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X.12 El conde promete ayuda divina – Poema de Fernán González

por Javier Iglesia Aparicio
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Estrofas 521 a 526 del Poema de Fernán González

521 El conde don Fernando, de fazienda granada,
mando a prima noche llamar essa mesnada;
luego fue a poca d’ora toda con el juntada,
passaron por oir le aquella gent lazrada.
El conde don Fernando, de gestas renombradas,
mandó al principio de la noche llamar a su mesnada;
al poco tiempo toda con él estaba,
vinieron a escucharle aquella gente agotada.
522 «Amigos —dixo el conde—, por Dios, que esforçedes,
por el muy mal lazerio, que vos non desmayedes:
cras ante de la nona un grand acorro avredes,
en manera que vos el canpo vençeredes.
«Amigos —dijo el conde—, por Dios, que os esforcéis,
pese al sufrimiento, no desfallezcáis:
pues antes de las nonas una gran ayuda tendréis,
de manera que vosotros en el campo venceréis.
523 Si quisieredes vos que el canpo venzamos,
ante del sol salido nos los acometamos:
si de rezio ferimos e vagar non les damos,
dexar nos han el canpo ante que los firamos.
Si queréis que en el campo venzamos,
antes de que salga el Sol les atacamos:
si les golpeamos con ánimo y tregua no les damos,
nos dejarán el campo antes de que los hiramos.
524 De muertos o vençudos non nos escaparan.
Arrancados del canpo e vençudos seran,
iremos en alcanco, ca de nos fuiran:
vengar nos emos d’ellos del mal que fecho han.
Si no es muertos o vencidos no se escaparán.
Expulsados de campo y vencidos serán,
iremos en su alcance, pues de nosotros huirán:
nos hemos de vengar de ellos pues nos han hecho mal.
525 Ca seguro so yo: vençudos non seremos,
ca ante que esso fuesse morrir nos dexariemos,
de dexar nos prender a vida non querriemos,
ca bien se yo de nos que lo meior faremos.»
Pues convencido estoy yo: vencidos no seremos,
pues antes de que eso ocurriese, morir nos dejaremos,
en vez de dejarnos prender, la vida no querremos,
pues bien sé yo que nosotros lo mejor haremos.»
526 Pues que el conde ovo la razon acabada,
—sabie bien cada uno su çertera entrada—
tornaron a sus tiendas, cada uno a su posada,
dormieron e folgaron essa gente cruzada.
Cuando el conde acabó de hablar,
—sabía bien cada uno su certera entrada—
volvieron a sus tiendas, cada uno a su posada,
durmieron y descansaron esa gente cruzada.

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