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Íñigo I Arista, primer rey de Pamplona

por Javier Iglesia Aparicio
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Íñigo Arista

[c. 770-851 o 852] Íñigo Íñiguez o Enneko Aritza, Primer rey de Pamplona (c. 810/820-851 o 852)

A pesar de la derrota de Roncesvalles (788), los francos trataron de dominar los territorios vascones desde el reino de Aquitania. Pero su objetivo nunca se completaría totalmente ya que los diferentes núcleos de resistencia de ascendencia vascona que se formaron durante el siglo VIII van a ser unidos por un representante de la familia Iñíguez creándose el reino de Pamplona.

Biografía de Íñigo Arista

Íñigo Iñíguez es considerado el iniciador de la monarquía navarra, aunque antes que él ya habían existido algunos caudillos que llevaban el título de rey como Velasco al-Yalashqí, obediente al rey franco. Íñigo Iñíguez recibirá más tarde el nombre de Arista (Aritza en vasco) por su genio irascible y por la rapidez con que caía sobre sus enemigos. Sin prueba suficiente se han atribuido a Íñigo diversos lugares de origen como el condado francés de Bigorra, apuntado en el siglo XIII por el cronista Rodrigo Jiménez de Rada, o bien las poblaciones navarras de Viguria (valle de Guesálaz) y Aristu (valle de Urraul Alto).

Las crónicas árabes le llaman “Wannaqo ben Wannaqo”,es decir, Íñigo Íñiguez. Por lo tanto es posible que fuera hijo de algún jefe pamplonés también llamado Íñigo. Gracias a esas mismas crónicas sabemos que su madre se llamaba Ónneca y que ésta misma en otras nupcias anteriores o posteriores con el muladí Mūsà ben Fortún, había engendrado igualmente a Mūsà ben Mūsà. Desvelan también el nombre de un hermano suyo llamado Fortún.

Una hija de Íñigo, Assona, se casó con su hermanastro Mūsà ben Mūsà, con lo que los Banū Qasī se convirtieron en los aliados de Íñigo en defensa de su común independencia del poder de Córdoba. Otra de las hijas de Íñigo, Nunila, contrajo matrimonio con García el Malo, a quien ayudó a hacerse con el control del condado de Aragón, en torno al 820, expulsando al anterior conde Aznar I Galíndez.

Rebelión contra los francos (c. 824)

El hecho más importante de este reinado, cuyos acontecimientos están desvirtuados por la leyenda, se produce en torno al 824, año de la segunda batalla de Roncesvalles. La rebeldía de los pamploneses y del conde aragonés García, obligó al rey aquitano Ludovico Pío a enviar una expedición al mando de los condes Eblo y Aznar con el propósito de consolidar su autoridad en la Marca Hispánica. Los francos lograron penetrar en Pamplona.

Sin embargo, la retirada se hizo difícil, y en Roncesvalles fueron atacados por las fuerzas conjuntas de Íñigo Arista, Mūsà ben Mūsà y García el Malo. Según las crónicas navarras, el ejército franco quedó en el campo de batalla. Los condes Eblo y Aznar fueron hechos prisioneros. Aznar, que era vascón y tenía parientes y amigos entre los pamploneses, recobró la libertad, si bien hubo de jurar no volver a hacer la guerra contra Pamplona; pero el conde Eblo fue enviado a Córdoba, como regalo a ʿAbd al-Raḥmān II, cuya amistad y alianza solicitaban los pamploneses contra los francos.

Enfrentamientos contra el emirato de Córdoba

A partir del 840, Íñigo acompaña a su hermanastro Mūsà ben Mūsà en las rebeliones contra el poder emiral y como consecuencia sufre varias acometidas que devastan su reino. Abderramán II se adentró personalmente en las tierras pamplonesas (842-843), alcanzando la Peña de Qays (Sajrat Qays), situada cerca de la salida de la cuenca de Pamplona por el curso del río Araquil. Se vieron obligados entonces a pedir la paz Mūsà e Íñigo Arista, quien conservó sus dominios a cambio de devolver a los cautivos que retenía y comprometerse a abonar la suma anual de setecientos dinares. Entre los sometidos también se encontraba Ibn Garsiya al-Sirtan, muy probablemente hijo y sucesor de García el Malo, líder de los sirtaniyun, localizables hacia el sector pirenaico que iba a configurar el condado de Aragón.

La paz acordada resultó efímera, pues al cabo solamente de un año (843-844), el monarca cordobés tuvo que volver a atacar y batir ahora en campo abierto a las tropas reunidas de nuevo por Mūsà e Íñigo. El primero fue descabalgado pero pudo huir a pie, y el segundo logró escapar a caballo junto con su hijo Galindo, pero dejó tendidos sobre el campo de batalla a su hermano Fortún, “el mejor caballero de Pamplona”, y a más de un centenar de sus caballeros, mientras que Velasco Garcés, hijo sin duda del mencionado García el Malo, se pasó al emir con sesenta de sus hombres.

Con esto se produjo quizás en la zona alto aragonesa un vacío de poder que pudo aprovechar el conde Galindo Aznar para instalarse en los antiguos dominios de su padre Aznar Galindo. Por lo demás, al año siguiente también se iba a pasar a los musulmanes el citado Galindo Íñiguez, hijo del propio Iñigo.

Íñigo Arista sufrió al menos otras tres incursiones de las huestes cordobesas por los dominios pamploneses hasta el año 850.

En la epístola que Eulogio de Córdoba escribió al obispo pamplonés Willesindo (851) para agradecerle su acogimiento durante los tres años anteriores en su viaje por aquella zona, el cordobés subraya la fortuna de aquellas poblaciones regidas por el príncipe cristiano (princeps christicola) de aquella tierra (territorium Pampilonense). No especifica el nombre de este príncipe, pero se debe identificar con Íñigo Arista.

Íñigo Arista murió en el año de la hégira 237, es decir, en el 851/852, siendo sucedido por su hijo García Iñíguez.

Matrimonio y descendencia

Íñigo Arista estuvo casado aunque la identidad de su esposa no puede ser atestiguada con certeza. La tradición suele darla el nombre de Oneca o Eneca, hija de Velasco. Al menos tuvo cuatro hijos, tres de los cuales aparecen en las Genealogías del Códice de Roda:

[E]nneco, cognomento Aresta, genuit Garsea Enneconis, et domna Assona, qui fuit uxor de domno Muza, qui tenuit Borza et Terrero, et domna (lac.) qui fuit uxor de Garsea Malo.

Estos son los hijos conocidos de Íñigo Arista: