cual había sido entregado por Ibn Tashufin a al-Mu’tamid de Sevilla durante el fracasado asedio de la fortaleza murciana de Aledo.

Ibn Rashiq supo urdir intrigas con los habitantes de la ciudad y los guardas y soldados que protegían al soberano aftasí en su alcazaba, llegando a un acuerdo para que le abrieran sus puertas de noche. De esta forma pudieron sorprender y capturar a al-Mutawakkil y sus hijos, al-Fadl y al-‘Abbas, quienes, por orden de Sir, fueron ejecutados.

Los cronistas cuenta que al-Mutawakkil solicitó ser ejecutado después de sus hijos para que su dolor fueses tenido en cuenta como mérito en la otra vida.

No existe acuerdo en cuanto a la fecha exacta de la muerte de al-Mutawakkil. Ibn al-Abbar nos da tres: sábado 27 de muharram del 487H; sábado de safar del 487H y rabí I del 487H, las tres en el año 1094. Ibn Jaldún dice que fue el 10 de du-l-hiyya del 489H (diciembre 1096).

Descendencia de al-Mutawakkil

al-Mutawakkil tuvo al menos cuatro hijos:

  • al-Mansur, que abandonó Badajoz antes de su toma y se estableció en Montánchez (Hisn Sanyas) enfrentado a los almorávides y apoyando a los cristianos. Es posible que inclusos e convirtiera al cristianismo. Posteriormente cedió la fortaleza a Alfonso VI y en 1111 se dirigió a Sevilla de donde luego partió a la corte almorávide donde fue bien acogido.
  • al-Fadl, ejecutado en 1085 en Badajoz
  • al-‘Abbas, gobernador de Évora, también fue ejecutado en 1085 en Badajoz.
  • Naym al-Daw al-Saʿīd.

al-Mutawakkil y la cultura

al-Mutawakkil acogió una de las principales cortes literarias de la época taifa, en la que destacó Ibn ʿAbdún, que fue su secretario, uno de los principales poetas de la época, compuso una elegía sobre el fin de los aftasíes.

En la corte de Badajoz se encontraron también poetas de la talla de Ibn Yaj, Ibn Muqana, los hermanos al-Qabturnu o filósofos como Ibn al-Sid al-Batalyawsi o al-Bayí

Al igual que otros soberanos taifa, solía retirarse a su almunia, situada en los alrededores de la capital, a la que había dado el nombre de al-Badí (la soberbia), donde se reunía con familiares y amigos para celebraciones y banquetes. También tenía dotes poéticas.

Bibliografía

  • ʿAbd Allāh: Memorias, publicadas en El siglo XI en 1ª persona, Alianza Editorial.
  • Pacheco Paniagua, Juan Antonio: El ocaso de la dinastía aftasí de Badajoz, 1992, Revista de estudios extremeños 48 (2): 363-376.

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