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Hisham II, califa omeya de Córdoba

por Javier Iglesia Aparicio
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Turbante o Almaizar de Hisham II

[Córdoba, 8 yumada II 354H/11 de junio de 965 – Córdoba, 18 de mayo de 1013] Abu-l-Walīd Hisham b. al-Ḥakam b. ʿAbd al-Raḥmān al-Nasir b. Muḥammad, llamado Hisham II o Hixem II  (en árabe أبو الوليد هشام بن الحكم). Llamado al-Mu’ayyad bi-Llāh (المؤيد بالله), el que recibe la asistencia victoriosa de Dios.

Tercer califa omeya de Córdoba (976 – 15 de febrero de 1009) y (23 de julio de 1010 – 11 de mayo de 1013)

Hijo del califa al-Ḥakam II y de la esclava vascona Subh, cantora, y llamado pro el califa Ya’far. Era de piel clara, ojos intensamente azules, poca barba de color rojizo, nariz aguileña, hermoso de cuerpo y corto de piernas. Inclinado a la devoción y a la vida retirada, estaba entregado al estudio del Corán y se le tenía por muy caritativo con los enfermos e indigentes. También dicen las crónicas musulmanas que padecía algún retraso que le nublaba el entendimiento.

Falleció sin tener descendencia alguna.

Primer califato (976-1009)

Cuando muere su padre, al-Ḥakam II, solo tiene 11 años y recae sobre él la responsabilidad del cargo de califa. La guardia eslava del palacio (saqaliba) intentó sustituirlo por su tío al-Mugirah, pero recibió el apoyo de su tutor, el visir Almanzor, de su madre Subh, y el háyib Ya´far b. ʿUṯmān al Mushafi, aseguraron su cargo y mandaron ejecutar a al-Mugirah. Estos tres personajes constituyeron el consejo de regencia durante su minoría de edad. Entre los tres logran aislar a Hisham II y apenas tendrá relevancia política.

El verdadero poder de la corte estará en manos de Almanzor, quien con el apoyo de Subh, quien pudiera ser su amante, y de los bereberes pronto logra deshacerse del chambelán (978) y consigue el apoyo del general Galib. Desde este año, Almanzor es quien ejerce el mano en Córdoba. En el 979 Almanzor descubre un conjura que dirigida por ʿAbd al-Malik ben Munḏir pretender sustituir a Hisham por ʿAbd al-Raḥmān ben ‘Ubayd Allāh ben al-Nasir li-din Allāh, nieto de Abderramán III.

Hisham II se mantuvo confinado en el palacio bajo una estrecha vigilancia e inclinado a la práctica de la piedad y al disfrute de los placeres de su harén. Mientras tanto Almanzor erigió una nueva ciudad, Madinat al-Zahira, donde en el 980 se trasladó todo el aparato administrativo. El alcázar califal quedaba únicamente como lujosa prisión del califa Hisham. Este gesto no fue del agrado de su suegro y aliado Galib. En el 981 Galib se enfrentó a Almanzor en defensa de los derechos de Hisham II pero fue derrotado en la batalla de San Vicente. Galib murió en ella a consecuencia de un accidente.

Dinar de oro de Hisham II 1006/1007
Dinar de oro de Hisham II 1006/1007

Almanzor regresó victorioso a Córdoba y tomó el título de al-Mansur bi-Llāh (el victorioso de Allāh) y exigió para él y para sus hijos el mismo tratamiento que se daba al califa, ordenando que su nombre fuera pronunciado en todas las mezquitas de al-Ándalus a continuación del de Hisham II. Su poder fue absoluto hasta su muerte (1002).

Arqueta de Hisham II
La arqueta de Hisham II es de plata cincelada y dorada y está firmada, debajo del cierre, por el orfebre hebreo Judà ben Boçla. se conserva en el obispado de Gerona

El hijo de Almanzor, ʿAbd al-Malik, consiguió que Hisham II proclamara un decreto que le concedía los mismos poderes que a su padre. Mantuvo su poder hasta su muerte en el 1008. Su hermano y sucesor ʿAbd al-Raḥmān Sanchuelo traspasó los límites al tratar con desdén a Hisham II y consiguiendo que éste le nombrara heredero al califato, ya que Hisham II no tenía hijos, y que su nombre se citara junto al del califa en el rezo de los viernes.

Esta actitud despertó una revolución acaudillada por Muḥammad ben Hisham, un bisnieto de ʿAbd al-Raḥmān III. Muḥammad logró derrotar a Sanchuelo y lo ejecutó. Posteriormente depuso a Hisham II (15 de febrero de 1009) y lo mantuvo preso.

Segundo califato (1010-1013)

Muḥammad II se enfrentó con otro pretendiente al califato Sulaymān, quien tenía el apoyo bereber. Muḥammad II fue derrotado el 1 de noviembre de 1009 y Sulaymān se proclamó califa. Pero pocos meses después, Muḥammad, con el apoyo de las tropas del general eslavo Wadih, derrotó a Sulaymān y volvió a ser nombrado califa (10 de mayo de 1010). Pero este mismo jefe militar lo asesina el 23 de julio de 1010. Ese mismo día Wadih libera a Hisham II de su prisión y vuelve a ser nombrado califa.

Wadih era el nuevo hombre fuerte del califato pero no pudo atraer a su lado a las fuerzas bereberes, que seguían apoyando a Sulaymān. Wadih murió en el 13 de noviembre de 1011. Mientras tanto la situación en Córdoba se hacía cada vez más insufrible mientras arreciaban los ataques de Sulaymān en las cercanías de la capital.

El 24 de junio de 1012, el visir Ibn Munawin y el jefe del ejército informan a Hisham II de la difícil situación. Hisham II les respondió:

«Haced lo que queráis y prescindid de mí. Nada puedo hacer por vosotros ni por mí mismo. Pero cuidad que os resulte útil y ejecutadlo. Yo iré en seguimiento vuestro.»1

Hubo un ofrecimiento a Sulaymān según el cual él sería nombrado heredero de Hisham II, pero Sulaymān lo rechazó pues no reconocía a Hisham II como califa. El 9 de mayo de 1013 hubo un enfrentamiento entre las tropas de Córdoba y las de Sulaymān, quien resultó victorioso. Sulaymān entró en el alcázar de Córdoba el 11 de mayo de 1013 e hizo llamar a Hisham II quien acabo abdicando en favor de en Sulaymān.

Muerte de Hisham II

Se desconoce qué pasó exactamente con Hisham tras su abdicación. Lo más probable es que fuera asesinado por Sulaymān pues el califa ʿAlī ben Ḥammūd, al destituir a Sulaymān, le pregunta por el destino de Hisham y éste le dice que había sido enterrado y le mostró su tumba en el alcázar de Córdoba y comprobó que el cadáver estaba dentro2.

Sin embargo este misterio propició la aparición de la leyenda de que se había ocultado y facilitó la proclamación del falso Hisham II por Abu-l-Qāsim de Sevilla en el 1035.


1. al-Bayan al-Mugrib de Ibn-Idarí. La caída del califato de Córdoba y los reyes de taifas. Traducción de Felipe Maíllo Salgado. Pág. 100
2. Op. cit., pág. 106